Lo primero es la familia

A un toque

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El Balón de Oro reluce en sus manos. Otra vez, como hace un año. «No esperaba ganarlo», admite Lionel Messi, tras imponerse a Iniesta y Xavi en la terna decisiva. Dedica el premio a sus compañeros. Y también, a sus «seres queridos». No menciona sus nombres. Pero, en su inconsciente, ofrece el trofeo a alguien más que sus padres y sus tres hermanos. Es para la habitante eterna de su corazón: la abuela Celia. «La persona que me llevó por primera vez a una cancha», tal como recordó alguna vez la Pulga.
Aquel estreno futbolero de Messi ocurrió en una tarde hirviente de 1992. Faltaba un chico para completar el equipo de la categoría 86 del club Grandoli. Y Doña Celia obligó al entrenador Salvador Aparicio a darle minutos a su nieto, de cinco años. «Póngalo y va a ver cómo juega», insistió la mujer, pese a la desconfianza del DT. «La primera pelota le pasó por la derecha, la miró y nada», evocó Don Apa, en el libro Messi, el Niño que no podía crecer. Y después, el niño prodigio de la pelota asombró a todos. «La segunda le cayó en la zurda, la agarró y gambeteó a uno, y otro y otro más. Tenía miedo de que alguien le hiciera daño, pero él seguía y seguía. Nunca había visto algo así. Me dije: ‘a éste no lo sacó’. Y no lo saqué más», agregó el técnico de las infantiles. La abuela Celia, agradecida por ese gesto. Y el fútbol, también.

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