Por Santiago Tuñez
“El fútbol está contenido en el cuerpo de un pequeño jugador, un chico de 18 años que podría pasar desapercibido en cualquier calle. Es la magia de este juego maravilloso, abierto a la excelencia de un Nijinski de 1,90, como Van Basten, o la magia de un imberbe, de aspecto adolescente, apenas 1,68 de estatura, pero un gigante en toda regla. Se llama Leo Messi y hay todo el derecho a pensar que estamos ante un jugador excepcional, la aparición más fulgurante de los últimos años, figura indiscutible a una edad que sólo se permite a los privilegiados”.
Santiago Segurola, una de las mejores teclas del periodismo español, escribió esa definición en el diario El País. Lo hizo el 22 de febrero de 2006, después de que Messi deslumbrara contra Chelsea en una noche de Champions League. “Proteger a un genio”, era el título de aquella crónica post triunfo de Barcelona en Stamford Bridge. A las plantas del crack argentino empezaba a rendirse un balón. Y con su talento reluciente iba por más. Más allá del club catalán, quería redactar una historia en el seleccionado argentino. Su historia.
// ¡Aquí comenzó todo!
Leo Luka pic.twitter.com/ZWzofXhy3V
— Copa Mundial FIFA (@fifaworldcup_es) December 13, 2022
Cuando Lionel Messi convirtió su primer gol con la Selección Argentina :
Enzo Fernández tenía 5 años.
Julián Álvarez tenía 6 años.
Alejandro Garnacho tenía 1 año.
Lionel Scaloni compartía equipo con él. pic.twitter.com/CIVoKLjen2— VarskySports (@VarskySports) March 29, 2023
Se estaba, tal como decía Segurola, “ante un jugador excepcional”. Y el equipo que dirigía José Pekerman comenzó a experimentarlo una semana después de aquel texto, en un amistoso contra Croacia. Envuelto en la camiseta 19, Messi era titular y buscaba facturar la oportunidad, luego del estreno con roja incluida en el seleccionado. Y a los seis minutos, dejó su firma en la red: aprovechó una mala salida del rival, encaró desde la derecha hacia la izquierda y su tiro cruzado hizo historia en Basilea. Era su primer gol con la Argentina.
Lo festejó con Riquelme y Cuchu Cambiasso. También, con Crespo y Leo Ponzio. El crack argentino tenía sólo seis partidos en la Selección y comenzaba a pedir pista en un equipo que se preparaba para el Mundial de Alemania. Sobraban nombres de alto vuelo, como Maxi Rodríguez, Sorin y Tevez, autor del otro gol en la derrota contra Croacia 3 a 2. Y entre los suplentes, lo miraban Lionel Scaloni y Pablo Aimar, a quien el rosarino le dedicó su grito en celeste y blanco. “Me estuvo cargando antes del partido para que hiciera el gol”, confió después del amistoso.
Anoche, Messi se había propuesto llegar a sus 100 goles en el seleccionado. Necesitaba uno, nomás. Hizo tres en el amistoso contra Curazao, perforó esa barrera simbólica y quedó con 102 en su cuenta personal. Otro récord en su carrera. Diecisiete años después de su festejo inicial, y tras haber logrado la Copa del Mundo en Qatar, el fútbol sigue contenido en el cuerpo de este pequeño jugador. Un hombre que ya no pasa desapercibido en cualquier calle. Un gigante en toda regla.
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