Por Santiago Tuñez
“No tengo dudas de que estos chicos serán exponentes de nuestra manera de sentir el fútbol. Por eso, siento una gran alegría. Y digo más: este juvenil es mi metejón”. La noche sangrienta impuesta por la dictadura se vivía con sueños de pelota en una quinta de José C. Paz. Ahí, el Flaco Menotti soltaba una opinión, mezcla de barrio y filosofía futbolera, sobre esos 18 juveniles que habían sido horneados por el maestro Ernesto Duchini y, allá por mediados de 1979, estaban listos para carretear hacia el orden y la tecnología de Japón, al otro lado del mundo.
Eran tiempos musicalizados por Abba, Donna Summer y Rod Stewart. Sus temas exitosos sonaban en las habitaciones de la concentración. Una de ellas, repleta de zapatillas Puma, contenía a Diego Maradona, sediento de revancha tras no haber integrado la lista para el Mundial 78. Esa decisión, precisamente, había tenido a Menotti como autor intelectual y material. El DT, confiaba por esos días en una entrevista, también estaba “metejoneado” con la anunciada explosión del Diez.
“Bajen con el pie derecho, que de acá nos vamos campeones”, fue el mensaje motivador de Maradona a sus compañeros, después de un día de vuelo hacia el Lejano Oriente. La primera ronda del Mundial comenzó con triunfos contra Indonesia (5 a 0, con dos goles del Diez), Yugoslavia (1 a 0) y Polonia (4 a 1, con otro gol de Maradona). Los japoneses, fascinados por tantos firuletes, eran testigos de la consolidación del capitán argentino y el resto del equipo.
Un tal Diego Armando Maradona, con 18 años, en el Mundial Sub 20 de 1979. pic.twitter.com/akKntbW83Y
— Sudanalytics (@sudanalytics_) May 19, 2023
“Cuatro meses antes de la Copa del Mundo había viajado con San Lorenzo a Japón para jugar contra clubes de Europa. La gente se asombraba cada vez que hacíamos jueguitos antes de empezar el partido. Lo veían a Marangoni y no lo podían creer. Entonces, pensé: ‘Lo que va a ser ésto cuando lo vean a Diego’. Y no me equivoqué: los japoneses se asombraron con él”, me contó años atrás Osvaldo Rinaldi, volante de aquel juvenil.
Con el impulso de las tres victorias en la fase inicial, el seleccionado volvió a subirse al avión y viajó a Tokio. Argelia, en los cuartos de final, fue otro rival fácil. La goleada 5 a 0, con un nuevo grito de Maradona y una gran producción junto a Ramón Díaz, dejó una postal extraña: el Diez reemplazado y furioso en el banco de suplentes. El DT explicaría más tarde su decisión: quería cuidarlo de las patadas de cara a lo que se venía en el Mundial. Uruguay, en las semifinales, también soportó a la dupla formada por Diego y Ramón, que convirtieron los dos goles del pasaporte hacia la final.
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El 7 de septiembre, en el partido decisivo del torneo, ante Rusia, el juego arrancó con turbulencias. Todo era trabado, sin espacios para el desequilibrio y, para colmo, Ponomarev convirtió el 1 a 0 de los soviéticos, a los siete minutos del segundo tiempo. Parecía el fin del sueño de los juveniles argentinos. Golpeaban las puertas del cielo en cada ataque, pero nada lograba abrirlas. Hasta que, acompañado por el tucumano Juan José Meza (a quien Menotti hizo ingresar en el complemento), Maradona puso sus manos sobre el timón y el equipo encontró las coordenadas. A los 22 minutos, llegó el empate por un penal que Hugo Alves cambió por gol.
Ramón Díaz, en uno de sus slaloms frenéticos por la izquierda, gritó el segundo; el que ponía al seleccionado al frente. Y el Diez, de tiro libre, dejó su autógrafo en la red, con un pincelazo estupendo al palo del arquero. Argentina campeón del mundo por primera vez en juveniles. Maradona, Balón de Oro al Mejor Jugador y Balón de Plata por ser el segundo goleador del torneo, detrás de Ramón, por entonces su mejor socio. Se trató del broche perfecto de un sueño en el Lejano Oriente. La consagración de Sergio García, Carabelli, Simón, Rossi, Barbas, Escudero y Gabriel Calderón, entre otros nombres. Y su recuerdo eterno de haber estado junto a Diego.
A la distancia, Osvaldo Rinaldi se encargó de retratar aquella experiencia, en una síntesis mágica: “Maradona fue uno de líderes por consentimiento y no por fuerza. Siempre digo que jugar al lado suyo era como levantarte a la mañana y que Lennon te cantara Imagine”.