Una estrella argentina opacada por Maradona y Messi

A un toque

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Por Gabriel Tuñez (@gabtunez)*

Alfredo Di Stéfano pudo haber sido el gran ídolo del fútbol argentino de no haber aparecido en escena Diego Maradona, a finales de la década de 1970, y Lionel Messi, a mediados de la de 2000. En cualquier estadística, siempre estuvo entre los mejores del mundo junto a Pelé, Johan Cruyff, Garrincha o Michel Platini. Sin embargo, en la Argentina no consiguió el grado de popularidad de Maradona, convertido en un Dios de la pelota, y de Messi, en estos años en que la estrella de Barcelona brilla gracias por sus goles, de repercusión inmediata gracias a la tecnología y las redes sociales.

La Pulga, incluso, superó a Di Stéfano como máximo goleador en los clásicos Barcelona-Real Madrid cuando en marzo de 2014 logró tres tantos en el 4-3 conseguido por el equipo catalán en el Santiago Bernabéu. Sólo los más veteranos, los que lo vieron en las viejas canchas, sostienen a La Saeta Rubia entre los más grandes de todos los tiempos en tierras argentinas.

En 2009, Di Stéfano, Messi y Maradona, los tres mejores futbolistas argentinos de todos los tiempos, fueron reunidos por el diario Marca para la entrega de un premio.

En 2009, Di Stéfano, Messi y Maradona, los tres mejores futbolistas argentinos de todos los tiempos, fueron reunidos por el diario Marca para la entrega de un premio.

Di Stéfano, que murió hoy en Madrid a lo 88 años por un paro cardíaco, nació en hogar de inmigrantes europeos -su padre era hijo de italianos y su madre, de ascendencia francesa e irlandesa- que arribaron a Argentina en el siglo XIX en busca de un nuevo destino. La casa estaba ubicada en el barrio de Barracas, en la zona sur de Buenos Aires y muy cerca del puerto, una de las más pobres de la ciudad y donde se empezó a jugar al fútbol, importado por los marineros británicos.

De niño jugaba en las calles y en los potreros de la zona. «Usábamos los árboles y las paredes como portería. Teníamos una pelota de goma que valía veinte guitas (pesos). Jugábamos hasta que venía el carrito de la policía y salíamos huyendo», recordó en su biografía Gracias Vieja.

Su primer equipo de barrio se llamó «Unidos y venceremos», que conformó junto a otros niños amigos. El club de sus amores en Argentina fue River, donde inició su carrera como profesional en 1945. «Quién iba a pensar que iba a jugar en River. Era el sueño del pibe, como dice el tango», rememoró en una entrevista en 2008. Y Su primer rival fue Huracán, en un partido que finalizó con derrota 2-1. «Tenía que haber debutado antes, contra Newell’s, pero el día que iba a jugar murió (Franklin) Roosevelt y suspendieron la jornada. ¡Me quería morir!», recordó.

Di Stéfano, una leyenda de Real Madrid. Foto de FlynetPictures.com / Vía Zimbio.

Di Stéfano, una leyenda de Real Madrid. Foto de FlynetPictures.com / Vía Zimbio.

La cantera de River que vio surgir a Di Stéfano a mediados de los 40 tenía otros nombres de calidad: Amadeo Carrizo, en el arco, y Néstor Pipo Rossi, en el centro del campo. Bajo la conducción de los entrenadores Carlos Peucelle y Renato Cesarini, Di Stéfano saltó al primer equipo primero como extremo y luego en el puesto de centro delantero, aunque su vocación era siempre la de «poco a poco bajar» hacia el mediocampo.

Tras un año en River pasó a Huracán, pero retornó al conjunto millonario en 1947 para transformarse en una gran figura: en esa temporada consiguió el campeonato y se consagró goleador del torneo con 27 anotaciones en 30 partidos acompañado por José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera. Semejante actuación lo llevó a integrar el seleccionado argentino que obtuvo la Copa América en Guayaquil, donde marcó seis goles en la misma cantidad de partidos. «Yo tuve la suerte de caer en River y después en equipos como Millonarios y Real Madrid, donde no había jugadores solistas: eran todos orquestas», destacó.

Pese a que la mayor parte de su trayectoria la cumplió en España, donde se instaló para siempre con su familia, Di Stéfano no olvidó sus orígenes. Si bien adquirió expresiones y tonos muy españoles, su vocabulario no perdió los giros porteños de su tierra natal. Di Stéfano regresó a Argentina como entrenador: en 1968 asumió en un cargo de manager de Boca y un año después se transformó en el conductor del equipo que se consagró campeón nada menos que frente a River y en el estadio Monumental.

En 1981 llegó a River para reemplazar al mítico Angel Labruna, con quien compartió una temida delantera «millonaria», a fines de la década de 1940, y también fue campeón. Si bien su trayectoria en Europa tuvo en aquel momento una enorme repercusión en Argentina, el paso de los años y el surgimiento de figuras como Maradona, primero, y luego Messi relegó su estela a los archivos y la memoria de los más veteranos.

Di Stéfano, en junio de 2009, durante la presentación de Kaká en Real Madrid. Foto de Denis Doyle/Getty Images Europe / Vía Zimbio.

Di Stéfano, en junio de 2009, durante la presentación de Kaká en Real Madrid. Foto de Denis Doyle/Getty Images Europe / Vía Zimbio.

A eso se suma que Di Stéfano nunca pudo jugar un Mundial con el seleccionado albiceleste: en las citas de Brasil 50 y Suiza 54 Argentina no estuvo presente por propia decisión de su dirigencia. Luego, en 1956, se nacionalizó español. Sin embargo, durante toda su trayectoria en los despachos del Real Madrid brindó siempre la principal atención a cada compatriota que arribó al club merengue para jugar. «Conmigo siempre fue muy cercano. Desde que llegue al Madrid siempre estuvo muy afectuoso y sólo tengo palabras de agradecimiento», reconoció Gonzalo Higuaín.

En noviembre de 2003 Di Stéfano fue reconocido con el título de «Ciudadano ilustre» de Buenos Aires. En esa oportunidad, emocionado y agradecido, respondió a los elogios de Maradona, quien lo había catalogado como «el mejor jugador del mundo». Con modestia, dijo que no lo fue, aunque admitió que se encontraba entre los «buenos».

*El autor publicó esta nota en la agencia de noticias DPA

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