Entre la soberanía y la destrucción

A un toque

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Kroos festeja su primer gol, el tercero de Alemania en el histórico triunfo contra Brasil. Khedira y Klose se suman al grito. Foto de Buda Mendes/Getty Images South America / Vía Zimbio

Kroos festeja su primer gol, el tercero de Alemania en el histórico triunfo contra Brasil. Khedira y Klose se suman al grito. Foto de Buda Mendes/Getty Images South America / Vía Zimbio

Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)

1- Porque jamás en mi vida vi algo tan maravilloso. Un acontecimiento que sólo el transitar de los años podrá descifrarnos lo que realmente ocurrió. Soberanos y señores, así se plantearon los futbolistas alemanes, fieles creyentes a una evolución que viene in crescendo desde las bases de las derrotas, y que fundamenta su esencia en la perfección, la necesidad de superar los límites de la competitividad y la firme intención de adueñarse del mundo. Resta un solo paso. Aniquilaron y trituraron sin piedad a la historia y a toda una nación, que en sus adentros se conocía inferior pero que jamás, ni en sus más tétricas pesadillas, imaginaría sentir en sus pieles el fuego de la destrucción.

2- Toni Kroos y Sami Khedira, los arquitectos de lo perfecto, de lo sublime, de lo increíble. Secuestraron el mediocampo sin pedir rescate alguno, sacaron el cuaderno de apuntes y le dieron una lección de lucidez y de correctas toma de decisiones a un pobre Fernandinho, que sólo corría y corría y lo único que veían sus ojos eran el ‘6’ y el ‘18’. Kroos levantaba la cabeza y percibía el caos brasileño; cuando le cedes espacios a un asesino como Toni, todo está perdido. Jugó a placer. Yendo, viniendo, permutándose, orientando al equipo, y multiplicando los esfuerzos de Khedira. Entre los dos firmaron una sinfonía que Keamen y Mozart con seguridad celarán. Las ejecuciones son el resultado del pensamiento. Y el pensamiento nace con la convicción y el conocimiento pleno de tus habilidades.

 David Luiz y Thiago Silva, que no jugó, retratan la tristeza de Brasil por una paliza legendaria. Foto de Jamie McDonald/Getty Images South America / Vía Zimbio


David Luiz y Thiago Silva, que no jugó, retratan la tristeza de Brasil por una paliza legendaria. Foto de Jamie McDonald/Getty Images South America / Vía Zimbio

3- Efecto Thiago Silva. Sin él, nada tuvo, tiene o tendrá sentido en esta selección de los imperfectos indolentes. Su imprudencia frente a Colombia fue el génesis de la desgracia ante Alemania. Tiene un don. Es el único que puede domar los demonios de David Luiz. Lo detiene, lo toma por el cuello, y cuando parece desviarse, con un grito lo regresa a su posición. Es mucho más culpable Thiago que Fred por este homicidio. Después del cuarto gol de ‘Los hermanos del norte’, vimos el núcleo del caos, del desastre. Ninguno de los intérpretes de zona 1 y zona 2 respetaba su espacio. Estaban anestesiados moralmente, al borde de la cornisa y con ganas de saltar. Veían al horizonte como si quisiesen regresar o adelantar el tiempo. Asfixiados por un inclemente ejército blanco – vestido de negro – que sin misericordia recordó cuáles son sus intenciones. Al carajo el escenario, la gente, la historia. Brasil terminó la primera parte suplicando por piedad. Müller, El Jefe, solo negó con la cabeza.

4- Cuando se busca una explicación sobre lo ocurrido, hay un largo periodo de silencio. Y es lógico. Son muchos los factores que venían agrupándose –sobre todo. la injusticia – y esperando el momento correcto para actuar. Es imposible que la arenga sea suficiente para adueñarte del mundo. Maradona lo entendió hace cuatro años, y lo curioso fue que los germanos también fueron los verdugos de aquella Argentina indolente. El fútbol es más que eso. Es evolución, retarte y tener el coraje de cambiar, porque si no cambias te extingues. Alemania ha sobrevivido al cambio. De ser los reyes de las transiciones, se convirtieron en una bestia de mil rostros. De elaboración. De transición. De verticalidad. De responsabilidad, pero lo que más enamora de estos ejecutores es su eterna pasión con la competitividad. El grito de Schweinsteiger a Ozil luego de errar el 8-0 es la síntesis de esta Alemania.

5- Neymar es un escogido. Cuando Dios lo creó en sus planes no estaba vivir esta desgracia. Aunque desde afuera a veces duela más. Él tendrá que apurarse en crecer en esos pequeñitos rangos que le restan para llegar a su plenitud. Ajustarse el cinturón en la capitanía emocional y levantar a toda una nación que está de rodilla y que verá, probablemente, a uno de sus dos más grandes enemigos levantar la Copa frente a sus ojos. Tan cerca pero tan lejos. Scolari jamás entenderá el nivel de lo que produjo. Lucas Moura, Joao Miranda y Filipe Luis hubiesen bastado para evitar tanto derramamiento de sangre. Su necedad fue su condena. Del infierno tendrán que surgir. La historia siempre los respaldará. Y con seguridad lo harán.

Con su grito ante Brasil, Klose se convirtió en goleador histórico de los mundiales. Foto de Laurence Griffiths/Getty Images South America / Vía Zimbio

Con su grito ante Brasil, Klose se convirtió en goleador histórico de los mundiales. Foto de Laurence Griffiths/Getty Images South America / Vía Zimbio

6- Veloces,  capaces, polivalentes, audaces y elegantes. Eso son Los hermanos del norte. Te exigen, van al máximo. Piensan en cada movimiento antes de ejecutarlo, y de allí nace su éxito. Respetan cada centímetro en la cancha y el egoísmo hace rato que está tomándose una cerveza en las frías calles de Dortmund. Responsabilidad y talento. Aprender de los errores, y multiplicar las virtudes. Hoy no hay explicación táctica, solo un homenaje a una selección que disfruta, vive y siente cada fundamento dentro de fútbol como si fuese suyo. Y a los que creen que la justicia no juega a la pelota, ahí estuvo el gol de Klose. A Ronaldo. En Brasil. Él comentando. Cual cuento de hadas. Chapeau!

…y 7- Yacen sentados los 11 guerreros, firmes como los molinos de viento. Esperando la hora. Pasaron 12 años desde la última vez que vieron tan cerca la gloria. El paso más grande de todos. Maracaná. Limpian sus espadas y afinan sus trompetas, porque el final solo llega cuando la victoria es inminente. ¡Qué vivan Los hermanos del norte!

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