La hecatombe total

No te olvidés

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Domingo 20 de septiembre de 1931. La fecha está tatuada en la piel del superclásico. Nada puede borrar su tinta. Ni siquiera el recorrido de casi 80 años. Ese día, Boca y River jugaron su primer duelo del profesionalismo. Ocurrió en el «field de Brandsen y Del Crucero», tal como se escribía en aquellos días. Y terminó en escándalo. La hecatombe total. «El clásico defraudó a los espectadores», fue el título de la crónica de El Gráfico. Que, ya en ese entonces, se asombraba del «ambiente irregular y desagradable en que se desarrolla el fútbol». Increíble, pero cierto.
El periodista de la revista dejó un texto inolvidable. Letras de quejas y advertencias, en una tarde que había empezado con la suspensión del partido de Reserva por una pelea entre ambos equipos: «Queda dicho con lo que antecede que, a nuestro juicio, el único culpable casi exclusivo de estas anormalidades es el ambiente creado por la falta de tacto y energía de los directores del deporte. Los desmanes de los hinchas son amparados por los dirigentes. Los actos de indisciplina y falta de respeto a la autoridad de los referees, son también protegidos por los dirigentes. Y de esa impunidad y aliento al más pequeño núcleo primero y al más grande después, de los espectadores y players incorrectos, ha nacido el ambiente de desagrado, de acritud, intolerancia y desborde de apasionamiento, que hace crisis a a cada momento en los fields y determina la irregularidad en la marcha del fútbol».
En el partido de Primera, River se puso en ventaja con gol de Peucelle. Y luego, Boca llegó al empate en una jugada que despertó el caos y una escandalosa escena, que terminaría con triunfo xeneize en el fallo de la AFA. Así concluyó la pluma de El Gráfico: «Por un claro foul de Balvidares a Varallo, en circunstancias que éste se dirigía en impresionante dribbling hacia el goal de River, el referee Escola acordó un penalty, reglamentariamente biena acordado, no obstante lo cual fue protestado en forma airada por varios jugadores visitantes. Luego, el pentalty-kick se ejecutó y necesitó Varallo tres tentativas para vencer la magnífica resistencia de Iribarren. Acordado el goal, el referee fue otra vez rodeado por los jugadores de River Plate, que pedían su anulación en mérito a imaginarias infracciones. Ahí terminó el match, en forma bien anormal por cierto, pues el árbitro se dirigió a la casilla y ya no volvió a salir de ella».

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