Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)
1- Porque así es el fútbol argentino, y siempre lo será. Una disputa eterna entre la autodestrucción y la gloria. La ansiedad de quedar fuera en primera ronda nublaba el cielo de San Petesburgo y el buen transitar del equipo en el primer tiempo se evaporó apenas Moses concretó el empate desde el punto penal. La mandíbula de cristal. La fragilidad psicológica histórica. Los fantasmas del pasado. Mascherano haciendo de Xavi, y los siete albicelestes delante de la línea de la pelota presagiaban lo peor. Pero esta vez, no. La Argentina no salió de rodillas.
2- Como quien ve en el horizonte su última oportunidad. Así salió Argentina a la cancha. Con una apuesta a la sobrexcitación lógica del arranque del partido, y a la lucidez de Banega y Messi. Di María estaría bien abierto por la izquierda, Enzo Pérez haría de interior cuando atacasen, y de auxiliador de Mercado al defender. Todo muy compacto: 4-3-3 en ataque, 4-4-2 en defensa.
3- La presión de los primeros 15 minutos nos hacía sonreír y recordar la labor de la Selección que estuvo en Brasil. Solidarios, responsables con los espacios, y promoviendo el factor Messi. Porque todos, absolutamente todos los que estaban jugando en el césped de San Petesburgo, intuían que Messi aparecería. Y apareció. Ofreciéndose en las pequeñas sociedades, y oxigenando las construcciones con descargas a los dos costados. Esta vez sí se conectó al diagrama ofensivo. Junto a Banega y a Pérez. Los tres hicieron de la zona derecha su laboratorio de ocasiones creadas.
4- Banega jugó con esmoquin. Representando los grandes artífices de la mediacancha argentina de las últimas décadas. Oliendo la necesidad, y ofreciendo mesura en medio del caos. Porque esto es también el fútbol argentino. Una búsqueda constante de aquietar la turbulencia y el caos. Ever fue lo que nos enseñó por allá en la Copa América 2016. Amo y señor de la zona 2, cuya función sería enlazarse con Messi. Y lo encontró con un balón cruzado.
5- Nigeria mantuvo una estructura intocable en el Mundial. Un equipo temeroso, hasta perezoso en los primeros 45 minutos, y luego otro más rítmico y ofensivo en las segundas partes. Musa intimidó más en su verso previo al partido que en la cancha. Moses anotó por la vía penal, y tuvo que dedicar el resto de su participación a cooperar con la línea defensiva. Un equipo que por más que se enfrente a la Argentina en los eventos grandes, siempre termina perdiendo por un despiste ingenuo.
6- Los problemas conceptuales de la Selección son profundos, y ahí estuvieron, y ahí estarán. En los mundiales no se corrigen los daños profundos, se ajustan acorde al tamaño del reto que se tenga en frente. Y Francia es un monstruo de cinco cabezas que exigirá un nivel casi imposible de concentración y perfección. Griezmann no es Musa, Kanté no es Obi Mikel, Mbappé no es Moses. Pero en este partido la Argentina cerró una grieta vital. El estado emocional. Es imposible analizar el deporte de alto rendimiento ignorando el lado humano. Y la sonrisa de Messi. Las lágrimas de Higuaín y Di María deben ser el estandarte de la siguiente batalla.
7- Nunca antes se había visto una persecución tan intensa contra una selección por sus propios fanáticos, periodistas, y hasta dirigentes. La presión externa. El deseo de muchos de ver fracasar a esta generación dorada, y los minutos de real peligro de eliminación deberán fortalecer el carácter de un equipo que este año no cuenta con la solidez futbolística del Mundial de Brasil.
8- Y sí. Quizá por eso el sábado pueda ocurrir una tragedia, pero esta vez la Argentina levantó un durísimo match point, que les permitirá comenzar oficialmente el Mundial. Armani en el arco. Banega gerenciando la zona 2, y Messi flotando entre Ever y Kun o Pipa. Esa es la columna vertebral de una selección que no tiene nada que perder. Francia es la gran candidata a llevarse el torneo pero: ¿tendrá el suficiente peso histórico como para lidiar con una pandilla que se siente cómoda danzando entre la autodestrucción y la gloria?