Por Santiago Tuñez
Febrero de 1996. Marcelo Gallardo, Burrito Ortega, Juan Pablo Sorin, Matías Almeyda, Kily González, Brujita Verón, Piojo López… Los nombres de alto vuelo sobraban en el Sub 23 argentino. El desafío era lograr el boleto a los Juegos Olímpicos de aquel año, en Atlanta, pero aquellos jugadores se animaban a más y buscaban ser la base de la Selección. Pedían espacio en las Eliminatorias y fantaseaban con estar en el Mundial de Francia ’98.
La mayoría del plantel convocado por Passarella para el torneo Preolímpico de Mar del Plata ya se había consolidado en Primera. Sin embargo, había un personaje que quería volver a ser. Necesitaba un revulsivo. En los últimos meses, Carlos Babington y Ramón Díaz lo habían tenido muy poco en cuenta en River. Entonces, Hernán Crespo hundía sus ojos en aquel certamen y lo sentía como un nuevo envión para su vida futbolera. Y vaya si lo facturó…
En cinco partidos, Crespo convirtió cinco goles. Efectividad total. Uno de ellos, con una volea maravillosa frente a Colombia. El dato destacado: sólo ingresó como titular en uno de aquellos encuentros que jugó, lo que resalta aún más su producción en el Preolímpico. «El rendimiento que tuve en Mar del Plata me hizo sentir vivo. Volví a hacerme conocido», me contó años después en una entrevista que le hice para el diario Olé. Otra vez, estaba en el centro del cuadrilátero verde.
Ustedes eran muy chicos, pero Hernán Crespo fue un goleador del carajo. Así convertía en el Preolímpico del '96, después de ataque de habilidad del Pelado Almeyda.#CopaSudamericana #DefensayJusticia pic.twitter.com/PcZpp840CP
— De Fútbol Somos (@defutbolsomos) January 22, 2021
Lo esperaba, entonces, la Copa Libertadores con River. El torneo que los Millonarios habían logrado diez años atrás, por primera vez en su historia. En su vuelta al club, la misión no asomaba sencilla para el goleador del Sub 23. Para colmo, Ramón Díaz aún lo miraba desconfiado: sus apuestas eran Amato o Cedrés. Como en el Preolímpico, Crespo empezó la ruta copera desde el banco de suplentes. Como en el verano, le puso música un hit memorable del club.
Fueron, en total, diez goles del capocannoniere en la Libertadores de 1996. De todos los estilos y en diferentes contextos. Ahí está, por ejemplo, su chilena de alta costura en la goleada contra Sporting Cristal 5 a 2, por los octavos de final. En la siguiente fase, volvió a ser determinante con dos gritos ante San Lorenzo; uno en el triunfo 2 a 1 en el Nuevo Gasómetro, y otro en el empate 1 a 1 en el Monumental, que llevó a River a las semis. Y en la final, convirtió por duplicado contra América de Cali y le dio al Millonario la segunda Copa de su historia. A los 20 años, y envuelto en la camiseta 11, Crespo le ponía el cuerpo a una película exitosa.
Enero de 2021. Ya había archivado el «luto» por su despedida del fútbol. «Me pasó de estar tirado en la cama y no tener ganas de levantarme. Es muy fuerte lo que se vive emocionalmente, sobre todo a nivel de elite, para no tenerlo más», había confesado Crespo alguna vez. Ahora, con la ropa de entrenador, había recuperado «la adrenalina de la cancha y el vestuario, el contacto con los jugadores, la sensación de construir y desarrollar una idea». Y en Córdoba, después de haber dirigido a Módena de Italia y Banfield, tenía la oportunidad de carretear y despegar en su carrera de DT.
Al igual que en el verano del ’96, Crespo hizo clink caja. Defensa y Justicia brilló contra Lanús, le ganó 3 a 0 y se quedó con la Copa Sudamericana. El primer título internacional de su historia. El primer título de su técnico. «Hay que tener disciplina, no bajar los brazos, pensar que no hay que cortar camino… el de la educación, también. Hay que respetar a todos. Nosotros les dimos un mensaje a la sociedad, deportivo y social, de que hay que creer en sí mismos. De sostenerse entre otros», afirmó en medio de los festejos junto a sus tres hijas, a quienes no veía desde hacía un año.
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Admirador del manejo grupal de Carlo Ancelotti, la metodología de trabajo de José Mourinho y la forma en que «Marcelo Bielsa mejora al jugador a nivel individual», Crespo aprovechó la consagración en Córdoba y cambió Defensa y Justicia por San Pablo, uno de los clubes más populares de Brasil. Allí, tres meses le alcanzaron para obtener el Campeonato Paulista y darle al club un éxito después de casi una década (el último había sido en la Sudamericana de 2012).
A los 46 años, el hombre que emerge en los veranos va por más. Su equipo eliminó a Racing en los octavos de la Copa Libertadores, y ahora lo espera Palmeiras en la siguiente fase. Ya consiguió ese título en sus días de goleador. ¿Repetirá como DT?