AQUELLA FINAL, AQUELLOS TIEMPOS

No te olvidés

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Por Santiago Tuñez

Es, desde el prólogo, un relato alejado de la ficción. Cada párrafo suelta un hecho auténtico, cierto, real. Y el cierre de las primeras páginas da paso a un partido de muchos voltios. De esos que se esperan durante décadas. De esos que reclaman un espacio en la biblioteca. De esos históricos. Luego de 41 años, Boca y River volverán a definir un título. Será este miércoles, en Mendoza, donde irán por la Supercopa argentina. Habrá, como en la final del Nacional 1976, movimientos intensos de los jugadores. Una pelota con destino impredecible. Pero el contexto, en verdad, tendrá matices distintos. Más allá de ciertos mensajes políticos y económicos de esa época que coinciden con estos tiempos de cambio, ya no hay dictadores en el poder. El clásico, ahora, se jugará en democracia.

Un viaje al archivo permite desempolvar recuerdos de aquel país. Personajes, títulos y notas que trascendían, en ese momento, la primera definición entre Boca y River en el fútbol nuestro. La mirada en las páginas desgastadas de los diarios se sumerge en noticias que generan sorpresa. Era, entonces, el principio de la noche más oscura de la Argentina. La Junta Militar llevaba nueve meses en la Casa Rosada. Videla, Massera y Agosti resultaban los nombres más tecleados en las redacciones de los medios argentinos. Desde la agenda diaria aportaban anuncios en distintas secciones, y algunos de ellos asombran por su vigencia. Tienen, sin dudas, un sonido muy actual.

Encabezada por Videla, Massera y Agosti, la dictadura militar llevaba nueve meses en el poder cuando Boca y River jugaron la final del Nacional ’76 en el estadio de Racing.

El día de la final, aquel miércoles 22 de diciembre de 1976, Videla ofrecía su primera conferencia a la prensa nacional desde el comienzo de la dictadura. Allí, anunciaba un aumento del 25% en los salarios, «con la posibilidad cierta de un inmediato reajuste en marzo». «Esa cifra será motivo de evaluación en su momento», subrayaba a los periodistas argentinos, luego de considerar que el plan económico había dado, hasta ese momento, «muestras de ser idóneo y correcto para encauzar la economía argentina». Y, a su manera, luego se refería a la pena de muerte en el país: «No se han dado las circunstancias para que un caso entrado en la Justicia ordinaria o en la Justicia Militar hubiera desembocado en esa posibilidad, aunque la posibilidad está abierta».

La tapa del diario Clarín del 23 de diciembre de 1976, con el anuncio del aumento y el título de Boca.

El aumento salarial había ocurrido horas después de que la Junta diera a conocer, en cambio, una fuerte reducción del gasto público. «El déficit no puede superar el 3% del Producto Bruto Externo, según lo convenido con el FMI. Y en cuanto a las inversiones públicas, deben concluirse las que se encuentran en estado avanzado de ejecución y no iniciar nuevas, a menos que se cuente con financiamiento asegurado», advertía el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. «Ya existe la decisión política de no sobrepasar el límite de expansión del déficit del presupuesto, por encima del cual se frustrarían la contención de la inflación en la que estamos empeñados y el crecimiento de la economía previsto para 1977», agregaba el funcionario, que entonces analizaba un proyecto para privatizar empresas del Estado, entre ellas Agua y Energía, e YPF.

Hay temas y palabras de este repaso que suenan muy actuales con estos tiempos del país. Algo similar ocurría con Massera, que reclamaba gremios eficientes y representativos. «Las Fuerzas Armadas entienden que no es posible concebir un país moderno sin un movimiento eficiente y representativo. Digo esto en primer lugar y para eliminar cualquier sospecha de que intentamos atrasar el reloj de la historia», expresaba el dictador en una entrevista con una agencia internacional. Y de cara a 1977, agregaba: «Confiamos en que el esfuerzo tremendo que hacen los sectores de menores ingresos empiece a dar resultados comprobables. Todas las angustias tienen que traducirse en productividad e inversiones para que nadie se sienta defraudado».

Junto con el Mundial ’78, aquella final entre Boca y River fue uno de los partidos más importantes durante la última dictadura militar. En el estadio de Racing hubo unos 70.000 hinchas, mientras que unos 15.000.000 de personas lo vieron por televisión.

Ese era el contexto que rodeó a la final del Nacional 1976. Un partido al que Boca llegaba después de derrotar a Huracán 1 a 0 en semifinales, con gol de Mastrángelo. Y River, por su parte, había logrado el boleto a la definición, luego de vencer a Talleres 1 a 0 con un grito de Passarella. Se trataba de un duelo de estilos entre el equipo del Toto Lorenzo, ganador del Metropolitano de esa temporada, y los de Ángel Labruna, bicampeones en 1975 luego de 18 años sin títulos. Y en el estadio de Racing, cada uno apostó por sus hombres. Boca formó con Gatti; Pernía, Sá, Mouzo y Tarantini; Veglio, Suñé y Ribolzi; Mastrángelo, Taverna y Felman. Los 11 de River fueron Fillol; Comelles, Perfumo, Passarella y Héctor López; Jota Jota López, Merlo y Beltrán; Pedro González, Luque y Pinino Más.

Fillol mira la pelota y nada puede hacer. El gol de Suñé le da el título a Boca.

Al cabo, Boca se quedó con el título gracias a la victoria 1 a 0. Una victoria que así retrató Horacio Pagani en Clarín: «El triunfo y el campeonato estaban para el que consiguiera el primer gol. Y el gol parecía lejano. Sólo un error, o una avivada. Y Rubén Suñe fue el héroe. Passarella le cometió un foul a Taverna cerca del área. Suñé metió un puntazo antes de que se acomodara la barrera. Fillol la vio entrar por su ángulo izquierdo. Faltaban 18 minutos (…) Y River no pudo perforar ese frontón. Había dado una sola ventaja y pagó las consecuencias. El pitazo final de Ithurralde desató la apoteosis. Sólo importaba el triunfo. ¿Quién lo puede discutir?»

Hubo fiesta de los hinchas xeneizes, entre ellos Antonio Cafiero, ex funcionario y símbolo del peronismo, que días antes había sido liberado junto a otros 540 presos políticos de la dictadura. Hoy, la segunda final de la historia entre Boca y River se jugará en otro panorama. Nada de dictadores en el poder. Un pase extraordinario para celebrar en Mendoza. Ya lo dijo Sócrates, el crack brasileño de los ’80: «Ganar o perder, pero siempre con democracia».

 

 

 

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