ADIÓS Y BUENA SUERTE

No te olvidés

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Por Martín Caparrós (@martin_caparros)

Cuando teníamos suerte y no había nadie preso ni antidopings positivos rebatidos cual cuestión de Estado, ni lesiones dudosas insidiosas ni astros mal combinados, veíamos jugar unas pelotas al Maestro –que con un toque o dos nos compensaba todos los pesares. El Clausura ’97 terminamos novenos. Pero el Apertura ’97 empezó bien y en la novena fecha íbamos invictos y segundos -a dos puntos de River.

El 25 de octubre se anunciaba, en el gashinero, el gran duelo FrancescoliMaradona. El primer tiempo terminó 0-1: no la veíamos ni dibujada. Cuando iba a empezar el segundo tiempo todos buscamos la imagen inconfundible del Gordo entre los que salían del túnel -y no estaba. Después sabríamos que, en el vestuario, él mismo había decidido un par de cambios.

-Sale Vivas y entra el Cani. Salgo yo y entra Riquelme.

Juan Román Riquelme era un pibe de 19 años que venía de Argentinos Juniors y había debutado en Boca meses antes: en esos días lo ponían de ocho, volante por derecha, y mostraba muy buenas maneras pero muchos bosteros de pro no soportaban su paso cansino, su escasa exhibición de garra: lo puteaban bastante -y ni Bilardo ni Veira lo bancaron mucho.

Pero era, probablemente, el único que podía reemplazar al Maestro: en la cancha, aunque suene sacrílego, Riquelme sería mucho más importante para Boca que Diego Armando Maradona.

Ese segundo tiempo vino bien: el primer gol de Boca lo hizo el Huevo Toresani casi de movida; el segundo, de cabeza, un nueve nuevo muy teñido de rubio: Martín Palermo, un pibe de Estudiantes. Cuando terminó el partido, Maradona festejó como loco y se desgañitó ante una cámara:

-En el primer tiempo River fue River y mereció ganar, pero en el segundo se les cayó la bombacha.

Fue su sutil epitafio. Aquel día no lo sabíamos, pero acababa de jugar su último partido oficial. En la semana recrudecieron rumores de doping e, incluso, algunos medios llegaron a contar que su padre había muerto. El Maestro se hartó y dijo que esa vez sí se iba -y, para sorpresa de todos, lo cumplió. Aquel día no lo sabíamos y, además, la atención de muchos estaba en las elecciones legislativas nacionales.

Después de ocho años de victorias tremebundas, el gobierno estaba perdiendo inesperadamente: las encuestas no lo preveían, pero Graciela Fernández Meijide le ganaba la provincia de Buenos Aires a Chiche Duhalde, la esposa del gobernador, por siete puntos. En el resto del país los resultados eran similares. Aquel día fue el final de la carrera del Maestro y fue, también, el principio del fin del menemismo.

 

*El texto original fue publicado por el autor en el libro Boquita.

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