Como en los días de Guardiola

Al fondo de la red

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Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)

1- El mensaje fue claro: somos campeones y queremos repetir. Así llegó el Barcelona más guardiolista de esta Nueva Era al Emirates Stadium. Luis Enrique apostó a la frescura de Piqué y Busquets para sostener el caos que los tres tenores armarían arriba. Rakitic, como todocampista, limpiaría cualquier indisciplina táctica de Alves e Iniesta fijaría marcas y así darle libertad a las galopadas de Alba.

2- Al frente tenían a un Arsenal distinto, maduro y decidido, dispuesto a desnaturalizarse y a olvidar los registros de vistosidad, y así emparejar una lucha a lo italiano. Como el Inter en 2010. Sólidos en defensa e imperdonables en ataque, para ello se encomendaban a la genialidad genética de Ozil y la multiplicación zonal de Ramsey. Giroud no podía perdonar, y el dominio estadístico de Cech vs Messi debía seguir, si querían tener alguna oportunidad en la serie.

Mascherano y Jordi Alba dejan todo para quedarse con la pelota ante el francés Giroud. Foto de Adrian Dennis / Agencia AFP / Vía NA

Mascherano y Jordi Alba dejan todo para quedarse con la pelota ante el francés Giroud. Foto de Adrian Dennis / Agencia AFP / Vía NA

3- Rodó el balón, y con él empezó otra presentación de dominio pleno de este Barcelona Rey de Europa. El guardiolismo no se olvida. Y menos cuando enfrentas a un bloque compacto de jugadores convencidos de una idea y atentos en las ayudas y en el repliegue. Cuesta mucho encontrar otra versión tan lejos de la posesión y comprometidos en defensa en los tiempos de Wenger. Pero, ¿quién criticaría los recursos utilizados para romper una maldición? El problema es que la maldición mutó y se convirtió en un Kraken de tres cabezas. Que te liquidará, por más que te esfuerces, por más que cubras cada centímetro de la cancha, siempre hallará la forma de vencer. Sin importar el apellido del Cancerbero de turno.

4- La imagen seria del Arsenal de la primera media hora se fue diluyendo en la ansiedad de quién está acostumbrando al roce del cuero, y de repente, se lo secuestran. El 4-4-2, que intentaba comerle los talones a Busquets se fue estirando, y perdiendo el norte del Plan A. De forma inteligente, Iniesta se fue a la misma línea del ‘5’ culé para el proceso de creación. Detrás de ellos dos, había otra batalla titánica entre Alexis, que descosía a Alves a través del físico y la gambeta, y Ozil, que exigía a un Mascherano superlativo. Y es que el argentino aún no olvida sus noches londinenses. Sacrificio pleno a las espaldas de Busquets, y apoyos en las bandas. Alba fue mucho menos de lo que siempre es. Y eso redujo en buena parte las apariciones ofensivas de Neymar que estaba solo luchando contra Chamberlain y Bellerín que lo retuvieron el tiempo que su humanidad les permitió.

El Barcelona te liquidará por más que te esfuerces, por más que cubras cada centímetro de la cancha, siempre hallará la forma de vencer. Sin importar el apellido del Cancerbero de turno».

5- Hay una característica que separa a este Fútbol Club Barcelona del de Guardiola, y es la capacidad de ajustarse al sufrimiento. Saben transformar los momentos negativos, en espacios letales hacia el contragolpe. Ser supremos en el juego de posición, y añadir como recurso el contraataque más letal del mundo es increíble. O te marean con un discurso posesivo de pases, o te inyectan el veneno letal de transitar 80 metros en 4 pases. Como en el 0-1. El corte de Piqué, la majestad de Iniesta, el Caño de Suárez, la absorción y habilitación de Neymar, y la pausa de Messi. El gol reflejó el proceso de evolución del equipo de Luis Enrique sin tocar el ADN del Barcelona.

6- Y el Arsenal compitió a un nivel de Semifinales de Champions y casi se embolsa una goleada en contra. No hay una mejor síntesis del partido que esa. Así es este Barcelona, que llega al tramo vital de la temporada con la Liga en el bolsillo, una final de Copa, y con los colmillos afilados hacia lo que resta de Champions. El 0-2 bastó para espantar los fantasmas del pasado. Ya no habrá supremacía de Cech. Y la maldición de Wenger seguirá su curso. Porque le tocó medirse a la dinastía, a los únicos que conocen el día y la hora de su derrota. No será su rival quien los venza, serán ellos mismos.

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