Por Santiago Tuñez
Tiene una mirada distinta sobre aquellos personajes que bombean violencia en los estadios y tejen influencias con sectores de poder. Lejos del abordaje desde la indignación momentánea, o los datos de las internas en cada tribuna, José Garriga Zucal habla de los barrabravas por una experiencia diagramada en vivo y en directo. Durante cuatro años, este investigador del Conicet y docente de la Unsam convivió con el grupo más duro de hinchas de Huracán. Conoció sus modos de vivir, entender la cultura del aguante y ascender más allá de los golpes.
De ese trabajo de campo tomó forma su libro Haciendo amigos a las piñas y un aprendizaje sobre los barras. “Fue una experiencia interesante, en la que busqué comprender ese mundo, y me sirvió para romper ciertos prejuicios. Uno imagina las barras de una manera y, cuando conoce cómo funcionan, se da cuenta de que algunas miradas que se tienen sobre este fenómeno son erróneas”, cuenta el antropólogo en una entrevista con De Fútbol Somos.
-¿Qué tipo de prejuicios pudiste romper? ¿Cuáles son las miradas erróneas que existen sobre los barrabravas?
–La primera es la relación directa que se establece entre barras y pobreza. Cuando uno empieza a indagar, enseguida se da cuenta de que no es así. El grupo social es mucho más heterogéneo de lo que uno piensa. En una barra conviven clases medias y populares. Entonces, eso llama la atención, porque uno tiene ciertos estereotipos. Y después, por ejemplo, se encuentra con estudiantes universitarios y trabajadores formales. Eso rompe con una imagen estereotipada. Y después hay otro punto interesante: uno imagina que la violencia los excluye del mundo social y, al contrario, los incluye. Es la herramienta que tienen para incluirse en una red de relaciones sociales.
-¿Y el hecho de estar en una barra qué beneficios sociales puede darles?
-Les da beneficios materiales. Participar de una barra tiene dos tipos de motivaciones. Una es vinculada al prestigio, la motivación y la búsqueda del respeto. En un mundo de relaciones sociales, eso es convertirse en un sujeto admirado, temido, respetado. Pero también hay muchas motivaciones materiales. Ser parte de una barra significa incluirse en una red de relaciones sociales que les consigue trabajo, ropa, plata, viajes… Sería un error pensar a las barras desde la cuestión moral; de que se pelean sólo por el prestigio y el honor del aguante. Y sería un error, también, decir que sólo se pelean por la plata. Las dos partes conviven dentro de las motivaciones de la barra. La cuestión de los recursos es mucho más importante en algunos grupos que en otros, y la moral también prevalece más en unos que en otros.
-¿El vínculo con la política también es una motivación para los barras?
-Hay relación entre las barras y los políticos, por supuesto. Aunque es cierto que, en los últimos tiempos, tiene menos importancia que hace 20 años. Antes las barras cumplían un trabajo que ahora no hacen tanto. Por ejemplo, antes hacían una pintada y la cuidaban. Y ahora lo hacen PyMes. Antes había una relación más directa entre los barras y los partidos políticos, o ciertos sujetos del mundo de la política. Esa relación en los últimos años ya no tiene la misma fuerza que décadas atrás.
«La violencia es la herramienta que tienen los barras para incluirse en una red de relaciones sociales”, analiza Garriga Zucal, después de haber convivido cuatro años con el grupo más duro de la hinchada de Huracán.
-¿Puede prescindir un club de una barrabrava? ¿Es posible?
-Por las condiciones actuales, es muy difícil. En el mundo de los clubes, los barras son un actor relevante. No digo que tengan la misma relevancia que hace 20 años, pero un presidente de un club me decía una vez: “Yo paso, pero ellos quedan”. Y es cierto, porque si vos te postulás a presidente de un club y ganás la elección, los barras son uno de los actores con el que vas a tener que negociar o instalar algún tipo de vínculo. Ellos tienen ciertas capacidades para hacerte imposible la administración de tu club. Uno puede no hablar con ellos, porque de hecho hubo algunos intentos, y algunos lo hicieron mucho tiempo. Pero hasta ahora no han sido efectivos.
-¿Cómo explicás que actualmente se juegue sin público visitante y haya más enfrentamientos entre barras que cuando iban las dos hinchadas?
-Nosotros decimos que la violencia está vinculada a la lógica del aguante. ¿Qué significa? Que hay que probar que uno se la aguanta violentamente; hay que pelearse contra un rival. Cuando la prohibición de hinchas visitantes hizo que los rivales no pudieran ir a las canchas, la lógica del aguante empezó a probarse entre las facciones internas de las barras. Lo que se modificó es el enemigo, pero no se cambió la lógica del aguante. Por eso, las luchas internas entre los barras se radicalizaron en el último tiempo. La medida tomada por el Estado también hizo una construcción simbólica del otro en términos negativos. Y no es sólo alguien que pueda cometer un acto de violencia, sino que todo otro es peligroso, por lo tanto debe ser excluido.
-¿Y creés que este análisis se tuvo en cuenta cuando se prohibió que los hinchas visitantes fueran a la cancha?
-Nada de esto se tuvo en cuenta. Porque sin con la medida de prohibir la entrada de los hinchas visitantes contribuís a derruir la lógica del aguante violento, de la construcción de que hay que matar al otro, puede ser una buena política. Pero fue una medida que se implementó desvinculada de otras políticas públicas. Y además, pasó de ser una medida coyuntural, a una medida estructural, cada vez más difícil de revertir.
-En una nota que te hicieron años atrás en el sitio Cosecha Roja, hablabas de que los barras y la Policía comparten la lógica del aguante, ¿cómo podrías explicar este punto?
-La lógica del aguante está difundida entre muchos actores. De hecho, todos tenemos alguna dimensión. En el mundo del fútbol, los policías funcionan con una lógica muy similar a la de los barras, con principios de ideas asociadas a mostrar que uno es el más respetado dentro de un territorio. Los policías actúan de formas muy localistas, mostrando que ése es su territorio y que en ese lugar se la aguantan. Y esas prácticas son muy similares a las de los barras.
-Se tomaron muchas medidas para terminar con la violencia en las canchas, pero la mayoría ni siquiera ayudó a bajar los niveles de violencia fuera o dentro de los estadios. ¿Por qué fracasaron?
-No hay ninguna política integral; eso es lo que falta. Falta una política que trabaje con todos los actores del mundo del fútbol, porque todos tienen distintas responsabilidades en la violencia. Y también está faltando una política a largo plazo. Veo muchas cuestiones espasmódicas.
-Dentro de la violencia en el mundo del fútbol, ¿qué responsabilidad tiene el periodismo?
-Tiene una doble responsabilidad. Por un lado, muchas veces contribuye a legitimar la violencia, al confundir folclore con violencia. Contribuye a la idea de legitimar que el mundo del fútbol es un mundo en el que la violencia sea posible. Y eso lo hace, por ejemplo, cuando confunde el fútbol con cuestiones bélicas. Las metáforas de “matar o morir”, “partido de vida o muerte”, que lo que hace es cambiar la lógica del espectáculo y ponerla en una lógica diferente, donde la violencia se posible. Y por otro lado, en algunos medios de comunicación hay una fascinación por algunos barras, admiración, que se mezcla con repugnancia. Están las dos cosas juntas.