Suena un hit en el Cilindro de Avellaneda. Comienza a bajo volumen en la popular y se pasea cada vez más fuerte por el resto de la tribuna. Llega a la platea baja y trepa también a la alta. Se escucha el alarido clásico de «brillará blanca y celeste, la Academia Racing Club». Retumban las palmas. Todas las manos, todas aplauden. ¿Todas las voces, todas cantan? No, faltan once voces de sentimiento por el club. Once voces de pasión por la política. Once voces de compromiso social.
Ya no se escucha al poeta Roberto Santoro. Tampoco a Alejandro Almeida, Dante Guede y el fotógrafo Jacobo Chester. Ni a Diego Beigbeder y Jorge Caffatti. A esa lista se suman Álvaro Cárdenas, Gustavo Juárez, Alberto Krug, Osvaldo Maciel y Miguel Scarpato. Ellos son víctimas de la última dictadura en el país. Y son, también, Los desaparecidos de Racing. Los protagonistas del libro escrito por Julián Scher. «Eran tipos que todos los días se levantaban soñando con construir un mundo más justo, pero que eso no les impedía en lo más mínimo ilusionarse con una victoria de la Academia el domingo», cuenta el sociólogo en una entrevista con De Fútbol Somos.
-¿Cómo surgió la idea del libro y qué te llevó a contar estas historias?
-El libro surge a partir de preguntarme por qué el fútbol, una identidad afectiva de tremenda importancia para millones de personas en estas tierras, había contribuido poco -o menos de lo que lo podría haber hecho- a la construcción de memoria, verdad y justicia. A diferencia del cine, la música, la literatura y el teatro, creo que el fútbol miró con frecuencia para otro lado, como si hubiera sido -al igual que toda la sociedad- víctima del accionar genocida. Desde las ganas de interpelar al fútbol y de apropiárselo como una herramienta para que más gente entienda qué es lo que pasó en el país aparecieron estas historias. Los clubes son entidades concretas a las que observo como víctimas del genocidio por haber tenido socios, es decir, miembros legales de una asociación sin fines de lucro, desaparecidos.
-Mientras investigabas y reconstruías las historias que aparecen en el libro, ¿con qué testimonios te encontraste y cuáles sorprendieron?
-Me encontré, antes que con cualquier otra cosa, con la enorme generosidad de todas aquellas personas que me abrieron las puertas de sus memorias para contarme decenas de historias. Sin el aporte de ellos, hoy no habría ningún libro. Y no podría quedarme con un testimonio en particular o con una historia específica; suelo decir que me quedan en la cabeza pequeñas historias dentro de cada historia. ¿Ejemplos? Roberto Santoro escapándose de su luna de miel para ir a ver a Racing con sus amigos o Alejandro Almeida, el hijo de la gran Taty, llevando a la cancha de Racing una gallina viva para cargar a los de River.
-¿Qué se puede entender y valorar de los hinchas de Racing sobre los que gira el libro?
-Son historias de vida. Es decir, relatos que no ponen el eje tanto en lo que ocurrió a partir de la desaparición, sino en lo que fue la vida misma de cada una de estas personas. Los textos, que de por sí son muy futboleros y tienen referencias a la pelota a cada paso, están construidos a partir de dos grandes ejes: la pasión por Racing y la pasión por la política o por el compromiso social. Lo que van a encontrar quienes lean el libro son historias de pasiones, que es lo que nos vuelve personas. El objetivo de humanizar las historias. O sea, de comprenderlas en profundidad.
-En la presentación que se hizo en Deportea, Luciano Aued dijo que el libro que lo había atrapado y fascinado. ¿Recibiste comentarios de otros jugadores?
-Sí, otros jugadores también se mostraron entusiasmados con las historias. Aued expresó una gran sensibilidad en la presentación y demostró que la disociación directa del jugador de fútbol con la lectura o con la historia o con el compromiso está muy ligada a los prejuicios. Mauro Navas (ex jugador de Racing y actual miembro del cuerpo técnico de Rodolfo Arruabarrena), por poner otro ejemplo, participó de la segunda presentación, que fue en la Casa de la Militancia-ex ESMA.
-¿Qué significa haber tenido el apoyo de Taty Almeida y Tota Guede, dos símbolos de las Madres de Plaza de Mayo?
– Fue un honor y un placer contar con el apoyo de ellas. Desde el primer momento, estuvieron a disposición y se pusieron contentas con una manera «original» de presentar las vidas de sus seres queridos. Son símbolos de esta histórica pelea por memoria, verdad y justicia y, de alguna manera, ratifican que no fue en vano el trabajo de estos años para generar estos textos.
Dentro del mundo del fútbol, que a veces suena como algo abstracto, los clubes son entidades concretas a las que observo como víctimas del genocidio por haber tenido socios, es decir, miembros legales de una asociación sin fines de lucro, desaparecidos», asegura Julián Scher.
-¿Qué aportes creés que hizo el fútbol hasta ahora sobre la memoria de los hinchas desaparecidos?
-Hizo algunos aportes valiosos. Clubes como Argentinos Juniors, All Boys, Defensores de Belgrano y Gimnasia realizaron homenajes importantes que sentaron precedentes. Debe haber otros clubes que hicieron cosas y yo no conozco. Racing, por ejemplo, en los últimos años emitió comunicados todos los 24 de marzo y, este año, desplegó en su sitio oficial un pequeño reconocimiento a Roberto Santoro. También fueron muchas las instituciones deportivas que se manifestaron en contra del aberrante fallo de la Corte Suprema. Sin embargo, pienso que los clubes tienen todavía mucho por hacer y que, como futboleros que somos, es un desafío intentar que colaboren más activamente en esta pelea.
-Si bien es un libro que habla del pasado, ¿cómo se enfoca en este momento del país? ¿Cuáles son las consecuencias siguen presentes en nuestra sociedad?
-Hablar de genocidio no es sólo hablar del pasado, porque la acción genocida sigue teniendo consecuencias en el presente. Por un lado, porque se cometieron delitos de lesa humana, que son delitos que no prescriben. Y no prescriben porque continúan cometiéndose en cada segundo de cada día: mientras los desaparecidos sigan desaparecidos, y mientras haya nietos que caminan por las calles sin conocer su verdadera identidad, los delitos se seguirán cometiendo. Por el otro, porque la disputa por cómo representamos como sociedad lo que sucedió conserva plena vigencia -lo que teóricos como Daniel Feierstein llaman «realización simbólica del genocidio»-. La muestra más clara de esto es que incluso aquellos que sostienen que esta cuestión tiene que ver con el pasado no abandonan sus intentos de poner en discusión la cantidad de desaparecidos. Como lamentablemente venimos comprobando, las nuevas y las viejas teorías de los dos demonios permanecen al acecho tratando de recuperar un protagonismo que de ninguna manera permitiremos que retomen. Y es justamente por eso que vale la pena construir una y mil herramientas para decir que fue un genocidio y que son 30.000 los desaparecidos.