El bache metafísico (Parte II)

A un toque

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Son días inestables en la vida de Claudio Borghi. Dijo el lunes: «No tengo idea si voy a ser el técnico contra River». Un día después, pisó el freno y confesó: «Sueño con seguir siendo el DT de Boca hasta junio». ¿Cómo entender su vaivén psicológico? Quien mejor lo hizo fue Tomás Abraham. Allá por 1989, en una inolvidable crónica publicada en Página 12, analizó el «complejo caso Borghi». Por esos días,  Bichi tenía la camiseta de River en su cuerpo. Y el filósofo aportaba una definición acertada. Vigente en estos tiempos. «Es un rebelde. Pasea por toda la cancha. Se queja por lo que le pasa a su alrededor. No sabe lo que le pasa él mismo».
Desde un rincón del Monumental, Abraham también disfrutaba de los trucos futboleros de Borghi. «Cuando en un metro cuadrado un jugador es capaz de hacerla de goma, amasarla, esconderla, mostrarla, y metérsela por atrás, mientras el otro no puede más que seguir con las piernas abiertas, clavadas en el pasto, asistimos al mayor de los espectáculos del fútbol argentino: se llama gambeta, el firulete erótico que levanta la tribuna».
Claro que, en ese partido contra Platense, Borghi se hundía en un bache. «El bache metafísico», tal como se titulaba la nota de Abraham. «La tribuna regocijada se vuelve a sentar y, Borghi, se desenchufa. Mientras el partido prosigue su ritmo normal, y pasan los minutos -el vaivén monótono de la pelota que va y vuelve de un campo a otro-, percibimos entre los hombres de ambas camisetas el flotar de un jugador que con el paso en extremo lento y las manos en la cintura observa el partido. Es Borghi, se ha quedado parado, cayó en un bache. Pero lo que caracteriza a este jugador, y lo ha demostrado una vez más en el partido del sábado, es el particular modo en que vuelve a enchufarse. Lo vemos trotar aún inmerso en su dimensión autista, acompañando a un jugador de Platense que traslada la pelota. Borghi se acerca y lo barre con un guadañazo entre la canilla y el tobillo».
Al cabo, Bichi era expulsado por esa patada. Y Abraham concluía: «Sería apresurado y probablemente equivocado juzgar y condenar a Borghi por una actitud indolente. La indolencia es por lo general un fenómeno multivoco que sólo los puritanos califican de vagancia. Estimo que el bache de Borghi me hace pensar en el punto de ruptura en Hölderlin se llama límite. Esta fisura marca el instante en que obra y locura se cruzan aunque no se encuentran».

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