AQUELLOS AÑOS EN EL GRÁFICO

A un toque

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Por Beto Tisinovich (@BeteTisinovich)

El Gráfico cumple 100 años y, si bien no está en formato de revista, sigue apareciendo entre todos aquellos que la han leído y hemos trabajado en su redacción. A mi modesto entender, el eslogan de la Biblia del Deporte no es otra cosa que decir una verdad. Fue, es y será así.

Mi paso por la editorial Atlántida fue desde septiembre de 1990 hasta abril del ’96, cuando me fui a Olé. En ese tiempo me formé del todo como periodista, al estar rodeado por apellidos ilustres que marcaron y dejaron una huella en todos nosotros. Julio César Pasquato, que firmaba con el seudónimo de Juvenal, Osvaldo Ricardo Orcasitas (O.R.O) y Natalio Gorín ya no están presentes, pero fueron nombres fuertes en el ambiente de la gráfica. Daniel Arcucci (hoy en Fox Sports) y Adrián Maladesky (Clarín) ya estaban consolidados y eran el recambio para que la revista siguiera la misma línea con Aldo Proietto como Director, tras la salida de Ernesto Cherquis Bialo.

Con todos ellos uno aprendió a tomar más pasión por lo que hacía. Desde el martes, en el que se hacían las designaciones, hasta el cierre en la medianoche del domingo, estaba mentalizado en el partido que debía cubrir para que, pasara lo que pasara, hubiese algo preparado para que nada lo sorprendiera. Había que tener siempre algo en la “parrilla” o seguir una historia. Las producciones que se hacían, tarde o temprano salían en la revista. Podía ser en esa cobertura del día del evento, o quedaban y se actualizaban para los cierres del primer pliego, que eran entre martes y miércoles.

Alphonse Tchami posa con la camiseta de Boca en El Gráfico. Uno de los momentos vividos por Beto Tisinovich.

Todos sabíamos a lo que se apuntaba. Cuando yo entré, ya tenían su recorrido en El Gráfico especialistas como Carlos Rodríguez Duval (fútbol), Carlos Irusta (boxeo), César Litvak (tenis) y Lucho Hernández (automovilismo y tenis). Y redactores que hoy siguen vigentes como Daniel Galoto, Daniel Roncoli, Alfredo Alegre, Gonzalo Abascal y Hugo Suerte. Más un grupo de pibes que venía empujando, como Matías Aldao, el Chino Martínez, Leo Burgueño, Guillermo Gorroño y Martín Casullo. Luego, llegaron Miguel Ángel Rubio, Pablo Vignone, Elías Perugino, Alberto Cantore y Diego Borinsky.

A mí costó casi un año adaptarme. Porque, si bien había trabajado en Sólo Futbol, estaba más vinculado a la radio. Era algo muy diferente escribir en El Gráfico que en cualquier otro medio. Mucho vuelo, mucha data y, también, conocimiento de la noticia y/o del personaje. A eso había que agregarle una producción y siempre tener en cuenta que la mayor parte del público recién iba a leer la revista el martes. Debía mantener actualidad, a pesar de que el último punto de los textos fuera 48 horas antes.

Cada semana motivaba pensar el encuentro que te tocaba. Siempre se buscaba sorprender. Tuve el privilegio de hacer varias e importantes producciones. La de Roberto Acuña con un Toro, que era su apodo, para mí fue impresionante. Subir a Calderón y Mazzoni arriba de una pala mecánica llena de pelotas, también. Un personaje que se prendía siempre era Alberto Márcico. Desde su llegada a Boca fue un jugador predispuesto a todo. Cuando nació el apodo de El Beto Mágico, lo vestimos de mago y hasta trajimos conejos. A él le daba impresión agarrarlos y un asistente se los tenía para que todo quedara perfecto.

Otra moda de El Gráfico era ponerle la camiseta a los nuevos refuerzos. Desde Caniggia con la de Boca, o cuando Gareca pasó de Vélez a Independiente, o con Gamboa de River a Boca. La más graciosa que me tocó fue la de Alphonse Tchami cuando llegó al Xeneize. Ocurrió un sábado a la mañana y paró en un hotel de Diagonal Sur, muy cerquita de la Plaza de Mayo. Era imposible el diálogo, porque el camerunés hablaba francés y no había traductor. A pesar de todo le pusimos la casaca, y la foto cuando yo se la entregué fue la tapa de Crónica de la tarde y figuré como “un dirigente” del club de la Ribera.

El paraguayo Roberto Acuña, en otra de las producciones recordadas por Beto Tisinovich de sus tiempos en El Gráfico.

Nos involucrábamos tanto que participábamos de las producciones, como cuando en las canchas auxiliares de Vélez, junto a Miguel Ángel Rubio, tuvimos que patearle penales a Chilavert. No le metimos ni uno porque el arquero debía agarrar la pelota en pleno vuelo. Igual, no le hubiésemos metido ningún gol, ja. Para todo esto también había que tener la complicidad de los fotógrafos, que en ese tiempo eran muy futboleros y amantes de los deportes. Eduardo Forte, Aldo Bacca, Fabián Mauri, Gerardo Horovitz, Alejandro Pagni, Marcelo Figueras, Mario Paganetti, los hermanos Mosteirín, Gerardo Prego y Alejandro del Bosco, entre tantos grandes profesionales.

El Gráfico era y es una marca registrada. Salir en sus páginas le daba trascendencia al personaje y al periodista, notoriedad. La frase “lo leí en El Gráfico” era como una certificado de garantía. Además, para mis compañeros y para uno mismo era empezar a tener prestigio. Conocías gente importante de todo nivel. Desde Maradona a Joao Havelange, el ex presidente de la FIFA. El Gráfico fue una gran parte de mi vida y me sirvió para lo que vino después. Ahí aporté mí experiencia, y aprovechando el estilo revisteril, lo apliqué al Suple Ascenso, el mejor producto de la historia de Olé.

Por eso, estoy agradecido a la profesión, ya que trabajé en la mejor revista de la historia en Argentina y en el único diario deportivo del país. Pero El Gráfico me marcó para toda la vida y siempre lo extrañaré.

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