EL LADO HUMANO DE MOURINHO Y SUS SEIS REGLAS COMO ENTRENADOR

A un toque

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Por Santiago Tuñez

Volvió. Así es, José Mourinho está de regreso en la Serie A. Ya no se lo ve en el Inter, como en aquellos dos años fantásticos que incluyeron la obtención de la Champions League en 2010. Ahora dice presente a casi 600 kilómetros de allí, en la capital italiana. El DT portugués domina el timón de la Roma y tiene en claro las coordenadas de su destino: recuperar el orgullo, poner el cuerpo en la batalla y, de ser posible, acabar con los 20 años que el equipo giallorossa lleva sin lograr el Scudetto.

Como escribió el periodista Manu Escuder en la Revista Panenka, «la unión entre el cuadro romano y su nuevo referente invita al optimismo. O como mínimo, a la curiosidad». Y hay más efectos colaterales de esta conexión, tal como publica el medio español: «El broche final lo pone la ciudad. Roma es el escenario idóneo para recurrir a la mística, para alentar a los tuyos y para crear espectáculo. Y pocos son más hábiles que el portugués en todos estos campos».

A los 58 años, Mourinho navega por esas aguas. En su manual habitan los mensajes directos a los futbolistas. Las convicciones que definen su ADN. Y sus seis reglas innegociables. Esas que explica en El manual del juego, lecciones de vida de un entrenador, la serie producida por LeBron James -ícono de la NBA– y disponible en Netflix. «Intenté ser futbolista, pero no era tan bueno como debía serlo. En cambio, desde joven sentí que tenía un talento especial para ser DT», dice el portugués.

Entender a tu audiencia es la primera regla de Mourinho. Y desde ahí recuerda su ciclo en Porto, iniciado hace casi 20 años. «Mi sensación era que el equipo sólo podía empeorar», señala en la serie. Su trabajo de scouting en las inferiores del club lo llevó a buscar «jugadores con agresividad, sacrificio y un profundo sentimiento por el club», tal como reclamaban los hinchas. Al cabo, los encontró y comenzaron a llegar los resultados positivos. «No era un plantel de estrellas de cine, pero teníamos un deseo salvaje de ganar. La gente se enamoró otra vez», destaca Mou.

La temporada 2002-03 fue legendaria para el Porto: logró la Liga, la Copa y la Supercopa de Portugal, junto con la Copa UEFA. Poco después viajó hasta los octavos de final de la Champions League. Faltaba el sorteo para conocer al rival y, entonces, el DT puso en marcha su segunda regla: si estás preparado para lo peor, entonces estás preparado. Pese a que el Manchester United era el favorito al título, quería tenerlo mano a mano en esa fase. «Pensé que si nos tocaba enfrentarlo, mis jugadores se sentirían decepcionados. Entonces, empecé a generar una atmósfera donde desearan al Manchester. Y cuando nos tocó como rival, todos saltaron», celebra sobre aquel método.

Después del triunfo 2 a 1 como local, Porto fantaseaba con el pase a las semis de la Champions. La revancha, en Old Trafford, empezó a complicarse después del gol de Paul Scholes. Así, el equipo portugués se despedía del torneo. «Me arriesgaré cuando sienta que es el momento adecuado», analizó Mourinho. Y cuando el silencio dominó el estadio, desempolvó otra de sus reglas: el ataque del indefenso. Los Dragones Azules presionaron a su rival y empataron en el cierre, tras un rebote aprovechado por Costinha. Fue la clasificación soñada y el embarque hacia un vuelo que terminó con el título europeo, después de ganarle al Mónaco 3 a 0 en la final.

La Champions League obtenida en 2004 fue el broche perfecto para el ciclo de Mourinho en el Porto.

Ya como DT del Chelsea, Mourinho fue suspendido por dos partidos en la Champions League 2004-05. No podría estar en el vestuario, tampoco en el túnel, y menos aún en el banco de suplentes contra Bayern Múnich por los cuartos de final. Algunas reglas se hicieron para romperse, es otro de sus seis métodos. En efecto, estuvo desde temprano junto a sus futbolistas en el vestuario y, cuando la seguridad de la UEFA quiso encontrarlo, se escondió en un canasto de ropa sucia. «Lo que hice fue algo que no me enorgullece, porque no respeté las reglas. Pero estoy orgulloso de eso como líder. Me enorgullece como amigo de mis jugadores», recuerda sobre esa escena.

Sus seis títulos en el club londinense lo llevaron al Inter. En el primera temporada mostró sus credenciales y el equipo neroazzurro logró el Scudetto en la Serie A y la Supercopa italiana. Mourinho rebosaba de felicidad. «Sentía que la conexión con los jugadores», recuerda. Y cuando el Inter buscaba obtener la Champions League después de 45 años, el DT recibió un ofrecimiento irresistible desde el Real Madrid. ¿Qué hizo? Siguió su quinta regla: el tren no para dos veces.

El abrazo con Javier Zanetti, después de lograr la Champios en 2010; un título esperado por el Inter durante 45 años. Foto de Shaun Botterill / Getty Images Europe / Vía Zimbio.

«Desde el comienzo de mi carrera tenía el sueño de ganar el campeonato en las tres ligas más grandes de Europa. Lo hice en Inglaterra, en Italia y supe que debía intentarlo en España», afirma Mou en la docuserie. Ni la conquista de la Champions, justamente en el estadio del Madrid, lo corrieron de su próximo destino. Tanto, que eligió no volver a Milán para los festejos del título. La despedida incluyó un abrazo conmovedor con Marco Materazzi, que estaba solo fuera del estadio: «Lloramos los dos. No dijimos nada. No recuerdo ni una sola palabra».

-Entrenaste algunas de las estrellas más grandes del mundo-, le recuerdan a Mourinho en otra última parte de Cuadernos de Entrenador.
-Sí.
-Los más grandes, Ronaldo, Ibrahimovic, Drogba, personas que, por su gran talento, sienten que pueden hacer todo a su manera todo el tiempo…
-Si no puedes entrenar a los grandes jugadores, no puedes entrenar a nadie. Es muy importante que un DT entienda que no les enseñarás a jugar al fútbol. No vas a enseñarle a Cristiano a patear un tiro libre; no vas a enseñarle a Ibra a parar la pelota con el pecho y no le enseñarás a Drogba a atacar el primer palo y hacer un gol de cabeza. Vas a enseñarles a jugar al fútbol en ese equipo.

En ese diálogo, el portugués deja en claro su sexta regla como DT: no entrenes al jugador, entrena al equipo. Y ese método da paso al detrás de escena de la final de la Copa del Rey en 2011, cuando ubicó a Cristiano Ronaldo como número 9. «Hay veces que deben moverse las piezas del ajedrez para crear la mejor solución para el equipo», sostiene. Y el gol de la consagración llegó, precisamente, con un cabezazo de CR7 tras un centro de Di María. «Son jugadores talentosos, especiales, pero sin un equipo no pueden expresar todo lo que tienen. Todo se trata del equipo», insiste Mou.

«Quizás algunos no estén de acuerdo con mi opinión, pero no se trata de eso. Para mí, el concepto de equipo es una de las cosas más hermosas», continúa en la docuserie. Y concluye: «En todas mis experiencias en el fútbol está el lado humano: el equipo, un hermano, la familia. Y, para mí, esas son las cosas que quedan para siempre».

 

 

 

 

 

 

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