Estilo Zandoná
«El jugador debe ser recordado por algo; sea bueno o malo». Flavio Zandoná diseñó su carrera futbolera con ese lema. Alguna vez, atrajo los reflectores por su pegada potente desde lejos. Y una noche de octubre, allá por 1995, también captó las luces de las cámaras por una trompada brutal a Edmundo. El lateral de Vélez no soportó un cachetazo del brasileño, en medio de una derrota contra Flamengo por la Supercopa, y reaccionó con furia. Devolvió la agresión con un cachetazo y una trompada tremenda. Tanto, que el delantero quedó nocaut en el césped. Hasta le provocó un corte en una ceja. Y quien también adhirió al lema de Zandoná fue otro defensor argentino. Este fin de semana, Juan Manuel Insaurralde tomó los guantes y fue un boxeador en la liga griega. El ex Boca, actualmente en Paok, castigó a Delvin Ndinga. A la espera de un córner, midió al futbolista de Olympiacos y le dio un duro golpe. Era para tarjeta roja. Sólo vio la amarilla. Un castigo leve para el chaqueño.
La leyenda continúa
Tenía 18 años y el cuerpo envuelto en una camiseta. El asombro en los ojos que contemplaban el movimiento de los hinchas. Y la emoción en cada palabra expresada al periodista Fernando Pacini, después del triunfo contra Unión 2 a 0. «Esto es impresionante, no se puede creer. Es un sueño», confesaba Juan Román Riquelme. Era el broche de su estreno en Primera. Su salida a escena en la Bombonera. Y de fondo, sonaba la letra de un grito que, tiempo después, se transformó en un hit futbolero. Hoy volverá a escucharse en el estadio xeneize y musicalizará un momento inolvidable de su vida en azul y amarillo. Otro hito. Su partido número 200 en la Bombonera.
Ese domingo 10 de noviembre de 1996, Riquelme cristalizó su fantasía. Dejó su lugar en la tribuna y bajó al tablero verde. Ya no veía a Navarro Montoya y Latorre, entre otros nombres de aquel equipo, desde la segunda bandeja de Casa Amarilla. Ahora recibía sus pases y soltaba una asistencia deliciosa en el segundo gol del Negro Cáceres. La ovación indicó su camino al vestuario y la ruta que, de ahí en más, recorrió en la Bombonera. De aquel adolescente de Don Torcuato al futbolista de 35 años que se hizo un nombre y esta noche intentará darle protección a su DT preferido. Continue Reading
El arte del fútbol
Murió. A los 90 años, Carlos Páez Vilaró dijo adiós en Casapueblo, su obra más emblemática. Pintor, escultor, muralista, escritor y compositor, dejó su trazo en ambas orillas del Río de la Plata. Puede verse en Punta Ballena y Tigre, donde tenía su casa taller-argentina. Y su manera, el artista también impuso su marca en el fútbol. Antes del Mundial Sudáfrica 2010, envió al Maestro Tabárez una pelota pintada con un sol y una bandera uruguaya, a la que le atribuyó características de talismán para la selección. La pelota rodó antes del empate contra Francia y los triunfos con Sudáfrica, México, Corea del Sur y Ghana. No ocurrió lo mismo en las semis frente a Holanda y el cuarto puesto con Alemania, y la Celeste perdió ambos partidos. El talismán quedó en el archivo de los buenos recuerdos.
Fútbol champagne
Domingo luminoso de verano, con el cemento del Monumental adornado por unos 40 mil hinchas. Y el tablero verde, prolijo y radiante, a la espera del movimiento de la pelota. «Una tarde para el espectáculo», pensó Carlos Bilardo, después de su charla táctica. Y aguijoneado por un comentario del Loco Gatti, que había apuntado contra sus equipos por «no jugar bien», diseñó una coreografía insólita. El Doctor salió al césped con una botella de champagne en un balde con hielo, una mesa y un radiograbador. Relajado como pocas veces en su vida, se sirvió una copa antes del partido y la tomó. «Vengo a disfrutar del fútbol champagne», señaló en tono de sorna. Delante de los fotógrafos y los camarógrafos, brindó por su show. El show del fútbol.
Ocurrió hace diez años, en un cruce contra River por el torneo Clausura. El DT de Estudiantes se llevó todas las miradas y las risas con sus burbujas. Pero, al final del primer tiempo, estuvo cerca de ser detenido por una fiscal de instrucción porteña. ¿El motivo? «Incitar al consumo de alcohol en un espectáculo deportivo». Entonces, el DT de Estudiantes se defendió y soltó su frase célebre. «Tengo 50 años de cancha, señorita. Esto no tiene bebida alcohólica, tiene Gatorei (sic)». La discusión siguió y un grupo de policías quiso llevarse a Bilardo por la fuerza. «La fiscal (Claudia Barcia) era pura prepotencia, pero yo no tenía champagne en la botella, sino Gatorei (sic) con agua. Se creen que soy un Carlitos para llevar alcohol a un campo de juego», remarcó con su habitual verborragia. Continue Reading
Elige tu propia historia
Sus dedos se deslizan por el teclado de la computadora y le ponen palabras a recuerdos eternos. Mientras escribe, su cerebro recopila un gol gritado con pasión, el beso interminable a la camiseta, una vuelta coronada de gloria. Las imágenes son infinitas en el inconsciente de Norberto Alonso. Pasan a toda velocidad en el ecosistema del Monumental. El hábitat natural en el que dio el salto y se convirtió en el tótem de los hinchas de River. A los 61 años, el Beto atrae el fanatismo del planeta millonario por el título que perforó la cadena de 18 años sin festejos, los dos goles a Boca en la Bombonera, la primera Copa Libertadores en la historia del club y el pase justo a Alzamendi para levantar la Intercontinental al cielo de Tokio. Alonso está unido a River por su pasado y su presente como asesor del presidente Rodolfo D’Onofrio. Y como símbolo millonario, protagoniza un nuevo spot del sitio oficial. Con la dirección de Federico Peretti, el Beto invita a los hinchas a escribir a su historia en el Monumental. Todo está listo para que le pongan palabras a su relato. Alonso, por lo pronto, ya lo hizo de camiseta, pantalón corto y botines.
El reino del revés
El imaginario colectivo lo observa con ojos desconfiados sobre el tablero verde. Cuando Pepe sale a la marca de un rival, los hinchas de Real Madrid y otros equipos piensan en un cruce brutal, con patadas, planchas y otro tipo de agresiones. Ya lo sufrió, por ejemplo, Francisco Casquero, a quien le cometió penal, pegó en un golpe en el tobillo y le pisó la espalda. Entonces, recibió diez fechas de suspensión, el máximo castigo a un futbolista de Real Madrid en la historia de la Liga española. El killer del área también dejó la marca de sus botines en una mano de Lionel Messi. «De Pepe habrá que hacer un video con sus imágenes y patadas«, sugirió, alguna vez, Tito Vilanova, ex DT de Barcelona. Y esa cinta, de ahora en más, tendrá que incluir un momento lujoso del defensor portugués. Magia inesperada. A la espera del choque contra Atlético de Madrid por la Copa del Rey, se hizo cargo de la pelota y trazó un caño entre las piernas de Cristiano Ronaldo. Una perla increíble. El defensor saltó y festejó su obra. Tenía que ser así. El entrenamiento del Madrid fue, por un día, el reino del revés.
Creo en vos
«Ya lloré todo lo que tenía que llorar. Ahora estoy con mucho ánimo y decidido a poner buena energía para recuperarme». Radamel Falcao García levantó los ojos del piso y soltó un mensaje optimista en el hospital Ordem de Trindade, de Oporto. Sólo habían pasado dos días desde su operación en el ligamento anterior cruzado de la pierna izquierda. Y apoyado en muletas, recorría sus primeros metros para volver a ser. «Las posibilidades están y esa es mi esperanza», enfatizó el goleador colombiano, a la hora de tomar impulso rumbo al Mundial. Y el doctor Gérard Saillant, que participó de la cirugía, encendió aún más esa ilusión. «Si la cosa no se complica y se hace bien la rehabilitación, puede estar en Brasil», destacó el médico. Las palabras de ambos protagonistas extinguieron la tristeza en Colombia. Lejos parece haber quedado el dolor y la incertidumbre por la lesión del delantero, autor de nueve goles en las últimas Eliminatorias. Hay un pueblo que confía en su evolución en plazos vertiginosos. Cree en sus palabras. Cree en Falcao.