Murió. A los 90 años, Carlos Páez Vilaró dijo adiós en Casapueblo, su obra más emblemática. Pintor, escultor, muralista, escritor y compositor, dejó su trazo en ambas orillas del Río de la Plata. Puede verse en Punta Ballena y Tigre, donde tenía su casa taller-argentina. Y su manera, el artista también impuso su marca en el fútbol. Antes del Mundial Sudáfrica 2010, envió al Maestro Tabárez una pelota pintada con un sol y una bandera uruguaya, a la que le atribuyó características de talismán para la selección. La pelota rodó antes del empate contra Francia y los triunfos con Sudáfrica, México, Corea del Sur y Ghana. No ocurrió lo mismo en las semis frente a Holanda y el cuarto puesto con Alemania, y la Celeste perdió ambos partidos. El talismán quedó en el archivo de los buenos recuerdos.
La simbiosis de Páez Vilaró con el fútbol no terminó ahí; siguió tiempo después. En una carta, Tabárez le pidió que pintara un mural de dos mestros y medio de largo, por casi dos metros de ancho, en la concentración del seleccionado. El artista rechazó la propuesta de honorarios y le dio forma a la producción en Casapueblo. Y desde octubre pasado, el mural se destaca en el living del Complejo Uruguay Celeste. La obra muestra una hinchada alentando a los jugadores de la selección, entre ellos Obdulio Varela, el legandario capitán uruguayo. «Al Maestro Tabárez, desde la tribuna», dedicó Páez Vilaró. El hombre que hizo arte futbolero.