La vida diaria era complicada en las calles de La Castellane. Existían miles de relatos con historias de delincuencia y drogadicción. Allí, en los alrededores de Marsella, el hijo de una pareja de argelinos se alejaba de esos problemas y horneaba su talento con la pelota. Una, dos, tres… cientos de veces le pegaba con la derecha y, muchas más, con la izquierda. Y una noche de mayo de 2002, las horas de ensayo se cristalizaron en un gol inolvidable, con título incluido en la Champions League. Zinedine Zidane facturó el centro de Roberto Carlos y su volea tuvo destino de ángulo. «¡Viva la madre que te parió!», gritó el relator español Manolo Lama. El Ultimo Elegante, menos histriónico, explicó el detrás de escena de ese golazo. «Desde muy pequeño he trabajado con la zurda una y mil veces. Me esforcé al máximo por vencer las limitaciones de mi propia naturaleza. Trabajé a fondo contra la naturaleza». Pasaron 12 años desde aquella perla, desde esas palabras. Real Madrid ganó su décima Champions League, pero la obra cumbre del «Nijinsky con botas de taco», tal como lo definió el periodista Santiago Segurola- permanecerá en la memoria futbolera. Ahora y siempre.