LA LEYENDA CONTINÚA

A un toque

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Todo está guardado en la memoria de Ricardo Villa. Su aterrizaje en Tottenham, junto con Osvaldo Ardiles, después de haber logrado el Mundial ’78. También, los primeros días sin comprender las noticias en inglés, ni los conceptos del entrenador Keith Burkinshaw. Y por supuesto, su vida en Londres durante la guerra de Malvinas y el apoyo de los hinchas al grito de «¡Argentina, Argentina!». Sin embargo, hay un gol que desborda esas postales de su diario personal. Un gol que aún acelera los latidos en White Hart Lane. Un gol legendario.

El recuerdo pide permiso en la sala de espera para el cruce entre Tottenham y Manchester City, por los cuartos de final de la Champions League. Claro, aquel grito célebre ocurrió en la definición de la FA Cup que ambos equipos jugaron en 1981. Los Spurs habían conseguido el ticket a esa instancia, luego de ganarle a a Wolverhampton 3 a 0 en semis, con un zurdazo quirúrgico de Villa. Era, entonces, el tiempo de consagrarse en el torneo más antiguo de la historia del fútbol. La hora de cristalizar el objetivo y aportarle al club el sexto título en esta competición.

La final de ida terminó 1 a 1, con una producción mala del volante argentino, que fue reemplazado en el segundo tiempo y viajó directo al vestuario de Wembley. En cambio, la revancha devolvió una versión magnífica y lo coronó de gloria. Aquel 14 de mayo de 1981, Ricky puso en ventaja a Tottenham, al empujar un rebote que quedó en el área tras una jugada iniciada por Ardiles. MacKenzie y Reeves dieron vuelta la historia para Manchester City, pero Crooks firmó el empate y les dio ilusión a los fanáticos de los Spurs. Quedaban 20 minutos para el cierre del partido.

Ahí, Villa se hizo cargo del cuero redondo y comenzó a diseñar una jugada inolvidable. «La tengo grabada en la memoria, porque fue el mejor partido de mi vida. Tomé la pelota y pensé que había que ir hacia el arco. Eran 30 metros y el Flaco Menotti siempre decía que en esa zona hay que generar y crear situaciones, porque todo el mundo se queda esperando… Y no lo pensé, se cruzaron varios rivales, los gambeteé, llegué al arco y convertí el gol», recordó el argentino, allá por abril de 2011, en una entrevista con el diario As. «Yo era un jugador raro, porque me gustaba gambetear y hacer cosas distintas aunque no me salieran», agregó.

Ese gritó sonó fuerte en Inglaterra y le dio a Tottenham la FAP Cup. Y sus efectos no terminaron ahí. Fue nombrado el mejor gol del Siglo XX en Wembley y le permitió a Villa ingresar en el Salón de la Fama del club londinense junto a Ardiles. Y hoy, casi 40 años después, los hinchas de los Spurs se pasean con una camiseta que mezcla su cara con una imagen del Che Guevara. La leyenda de Ricky sigue intacta. La leyenda continúa.

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