ESAS LÁGRIMAS DE EMILIANO MARTÍNEZ

Al ángulo

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Por Alejandro Ansaldi / Para La Prensa

Las lágrimas de Emiliano Martínez mojaron el fin de semana la memoria de los ya veteranos hinchas de Independiente, que supieron de sus condiciones allá por el año 2009, pero no lo pudieron disfrutar en el arco del Rojo ni un solo partido en Primera. Entonces, Martínez era un pibe y se lucía en el seleccionado argentino sub 17, motivo suficiente para que se lo llevaran de forma precoz por 500.000 euros al fútbol inglés.

El caso del flamante arquero campeón de la FA Cup con el Arsenal (le ganó el sábado la final del torneo al Chelsea 2-1 y copó las pantallas y los diarios de nuestro país) es uno más de los miles de los futbolistas que juegan en el exterior y que tan poco pudieron lucir sus talentos en canchas argentinas. Reflexión: habrá que hacer autocrítica o resignarse porque las vaquitas, también en el fútbol, son ajenas aunque hayan nacido en nuestros campos.

En momentos en que las estadísticas, los números y los algoritmos lo explican casi todo, el último informe de AXEM (Futbolistas Argentinos por el Mundo, la plataforma que hace un rastreo inédito y minucioso de los jugadores criollos que recorren el planeta) es lapidario. En su reciente censo prepandemia, allá por diciembre de 2019, los resultados fueron asombrosos: los colegas descubrieron que ya había registrados 2.965 jugadores y jugadoras (61 chicas en el desglose) en el exterior. Mientras que dejaban fuera del conteo todos los pases que se estaban cerrando en enero. Es decir que ahora, con la crisis que golpea al planeta, pero más aún al tercer mundo, es fácil intuir que ese número debe haber aumentado.

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Hace muchos años, para que un futbolista argentino llegara a las grandes ligas de Europa, debía hacer el siguiente recorrido: destacarse en un club chico, luego ser comprado por uno más grande, más tarde ser convocado a la Selección para, allí, sumar buenas actuaciones. Recién entonces los poderosos del Viejo Continente podían llegar a fijarse en las promesas de acá. Pero el tiempo pasó y nos fue peor. Aquel circuito se rompió. Para llegar a Europa (o Asia, o Norteamérica, con Centroamérica o a cualquier lado), alcanza con un buen representante y haberse destacado en las divisiones inferiores de un equipo cualquiera, sin haber pasado por la madurez física, psíquica, etc. Y sin haber marcado goles o tenido atajadas descollantes como las de Martínez en Primera, claro.

El caso de Luka Romero, que se convirtió en el futbolista más joven (con 15 años y 219 días) en debutar en la Liga de España, es otro golpe al corazón de los más románticos hinchas argentinos. El chico juega en Mallorca, pero nació en México (porque su papá Diego, argentino y ex futbolista, estaba jugando por entonces en el fútbol azteca) y tiene triple nacionalidad: es tan mexicano, como argentino y español. De hecho, ya jugó en el Sub 15 de la celeste y blanca y la idea de la AFA es hacerlo debutar rápidamente con el seleccionado mayor para que no pueda representar a ninguno de sus otros dos países. Pero el chico ya eligió. Toda su familia es argentina.

Martínez y Romero apenas componen la punta del iceberg que se ve por acá gracias a que hoy están en los titulares o son tendencia en las redes sociales por sus recientes logros. Pero sobran ejemplos de chicos se fueron siendo adolescentes (o simplemente niños) a jugar afuera porque los vinieron a buscar, o porque sus padres los llevaron a probar suerte amparados en la patria potestad.

Lucas Ocampos, Nehuén Pérez, Ezequiel Barco, Leonardo Balerdi, son también apenas algunos nombres que llegaron a ser conocidos en Argentina por el público del fútbol en general y casi no pudimos disfrutar. Pero hay una enorme lista de chicos que se van agregando a estos todos los días y que solo los registran quienes los formaron en sus clubes y debieron soportar impotentes sus prematuras partidas. Son más de los que se pueda pensar y repasar en un artículo periodístico.

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