«El fútbol fue el medio de comunicación con mi papá»

A un toque

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En su libro La palabra hecha pelota, el periodista Alejandro Duchini interroga a 14 personajes de distintos ámbitos culturales sobre su relación con el fútbol. Uno de ellos es el escritor Hernán Casciari, que recuerda a su padre, ya fallecido, con quien lo unía el amor por Racing. «El fútbol, en particular, fue mi medio de comunicación con él», asegura el creador de la editorial Orsai. Y con el corazón pintado de celeste y blanco, vuela hacia 2001 y cuenta cómo vivió el título de la Academia desde España. Pasean y lean un extracto de la entrevista a Casciari que se publica en La palabra hecha pelota.

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Por Alejandro Duchini (@aleduchini)

-¿Cómo te vinculás con el fútbol?
-Mi vínculo con el deporte fue absolutamente paterno. Mi viejo era aficionado al deporte. Hacía de todo. Incluso Turismo Carretera. Era arquero de fútbol. Era bueno para el bástquet. Jugaba al vóley. Su mejor deporte era el tenis. Y después el paddle. Posiblemente el único tema de conversación que podía tener con él era ése: así que el fútbol fue un medio de comunicación para llegar a él. Y para tener conversación todos los días. No me costó nada. A los 7 u 8 años me gustaban los deportes, miraba todo. Incluso jugué a todo eso. Y el fútbol en particular fue mi medio de comunicación con Roberto. A poco de su muerte, escribí varios textos bajo el título “150 de mortadela” y en uno hablaba de él. En julio de 2008 murió y a fines de ese año miraba el fútbol y todavía tenía el automatismo de que al terminar un partido interesante, de la Selección o de Racing, sonaba el teléfono en casa o llamaba yo. Me costó mucho al principio aprender que no iba a pasar. Me costó reconciliarme con el fútbol.

Loeschbor festeja el gol que le dio el título a Racing en 2001. Un campeonato que Casciari vivió a la distancia. Foto de la agencia NA

Loeschbor festeja el gol que le dio el título a Racing en 2001. Un campeonato que Casciari vivió a la distancia. Foto de la agencia NA

El fútbol tuvo mucho que ver con los lazos con mi viejo. Y me tuve que reencontrar con el fútbol por otro lado. Pero más acá en el tiempo llegaron los encuentros con Horacio Altuna, que me ubican en un lugar. Lo conocí en 2010 y enseguida, como una buena yapa de la vida, me encontré en un lugar muy paternal de su parte. Es de la misma época que mi viejo, es de Racing, es de un pueblo, Lobos. Y es muy futbolero. Pero no de recitar de memoria la formación de un equipo, sino futbolero como me gusta a mí. Utilizamos el fútbol como excusa para hablar de otras cosas. Tiene una bondad, una ternura y una inteligencia muy emotivas, parecidas a la de mi viejo. Me reencontré con cosas que no me pasaban. Como, por ejemplo, mandándole un tweet a las 3 de la mañana sabiendo que está durmiendo para que se entere de que Racing ganó. A veces le digo “no puede ser que no mires un Barcelona-Real Madrid porque te agarra taquicardia”. Lo invito a que venga a casa a verlo en alta definición. Una relación así, muy de comentar las cosas… esas cosas de estar en contacto con alguien de la generación de tu padre. El fútbol está siempre rondando en las charlas. Eso no me pasa con absolutamente nadie en España.

 

-Escribiste una crónica sobre lo que significó llorar por el Racing campeón de 2001 y no tener a tu papá para compartir ese llanto.
-Creo que nunca, en el caso del futbolero, cuando llorás por algo que tiene que ver con el fútbol, estás llorando por el fútbol en sí. En ningún caso. Sino por todo lo que eso significó y significa en tu vida. Cuando me empezó a agarrar un ataque de llanto al momento en que Racing salió campeón en 2001, me di cuenta de que no lloraba en absoluto por eso. Lo que me agarraba era como una especie de vergüenza de cómo carajo es posible que en ese momento mi viejo y yo no estemos juntos. Que él esté en Argentina y yo en España. Si tantas veces, desde que tenía 5 o 6 años, el tipo me había prometido que alguna vez iba a pasar, ¿cómo no iba a estar ahí? ¿Cómo justo el destino me hizo pegar un volantazo un año antes y vivir a 12 mil kilómetros? ¡Qué ridiculez! Lloraba de vergüenza. Y estaba triste. ¡Y Racing había salido campeón! Y qué poco tenía que ver el fútbol con todo eso. Era otra cosa. Era otra cosa.

 

Y todas las veces que me pasó eso de llorar de tristeza o alegría no tenía que ver con el fútbol sino con pensar en Argentina desde otro lado. Te ponés muy puto cuando vivís en otro lado y escuchás el Himno. Muy puto. Muy puto. Pensás en muchas cosas. Porque también tu infancia es tu patria. Entonces cuando llorás, llorás también la muerte de la juventud. Hace 13 o 14 años que me vine y, cuando sueño, las escenografías son las de siempre. No hay escenografías españolas cuando sueño. Mis sueños son en mi casa, en Mercedes, en las calles de Buenos Aires. No sueño con acá, en España. Ya debería estar soñando sin delay. Pero no. Y me parece que no va a pasar nunca, porque los sentimientos están permanentemente en otro lado. El fútbol lo que hace es contrastar todo eso. Ponerlo en blanco sobre negro. Generar una metáfora simple y básica en donde el cerebro y el corazón empiezan a pensar en otra cosa inmediatamente. Entonces, en 2001, fue puntualmente eso lo que lloré. No poder cumplir. En mi casa, en ese momento, había un sillón vacío y eso no estaba previsto. No estaba previsto. En absoluto estaba previsto. Fue como llorar esa ausencia del destino que no te permite estar donde tenés que estar en determinado momento.

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