El fútbol como anacronismo histórico

Al ángulo

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Por Manuel Jerónimo Becerra (@chemendele)

El neoliberalismo llegó hace rato. Viene destrozándolo todo. Un día, copó el fútbol, y la AFA se transformó en un gran señorío feudo-vasallático donde los bellatores tenían libertad de acción, en nombre del folklore del fútbol encarnado en el gorro-bandera-vincha-aguante-cantito con trompeta.

La AFA, ese gran señorío feudo-vasallático, se mantenía gracias el negocio monstruoso que le fue reportando el fútbol, y su rol de mediador con una clase política que siempre necesitó de esta maquinaria. Las clases políticas sacan del fútbol fuerzas de choque, pantalla, plataformas de visibilización, ¿lavado de dinero de socios incómodos?

El neoliberalismo copó el fútbol al dejarlo librado a las lógicas de esa relación AFA-guita sucia-Estado: un status quo permanente, para el pan y circo más grande del mundo. No innovar, no vaya a ser que se caiga un negocio del que –en rigor material– sólo disfrutan algunos jugadores, los representantes, los políticos y una sarta de grandes empresarios inescrupulosos (como si hubiera otra clase). ¿Qué empresarios? Mediáticos (gracias, Marcelo) y de empresas de seguridad, por mencionar sólo dos.

O sea, nunca hubo una intervención estatal sobre la conflictividad creciente del negocio futbolístico, manejado por patovicas en sociedad con ladrones de guante blanco. Si el desastre neoliberal que arrancó en 1976 iba llevándoselo todo puesto, creando desigualdad, miseria y espanto por un lado, y una elite de millonarios (invisibles unos, faranduleros otros) corporativistas por otro: ¿quién pudo haber pensado que el fútbol, que es un fenómeno popular de millones de dólares, iba a quedar indemne?

Nadie pensó, ni lo uno ni lo otro: los grupos de poder no acostumbran pensar demasiado en las consecuencias sociales de sus actos. Mucho menos quienes se benefician: al empresariado argentino jamás le importó un cuerno el bienestar general.

En una de ésas el tema es pensar las cosas de acuerdo al siglo en que vivimos, o pensando más allá de él.

 

*Manuel Becerra es profesor de Historia. El texto fue publicado en su sitio Una mirada sin embargo sombría.

 

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