Galopan los corazones de sangre celeste. Laten los músculos de Edinson Cavani y cía. Un zurco de emoción recorre el semblante de Luis Suárez. Uruguay acaba de ganarle a Inglaterra 2 a 1 y su electrocardiograma duelve signos vitales. Está ahí, cerca de los octavos de final. Lo espera Italia, en su último partido del Grupo D, para borrar los efectos colaterales del debut con derrota. Hay satisfacción en Oscar Tabárez, pero la cautela se impone en el mensaje. «Demostramos que hicimos algo muy importante. No conseguimos nada en cuanto a la clasificación, pero este partido contra Inglaterra nos trae una brisa momentánea de tranquilidad y levantamiento de la autoestima», dice el Maestro.
La esencia de ese discurso puede entenderse en los partidos legendarios de su CV. Las horas entrenamientos. El aprendizaje en su vida diaria en el fútbol. Lo retrata, en fin, esta frase que le dijo al ex basquetbolista Horacio Tato López en el libro El camino es la recompensa: «Cuando uno gana un partido, tiene que hacer el ejercicio de que ‘yo gané porque la pelota aquella entró, pero podría no haber entrado, o aquella otra que ellos erraron podría haber entrado, y las cosas podrían haber sido distintas’. Si Lugano y Suárez hubieran podido jugar contra Holanda la semifinal en Sudáfrica, capaz que podríamos haber llegado más lejos. No hay que decir ‘ta, llegamos hasta donde podíamos llegar’. A la relidad hay que aceptarla siempre, pero el ejercicio de lo que podría haber sido a uno siempre lo reubica para no marearse, ni en un sentido ni en otro. Ni irse hacia la euforia ni hacia la depresión».