Jugar en Democracia

A un toque

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El corazón de Corinthians galopa a todo ritmo. Por primera vez, lo espera la final de la Copa Libertadores. Hay ansiedad en sus jugadores e hinchas en la ruta hacia la definición contra Boca. La gloria seduce y el Timao fantasea con este hito futbolero. Quiere su revolución en el césped. Como aquella que protagonizó a principios de los 80, fuera de los estadios y en plena dictadura brasileña. Una aventura real y pacífica. Con un impulso deportivo, humano y social que conmovió las botas de los militares. Un sueño posible que atrapó miradas de todo el mundo. La Democracia Corinthiana.
Símbolo de un tiempo en que las urnas estaban cerradas, aquel plantel hizo del voto un método de vida y juego. «Nos reuníamos casi todos los días. Conversábamos mucho y, después, votábamos. Cada jugador tenía una voz y yo también. Votábamos todo: el horario, el medio de transporte para los partidos de visitante. Todo era decisión nuestra. Hasta el nombre del técnico», recordó Adilson Alves Monteiro, ideólogo y director de fútbol de la Democracia Corinthiana, a la revista Al Arco.

En el césped, esa versión del Timao dejó su huella con los títulos paulistas de 1982 y 1983, y dos semifinales del torneo nacional. Sin la pelota en los botines, y con el apoyo de Lula Da Silva (entonces líder de los metalúrgicos), reclamó elecciones presidenciales por sufragio universal. «Direitas ya», exigía el mensaje impreso en sus camisetas. Ese compromiso lo llevó a ser admirado por Tom Jobim, Chico Buarque y Gilberto Gil, que le dedicaron diferentes canciones. ¿Cómo describir, entonces, el valor deportivo y social de este movimiento? Nada mejor que las palabras de Sócrates, fallecido hace algunos meses y recordado como el líder de la Democracia Corinthiana: «Jugué los Mundiales 82 y 86 en una maravillosa selección. Conocí el Calcio en la Fiorentina. Fui técnico y médico. Pero esa época fue la más exultante de mi vida. Dos años y medio que valieron por 40 años de felicidad».

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