Ser feliz era esto

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Por Santiago Tuñez

La frase marketinera se escucha en alto volumen. Puede ser a la salida del aeropuerto, en los taxis o los hoteles. «¡Gambia, no pasa nada!», indica el eslogan turístico del país más pequeño de África. De hecho, su franja territorial tiene 320 kilómetros de largo y unos 30 de ancho. Nada más. Y allí, devuelve playas espectaculares, junto con el colorido y la riqueza cultural de la región. Aquellos que sumaron horas de viaje por estas tierras, aseguran que Gambia es el destino ideal para conocer todas las sensaciones del continente africano. Y destacan, además, que su tamaño reducido permite una exploración a fondo en poco días.

Detrás de la escenografía natural, en este país pasan cosas. Por un lado, el presidente Yahya Jammeh gobierna con mano de hierro desde hace dos décadas. Llegó al poder con un golpe de Estado en 1994 y, dos años después, fue elegido en unos comicios muy criticados. Y por el otro, gran parte de su pueblo vive en la pobreza y en un clima continuo de guerra civil. Esa realidad intimidante impulsó a un joven a pensar su vida diaria lejos de Gambia. Con sólo 16 años, enfocó su mirada en Europa y diagramó un plan arriesgado. Durante más de un mes, recorrió distintas rutas hasta el norte de África. Y desde allí, alcanzó las costas de Italia en barco. Llegó a destino, pero siguió varios kilómetros más. Y al cabo, pisó Alemania, donde le dieron el estatus de refugiado y, sobre todo, se puso la ropa de futbolista.

El delantero africano sorprendió con su talento en enero pasado y, tras cumplir 18 años, firmó su contrato con el Hamburgo. Foto de Stuart Franklin / Bongarts / Vía Zimbio.

El delantero africano sorprendió con su talento en enero pasado y, tras cumplir 18 años, firmó su contrato con el Hamburgo. Foto de Stuart Franklin / Bongarts / Vía Zimbio.

Es la historia de Bakery Jatta, la perla africana que en 2015 decidió archivar las miserias de su país y semanas atrás firmó su contrato con Hamburgo en la Bundesliga. Pudo ser uno más del millón de inmigrantes y refugiados que llegaron el año pasado a Alemania. No lo fue. El fútbol le soltó una asistencia perfecta y, como en aquellos días en Gambia, lo acompañó en su vida de huérfano. «Juego desde que tengo uso de la razón. Mi primer recuerdo es de asomarme a la ventana de mi habitación y ver enfrente a dos chicos mayores jugando al fútbol. Salí corriendo, pero no me atreví a preguntarles si podía jugar con ellos», aseguró el delantero tiempo atrás.

La primera práctica de prueba con Hamburgo, en enero pasado, le hizo un espacio en la agenda mediática. Jatta dejó de ser un desconocido entre miles de refugiados y, en medio de los elogios de otros jugadores, el club lo presentó en sociedad en su cuenta de Twitter. Esas opiniones se potenciaron con un dato sorpresivo: el delantero no era el clásico juvenil que llegaba de algún equipo amateur de África. Se trataba de un joven que jugaba en la calle y había huido de Gambia. «Vivía en muy malas condiciones, así que debía asumir el riesgo de iniciar un camino duro y peligroso para alcanzar un futuro mejor», relató a la prensa alemana.

Bakery Jatta pudo haber sido uno más del millón de inmigrantes y refugiados que el año pasado llegaron a Alemania. Sin embargo, el fútbol le dio una asistencia perfecta para cambiar su vida y, luego de haber firmado su contrato con el Hamburgo, busca dar el salto a la Bundesliga.

Un ex boxeador tuvo un papel protagónico en la aventura de Jatta. Después de su llegada a Bremen en 2015, Lothar Kannenberg lo recibió en su academia para chicos inmigrantes. Por la mañana iba a la escuela y, a la tarde, se entrenaba con el Bremer SV. Desde ese equipo atrajo el interés del Hamburgo, el Schalke 04 y el Werder Bremen. Claro que, al ser menor de edad, no podía firmar contrato con ningún club profesional. Las prácticas con el Hamburgo convencieron al DT Bruno Labbadia y los dirigentes del club donde jugaron los argentinos Pelusa Cardoso (scouting en la actualidad) y Juan Pablo Sorin. Y en junio pasado, después de cumplir los 18 años, el delantero acordó su vínculo hasta 2019.

«Viví muchas cosas duras para mi edad, por lo que no quiero ver más hacia atrás. Sólo quiero mirar hacia delante. Deseo vivir como lo hace la gente en Alemania, y para eso debo trabajar duro”, resumió Jatta, el joven que sobrevivió a su vida peligrosa en África y resistió el viaje en barco hasta llegar a Italia. Hoy, disfruta en el filial del Hamburgo y espera el salto a la Bundesliga. Ser feliz, en la vida del delantero, era esto.

Todas las fotos son para Jatta, una de las nuevas esperanzas del Hamburgo. Foto de Stuart Franklin / Bongarts / Vía Zimbio.

Todas las fotos son para Jatta, una de las nuevas esperanzas del Hamburgo. Foto de Stuart Franklin / Bongarts / Vía Zimbio.

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