Por Santiago Tuñez
Habían pasado unos minutos de la derrota contra Once Caldas, por penales, en la final de la Libertadores 2004. La frustración dominaba a los jugadores de Boca y golpeaba sus sueños de fútbol. Se había astillado la fantasía de lograr la Copa por cuarta vez en cinco años. La ilusión de conseguir el tercer bicampeonato continental. Y para colmo, Carlos Bianchi empezaba a redactar su carta de salida. Entonces, Martín Caparrós se acercó a Mauricio Macri, presidente del club en aquellos tiempos. Quería pedirle una entrevista mientras preparaba Boquita, el libro mezcla de crónica, ensayo e historia sobre los 100 años de la pasión y la identidad xeneize.
-Dentro de unas semanas te llamo para que conversemos un poco sobre el tema.
-Todo bien-, aceptó Macri, a la espera de ingresar al vestuario.
-Vamos a hablar de fútbol. Capaz nos pongamos de acuerdo en algunas cosas-, lo aguijoneó el autor de La Voluntad y El Interior, entre otras obras.
-Sí, con tal de que no le metas ideología.
-Bueno, un poquito quizás le meta. Y vos un poquito de la tuya vas a meter también.
Macri lo miró y se fue. “Ellos siempre llamaron ideología a lo que piensan los otros: es un clásico”, resumió Caparrós, con acierto, sobre aquella escena ocurrida hace 15 años en Manizales.
La ideología, hoy, toma temperatura de cara a las elecciones presidenciales en Boca y tiene nombre: Juan Román Riquelme. El 10 eterno integra la lista opositora que encabezan Jorge Amor Ameal y Mario Pergolini. Y el macrismo, esta vez representado por la fórmula de Christian Gribaudo y Juan Carlos Crespi, no lo soporta. Le apuntan en los medios y en cada acción dentro o fuera de la campaña.
Quedó claro el último sábado, cuando un grupo de hinchas no pudo ingresar a la Bombonera con caretas de Riquelme. ¿Cuál fue el argumento? Las dificultades para identificar a los fanáticos mediante las cámaras de seguridad. Lo extraño es que, en el partido ante Unión, los controles del club habían permitido la entrada de aficionados con caretas de Gabigol, el autor intelectual y material de la derrota de River en la final de la Copa Libertadores.
La falta de tolerancia ante la movida política de Riquelme se notó, además, en las palabras del presidente Daniel Angelici, al insinuar un manejo turbio por parte del ex enganche. “No voy a contestar lo que ustedes ya saben”, respondió en conferencia de prensa. “Lo que a lo mejor ni yo, ni ustedes se animan a decir, sobre todo pensando en el hincha de Boca, tal vez cuando termine la elección no tendría ningún problema. Vamos a dejar que el hincha siga teniendo un ídolo”, soltó el directivo, en otro de sus dardos a Riquelme.
Siempre marca la diferencia @PasoaPaso. La vuelta de Riquelme a La Bombonera en el informe de @MatiPelliccioni. https://t.co/UPEiWqWELZ pic.twitter.com/aMxbTpI44K
— Roberto Parrottino (@rparrottino) December 2, 2019
En esa línea crítica también se expresó Gribaudo. “Riquelme es el ídolo de todos y no me gusta que sea el ídolo de algunos o esté tomando una posición que tenga que ver con un antagonismo, con una grieta, que todos trabajamos para que no pase en esta elección”, consideró el candidato a presidente de Boca por el oficialismo. Y su compañero de fórmula, Juan Carlos Crespi, fue más allá: “Román puede ganarme en una cancha, pero en política le paso el trapo. Sabrá mucho de jugar, pero no tiene idea de cómo dirigir”.
Afectado por el cambio de frente de Riquelme para las elecciones de este domingo, el oficialismo olvida mencionar la banca recibida por otros referentes del club. En 2011, Angelici tuvo el apoyo público de Martín Palermo. Y cuatro años más tarde, fue respaldado por Carlos Tevez y el Vasco Arruabarrena, DT de Boca en aquel momento.
En esos casos no había intolerancia por parte de Angelici y compañía. Tampoco generaban una grieta. La actitud cambió tras el anuncio de Riquelme. Esta vez, eligieron sacarse las caretas. Debajo sólo se ve soberbia, hipocresía y oscuridad.