«Silbato en mano, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula goles. Tarjea en mano, alza los colores de la condenación: el amarillo que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio». Lo escribió Eduardo Galeano,en su libro El Fútbol a Sol y Sombra. Y Wildo Amarilla siguió esas palabras en la final de la Liga Regional del Sud, en Paraguay. Primero, expulsó a Aldo Olmedo, jugador de El Porvenir, que perdía 2 a 0 contra Coronel Romero. Y poco después, otros tres compañeros vieron la roja. Claro que, a diferencia del texto escrito por Galeano, no hubo exilio para esos futbolistas. Todo lo contrario. De pronto, comenzó la hecatombe total. Y ahí, Marcos Leguizamón fue el protagonista de esta sección. Vestido de karateca, le dio una patada a Amarilla en su rostro. Un golpe brutal. Impactante. Al cabo, el partido fue suspendido por árbitro. Y aún no se conoce la sanción para Leguizamón. Lamentable.
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