«No es que me haya cansado, pero llegó el momento de decir basta». Allá por el 9 de agosto pasado, Ariel Ortega subió el volumen de su voz y se despidió del fútbol. La escena le puso punto final a su película de gambetas. El Burrito llevó su marca registrada desde Jujuy a varias partes de la aldea global. Los fanáticos de River aún deliran con su DVD de frenos y lujos. Y en esa cinta mágica, hay una jugada con la que no sueltan el control remoto. Apretan play y abren De paso, cañazo, la nueva sección del blog. Sucedió el 7 de octubre de 2007, en la clásica lección de honor contra Boca. El Burrito, que ya había firmado un gol de penal, soltó un taco y se conectó con Augusto Fernández. Y de pronto, quedó cara a cara con Paletta. Allí, meditó unos segundos y diseñó un caño delicioso. La bola se burló del defensor y se vino el estallido. El grito de ole recorrió el cemento del Monumental. Y en el césped, fue la melodía perfecta para los oídos del Burrito. La más maravillosa música.
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