Orgullo, pasión y gloria…

A un toque

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Maxi Rodríguez ya convirtió su penal y los jugadores argentinos empiezan a festejar el pase a la final. Foto de Matthias Hangst/Getty Images South America / Vía Zimbio

Maxi Rodríguez ya convirtió su penal y los jugadores argentinos empiezan a festejar el pase a la final. Foto de Matthias Hangst/Getty Images South America / Vía Zimbio

Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)

1- Detenerse en el análisis por un momento y sonreír, porque el fútbol ha demostrado una vez más que los números, las letras y los matices previos al pitazo inicial son sólo eso. Intangibles intrascendentes. Porque lo que se logra con el corazón, ni el más perfecto de los sistemas tácticos lo puede romper. Argentina es la ilusión de un sueño atrasado. Es la esperanza de 40 millones de personas que están fatigados de tantos fracasos, de burlas y de ver cómo al mejor jugador de la historia se le alejaba la cita con el destino, pero la justicia, ese ángel celestial que aunque muchos duden de él, existe, le regaló a esta generación una oportunidad única, de enfrentarse a la perfección e intentar coronarse como reyes del mundo.

2- Mascherano es la representación del pueblo latinoamericano. Su orgullo, su coraje, su limpieza en los movimientos y, sobre todo, su don inefable de corregir cada micro fallo que tengan sus compañeros lo hace un héroe. Jamás en la vida se podrá olvidar esa barrida milagrosa sobre Robben casi finalizando el partido. La línea invisible entre la gloria y la desgracia. Esa es la síntesis de una Argentina que sin él no tendría sentido. Se encargó de fusilarle la vida a Robin van Persie, de ser escudo de los marcadores de punta cuando las situaciones del juego lo exigiesen, y de ejecutar con precisión los primeros pases. Con él a la cabeza es imposible no mantener la ilusión hasta el final.

Sergio Romero tapa el penal de Sneijder y se viste de figura en la definición

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3- Holanda se estrelló contra un espejo. Argentina la frustró con los mismos elementos que los habían llevado a esta instancia a los europeos. Orden, solidaridad, ruptura y solidez en defensa. El tridente de la gracia lo intentó desde cualquier zona. Por derecha, por izquierda, por el centro. Todas nulas. Lo único que veían al alzar la mirada era a unos galgos sedientos de gloria trajeados de albiceleste. Agrupaditos, ordenaditos y fieles a la atmósfera del partido. Y tanto fue así, que el más lúcido de los once holandeses fue Vlaar. Esa versión mejorada de Jaap Stam que le pasó por encima a Messi y a cualquiera que intentara secuestrar su zona. El único que logró vencerlo en la individual en todo el partido fue el gran Higuain. De allí nació la más clara para Argentina en todo el partido. Es curioso que te asesinen con el arma que tú mismo creaste. Van Gaal no pudo. Robben, menos.

4- Hay que ser un irresponsable para catalogar como aburrido esta cátedra táctica y casi de ajedrez que se vivió en San Pablo. El que se equivocaba, perdía. Ninguno se equivocó. Un festival en las correcciones. Las semifinales y finales se juegan de esta manera. Las pulsaciones siempre por encima de los 120 y la ilusión como motor principal. El destino no se cansa de participar y de fijarse en el notorio el sello que tienen los holandeses en sus espaldas. Acostumbrados a ver cómo la Gloria siempre se le escurre entre las manos en el último suspiro.

5- Sabella perdió su partido. La inclusión de Agüero y de Palacios fue lo peor que le pudo pasar a Argentina en la recta final del match. Sacar a la versión más lúcida, correcta y ambiciosa de Higuain fue un error. Agüero se encargó de ralentizar las transiciones que intentaban crear Masche y Messi desde la zona media, y perdió todos los enfrentamientos contra los centrales. Palacio fue un manojo de nervios, de imprecisiones y de insensibilidad al momento de ejecutar. Tuvo para llegar al cielo a los 118 minutos, pero cuando la semilla del temor está sembrada en tu subconsciente, la grandeza sale corriendo hacia otro lado. La toma de decisiones lo es todo. Al final los dos terminaron siendo cambios emocionales que casi trastornan la esencia de la batalla.

 

6- La postal del hijo de Robben llorando desconsoladamente me rompe el alma. Siempre será un misterio entender por qué algunos jugadores están sentenciados a no ser protagonistas de la historia. Arjen tuvo el Mundial de sus sueños. Libre de lesiones. Lleno de confianza. Sintiéndose pilar de este clan. Pero se topó con la Argentina de Mascherano, y Romero. Esta vez, no fue de Messi. Quien de forma increíble hizo casi todo mal. Robben dejó todo y se fue sin nada.

7- Que nunca más se vuelva a hablar de esta Argentina como un puñado de velocistas anárquicos que solo quieren pasarle la pelota a Messi. Cuatro partidos de seis sin recibir goles lo confirman. Hay que tener personalidad y amor propio para entender que ordenarte en el fondo era el camino viable hacia el campeonato, lo que significaría también, ponerlo a Messi y a Higuain en el campo de batalla siempre en inferioridad. Leo se fastidia, y se hace el descuidado. Sin espacio no quiere nada. Deambula, y luego existe. Se retrae porque sabe que el domingo será un guión distinto. Esta Argentina es esfuerzo, y humildad. Demichelis, el rey de la anticipación. Lucas Biglia, el socio del Jefe, y Rojo. Ellos son los héroes anónimos.

y… 8- Nadie creía en ellos. Todos apostaban a la caída del Clan de la fe. Se mantuvieron. Minuto a minuto. Partido a partido. Enamorándose de las carencias, y fortificando sus fortalezas. Al final lo que la gente recordará será si ganaron el campeonato o no en el Maracaná. Así de cruel es nuestra sociedad. Pero lo que han entregado esta generación es imposible de olvidar. Desde Romero hasta Messi. Todos son protagonistas de este sueño. Y al frente tienen el último escollo hacia la eternidad. Los perfeccionistas alemanes. Los favoritos. Los hermanos del norte. Pero jamás lo dejaré de decir: con Messi todo es posible.

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