Amando a Krupoviesa (by Kompany)
Fue algo más que una derrota en la lección de honor de la ciudad. Manchester City despistó en el derby contra el United y la caída 4 a 2 pulverizó sus últimas intenciones de pelear el título de la Premier. Ya no habrá grito de campeón como hace un año. A esa frustración, para colmo, se suma el adiós a la Champions League en los octavos de final. El dolor de ya no ser complica a Manuel Pellegrini y compañía, que ahora habitan en el cuarto lugar de la tabla. Sólo les queda mantenerse en esa zona y retener el último ticket para jugar el máximo torneo de Europa durante la próxima temporada. De ahí, se entienden el malestar y la desesperación de Vicent Kompany. En el primer tiempo, le pegó una patada a brutal a Daley Blind. Durísima. Y el golpe sólo le costó una tarjeta amarilla. Nada más. Por eso, Pellegrini no arriesgó y lo reemplazó en el descanso del clásico. El homenaje a Krupoviesa había costado muy poco.
Memoria
Relatos Solidarios. Ese es el título del libro que desde hace 11 años publica un grupo de periodistas catalanes. La nueva edición es apadrinada por Javier Mascherano y tiene una dedicatoria especial a la memoria de Jorge López, el periodista argentino que murió el 9 de julio en San Pablo. En plena cobertura del Mundial de Brasil, viajaba en un taxi que quedó en medio de una persecución criminal y fue arrollado por un auto en el que viajaban tres delincuentes. Desde aquel día, su esposa, Verónica Brunati, reclama que las autoridades brasileñas asuman que la muerte de Topo no sea catalogada como un “accidente”, sino como un homicidio. A la memoria del periodista, Mascherano dedició apadrinar el libro y le puso el cuerpo. «Nos hace mejor personas a todos cuando hacemos una obra de este tipo. Estoy muy contento por haber participado. Es una idea que sale del corazón. Son las que mejor se pueden brindar».
El libro @relatsSolidaris que apadrina @Mascherano en recuerdo del #TopoLopez cc @Angelalerena @verobrunati pic.twitter.com/hgxiLhlpwq
— Luis Darío Pintos (@ldpintos) abril 9, 2015
«Traguen veneno»
Ocurrió antes del Mundial de Corea-Japón 2002. La peor frustración en su camino por el fútbol. Marcelo Bielsa se acercó al Colegio Sagrado Corazón de Jesús, donde había cursado el secundario, y brindó una charla para un grupo de alumnos. Detrás de los gestos helados, dejó en claro su manual de vida. «No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando perdés sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal», subrayó el DT ante los adolescentes. Se entiende, entonces, el mensaje que transmitió a los jugadores de Olympique de Marsella, después del empate contra Lyon 1 a 1. Un triunfo en aquel partido, jugado semanas atrás, lo hubiera ahí nomás del combate por el título. «Aunque les resulte imposible, no reclamen nada. Traguen veneno», destacó el Loco en el vestuario. Y cerró en tono motivador: «Fortalézcanse que jugando así, las nueve fechas que faltan van a obtener lo que merecen».
En el nombre del padre

Coco Basile y su piloto azul de cábala, en aquella nota con El Gráfico tras ganar la Copa América de 1991.
Julio de 1991. Después de 32 años, la Selección gritaba campeón en la Copa América de Chile. Con toque prolijo, estilo ofensivo y nombres de jerarquía, dejaba recuerdos inolvidables. El entrenador de aquel equipo dedicaba el título a su padre y contaba sus sensaciones luego del festejo: «Yo estoy copado con este grupo por el fútbol que juega». Extractos de aquella nota con la revista El Gráfico.
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Por Natalio Gorín
Dejó el banco de suplentes y fue al encuentro con sus jugadores. A los lejos se podía adivinar su emoción. Se abrazó fuerte con Ruggeri, quizás sin palabras, porque no hacían falta: entre ellos estaba dicho. Después con Caniggia, con Goycochea, con Basualdo, con todos… De pronto, el profesor Ricardo Echeverría, y en ese gesto mutuo de tomarse las caras, mirarse, quedó sellada una amista definitiva, más allá de lo profesional. Un rato después, siempre cerca de «mi hermano», el Panadero Díaz, entró en la sala de conferencias. En sus ojos todavía brillaba una lágrima. El Coco Basile, el hombre del piloto azul, que por cábala no abandonó ni aun en el sol, el del vozarrón, el del faso permanente, el de las frases cortas y directas, escucho un aplauso y miró sorprendido. Una sonrisa casi avergonzada se dibujó en su rostro. Entonces supo, una vez más, que estaba viviendo su hora triunfal. Continue Reading
La sanción que no debió ser
El Tribunal de Disciplina suspendió por cuatro fechas a Agustín Orión, después de haberle provocado una doble fractura a Carlos Bueno. La sanción, benévola por cierto, le permitirá estar en condiciones de volver contra River, el próximo 3 de mayo, en la Bombonera. Se esperaba un castigo de seis partidos, aunque la AFA optó por una suspensión más leve para el arquero de Boca, que mostró imprudencia en el choque con Bueno, y no mala intención. La realidad, de todos modos, es que la suspensión podría haberse evitado. ¿Por qué? Orión no debió haber estado esa noche en el arco xeneize. Desde el principio del semestre, sus producciones volaron bajo y no garantizaron seguridad. Tuvo una actitud insólita contra Temperley, por la que fue expulsado y recibió una fecha de sanción. El gol de Riolfo, de Wanderers, dejó en claro su floja reacción. Se lo vio lento de reflejos en el remate de Cristian Guanca, de Colón, que le dio el empate 1 a 1 en Santa Fe. Y tuvo escasa resistencia contra Defensa y Justicia, donde lo salvó la posición adelantada cobrada a Julio Rodríguez. De ahí se explica por qué el uno no debió ser titular ante San Martín de San Juan. Y a su vez, aparece el buen rendimiento de Guillermo Sara, su reemplazante. ¿Volverá Orión contra River? Hasta ahora, lo blindaron su trayectoria y el peso de su nombre de vestuario. Algo que no debe esconder, en definitiva, su mal momento en el arco.
¿Qué es de la vida si no se juega a algo?
Por Roberto Parrottino (@rparrottino)
Hugo Donato, el entrenador de barba candado de Talleres de Remedios de Escalada, charla en la noche fresca con Sergio Patón Bonasiolle, el capitán del equipo que ha anunciado su retiro. Al aire libre, al costado de las canchas de tenis del club, en una especie de concentración antes del partido del campeonato de Primera C ante El Porvenir, Donato le convida una seca de porro a Bonasiolle y, mientras empina una petaca de whisky, lo alecciona.
–¿Estás un poco nervioso? No le des tanta vuelta. Vos decís: “En el último partido se juega todo”. Pero no es ahí. Está la emoción, la familia, las llamadas. Pero el tema es el después. Tenés que empezar a vivir la vida. Pasa un tiempo, un mes, estás en tu casa un sábado, llegan las cuatro, las cinco, las seis… Ahí está la cosa. El cuerpo tiene una memoria, ¿viste?
–¿Cómo? No entiendo.
–Estuviste 15 años a esa hora dándole y metiéndole. ¿Esa energía dónde la ponés ahora?
–Cojo.
Bonasiolle (Esteban Lamothe) es el protagonista de El 5 de Talleres (2014), una película escrita y dirigida por Adrián Biniez que se estrenó días atrás en la Argentina y que trata, en esencia, el camino hacia el retiro de un jugador a los 35 años; y que, al mismo tiempo, pinta el Conurbano sur de la provincia de Buenos Aires a través del fútbol, el paso del tiempo en el barrio y el apoyo a Bonasiolle de su esposa Ana (Julieta Zylberberg, la mujer en la vida real de Lamothe). Aunque se despega del tono traumático del final de la carrera, aparecen la presión del padre de Bonasiolle, quien le dice hasta el último minuto que está para jugar tres, cuatro años más, y situaciones cotidianas que, en el contexto del retiro, lo quiebran, como un mareo mientras trabaja como fumigador. El 5 de Talleres no es una película de fútbol. Recrear el fútbol, el juego en la cancha, es insuperable para el cine. Nadie puede actuar de Lionel Messi. Es inimitable. El 5 de Talleres es, acaso, una reafirmación del cariño. Sergio Sebastián Bonassiolle –doble “s”– existe: jugó de 1993 a 2003 y de 2005 a 2007 en Talleres. Continue Reading
La obra cumbre
«A los seis años yo sabía que el lenguaje servía para que me regañaran o para tener un pretexto por no haber hecho la tarea. En fin, una comunicación utilitaria. Pero las narraciones de fútbol de Ángel Fernández me dieron el convencimiento que la narración es una realidad en sí misma». Aquellos relatos desde algún estadio mexicano dejaron marcas en Juan Villoro. Suelta palabras y su discurso tiene ruido de pelota. Su libro Dios es redondo, editado en 2006, retrata la pasión por este juego. «El sistema de referencias del fútbol está tan codificado e involucra de manera tan eficaz a las emociones que contiene en sí mismo su propia épica, su propia tragedia y su propia comedia», define el novelista. Y con esa claridad, elige también el gol más hermoso de la historia en una entrevista con el diario Página 12: «El mejor gol que he visto y que tuve la suerte de ver por estar en el estadio es el mejor gol legal de la historia de los mundiales: el gol que Maradona le anotó a Inglaterra en 1986 sorteando prácticamente a media selección británica. En ese mismo partido anotó también el mejor gol ilegal, el famoso gol de la Mano de Dios. Destaco la capacidad de Maradona para darle una significación especial a su gol ilegal. Decir que alguien anota un gol con maña, sin que lo vea el árbitro, eso es una picardía, es robarle algo a la fortuna. Pero declarar después que fue la Mano de Dios es crear un mito».