Santiago Tuñez Author
Soy rebelde
Su nacimiento perforó el molde del futbolista francés. Lejos de la diplomacia de Platini y otros nombres, Eric Cantona fue un símbolo del mal genio y la ironía. Lo demostró en la conferencia post suspensión por pegarle una patada a un hincha. «Las gaviotas siguen al barco, porque saben que acabarán cayendo sardinas al mar», reflexionó ante las miradas incomprensibles. La sentencia enigmática, junto a los goles míticos en Manchester United, llevaron a Cantona al cine. «Su juego estaba lleno de sorpresas e improvisaciones. Era un rebelde», enfatizó Ken Loach, director de Buscando a Eric. Y ahora, ese carácter combativo impulsó al francés a presentar su primer documental, Los rebeldes del fútbol, en el que relata las historias de jugadores que lucharon por la paz y la democracia en sus países. El chileno Carlos Caszely, el brasileño Sócrates, el bosnio Predrag Pasic, el argelino Rachild Mekhloufi y el marfileño Didier Drogba son los elegidos de Cantona. El hombre que ve en el fútbol mucho más que el destino de la pelota. Tal como dijo semanas atrás, al presentar su trabajo en el Festival de Sarajevo. «Creo que el fútbol puede ser una educación extraordinaria para la gente. Es un juego que une a diferentes personas y atrae los unos a los otros. Cuando pensás de esa manera, cuando educás así a los niños, para que sean de mirada abierta, entonces eso es brillante».
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Canta y no llores
«Silencio, silencio: a partir de hoy las amarguras volverán a ser amargas… se ha ido la gran dama Chavela Vargas». Acaso como un símbolo de estos días 2.0, la muerte de la cantante mexicana se notificó vía Twitter. Un paro cardíaco detuvo, a los 93 años, su vida vertiginosa y arrabalera. Siempre, con el pelo corto, pantalón y chaqueta negra abotanada hasta arriba, y una pistola en el cinto. «Estuvo luchando hasta último momento como una guerrera. Sus últimas palabras fueron: ‘me voy con México en el corazón'», comentó María Cortina, confidente y autora del libro Las Verdades de Chavela. Y en su corazón, también, se llevó recuerdos futboleros. «Cielito Lindo es una canción del mero pueblo. Se canta en los estadios y es un grito de esperanza y fe. Es un grito de triunfo y derrota. Una manera de llorar cantando», aseguró, hace más de un año, a la espera de la Copa América. Chavela, incluso, confesó que su cuerpo estaba pintado con los colores del América. El club que suelta lágrimas por su muerte, como Joaquín Sabina, Pedro Almodóvar y Andrés Calamaro. Se siente su tristeza, hace ruido. Claro, México vive horas de silencio por la cantante. Ya no se escucha su voz.
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Leer el juego (por Osvaldo Soriano)
El currículum personal de 76 goles en 172 partidos lo infló de confianza. Por eso, José Sand tomó la pelota una, dos veces, en la tarde de su estreno en Racing. La historia, sin embargo, tuvo un cierre frustrante para el delantero. Guillermo Sara, arquero de Atlético Rafaela, le tapó ambos penales; uno en cada tiempo del partido. Trago agrio para el nueve de la Academia, y satisfacción inmensa para el uno de la Crema. Estas escenas podrían adornar cualquier párrafo de la literatura futbolera. Ninguna, de todos modos, se compara con El penal más largo del mundo; el cuento maravilloso de Osvaldo Soriano. Un disparo que fue pitado un domingo y rematado una semana después por los incidentes que provocó su sanción. El Gordo atrapa al lector a cada momento con su relato fantástico. Y por lo tanto, es el elegido de este espacio futbolero. Suena el silbato… y comienza la lectura.
El fútbol, Galeano y vos
«Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico: una linda jugadita, por amor de Dios». Con esta plegaria pelotera, Eduardo Galeano se presenta desde el prólogo de El Fútbol a Sol y Sombra. Un clásico de la literatura, en el que su prosa extraordinaria se pasea por personajes y momentos inolvidables de este juego. Maradona, Pelé, Cruyff y los mundiales toman forma de textos en más de 250 páginas. Es, sin dudas, un libro imprescindible para todo futbolero. Y por gentileza de Siglo Veintiuno Editores, el viernes 10 de agosto sortearé dos ejemplares. Para participar, deben seguir a @defutbolsomos en Twitter y hacer RT del siguiente tweet: #QuieroElLibrodeGaleano que sortea @defutbolmos. Ya pueden hacerlo. Adelante.
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La era del iPad
Cambia, todo cambia… Pasan los años y cada torneo llega con un avance tecnológico. Hubo un tiempo en que las máquinas de escribir dominaban las salas de prensa. El golpe de las teclas contra el papel encadenaba letras y crónicas inolvidables. Más tarde fue la hora de las computadoras de escritorio, que permitían acelerar la tarea de los enviados y la llegada de los textos a las redacciones. Y poco después aparecieron las notebooks, con sus conexiones desde los estadios y los palcos de prensa. Hoy, el planeta futbolero y sus satélites humanos viven otra transformación. Se trata de la era del iPad, la herramienta que pasa de mano en mano por los estadios. Y es utilizada hasta por el ayudante de campo del seleccionado femenino de Camerún. El hombre hizo click y captó la formación de las chicas antes del cruce con Nueva Zelanda en los Juegos Olímpicos. Una escena para el recuerdo, como estos tiempos del iPad. Vertiginosos, efímeros, instantáneos.
Leer el juego (por Javier Marías)
Desde el prólogo de su recomendable libro Salvajes y Sentimentales, Javier Marías revela el valor del fútbol en su vida. «Es de las pocas cosas que me hacen reaccionar hoy en día de la misma manera -exacta- en que reaccionaba cuando tenía más de diez años y era un salvaje. La verdadera recuperación de la infancia», asegura el escritor español. Se entiende, entonces, su fanatismo por el giro de la pelota y, sobre todo, por Real Madrid. La pasión personal por el Merengue lo llevó a ser un habitante conocido de Chamartín y escribir sobre Di Stéfano, Butragueño, Raúl y Redondo, entre otros cracks. Y también, el cuento seleccionado de este domingo. Se trata de En el Tiempo Indeciso, redactado por encargo para la antología futbolera de Jorge Valdano. En sus páginas, Javier Marías revolotea sobre la historia de un jugador húngaro. Párrafos interesantes y de alto vuelo desde la pluma del español. En fin, un toque de lujo que vale la pena leer.
Ser olímpico
Comienzan los Juegos Olímpicos en Londres. La aldea global hunde sus ojos en la capital británica y late con los nombres de peso del deporte. Ahí, entre ellos, caminan Luciana Aymar -abanderada de la delegación argentina- y Manu Ginóbili. Faltan, en cambio, los protagonistas del fútbol celeste y blanco. Desaciertos dirigenciales y falta de audacia en Walter Perazzo astillaron el sueño olímpico. La fantasía de una tercera medalla dorada al hilo se hizo pesadilla en Rogelio Funes Mori, Iturbe y Araujo, entre otros personajes. Ninguno experimentará el espíritu olímpico. Tampoco la falta de glamour en las concentraciones y el cara a cara con deportistas amateurs. Y menos aún, lo que vivió Carlos Tevez en Atenas 2004, cuando gritó ocho goles y fue campeón. Nada, según el propio Carlitos, tuvo matices comparables a ese éxito. De ahí, aquella sentencia en tierra griega: «Cuando era chico, nunca miraba los Juegos Olímpicos, no le prestaba atención a esas cosas. Sólo una vez que estás ahí te das cuenta de la importancia de esta competencia. Y en mi caso, además, fue el momento más importante de mi vida deportiva. Los títulos obtenidos con otros equipos son distintos».
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