Santiago Tuñez Author
Asesinos de la agonía
Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)

Di María festeja a pleno el gol del triunfo contra Suiza. Foto de Julian Finney/Getty Images South America / Vía Zimbio
1- Las dudas jamás dejarán de estar. Malgastan sus energías aquellos que vitorean a los cuatro vientos las necesidades de buscar esquemas, romper al equipo y hallar la perfección. Imposible, no hay tiempo. El plan desde ahora es recuperarse de esta batalla y asentarse en la fe, en Messi, en Mascherano y Di María. Algo dejó muy claro esta agonía extrema de la Argentina: cada vez son más equipo. Las corren todas. Los relevos van desde Higuaín hasta Romero. Rojo sigue haciéndolo todo perfecto por la izquierda –cuánto pesará su ausencia en cuartos– y Zabaleta entendió que a partir del orden defensivo desde su zona, los volantes tienen más libertad en temporización. No deslumbran, pero ilusionan. Y es que al final, ¿quién ha podido transitar sin sufrimiento en este Mundial de los insurrectos?
2- Mascherano, el secuestrador del círculo central, lo gritó luego de sonar el pitazo final de los 90: “Vamos, carajo, hay que ir hacia adelante. Hay que hacer historia”. Y el detalle está en que él está siendo actor principal del transitar de la Argentina. Su omnipresencia en recuperación, su intención de circular la pelota, y la capacidad de corregir hasta un estornudo del torpe Gago y del ofensivo Di María lo engrandece aún más. Bahremi intentó crear juego por el medio, pero se frustró. Se alejó de la zona de Mascherano y prefirió marcar un encuentro mucho más defensivo. El Jefe sigue siendo el cronómetro que mide y medirá el tiempo de participación para esta Argentina en Brasil. Continue Reading
Las manos de Dios
Pasan las horas y la película del Mundial 2014 aún devuelve dos escenas eternas de Keylor Navas. Una de ellas, sus rezos en la línea del arco -con los brazos abiertos y los ojos incrustados en el cielo- antes de cada partido. Y la otra, su vuelo frenético para tapar el penal de Theofanis Gekas en la definición contra Grecia. Las manos del arquero de Costa Rica firman, entonces, gran parte del pase a los cuartos de final. Se lo ve festejar con sus compañeros. Degustar este momento glorioso de los Ticos. Y sostener, por supuesto, sus convicciones religiosas: «Hablo con Dios y le pido que me ayude. Le digo que todo lo que voy a hacer en el partido es para su gloria. Le pido que me ponga un ángel a cada lado, en cada poste, y que esté detrás mío para que todo salga bien. Me aporta confianza, tranquilidad. Si he llegado hasta la cancha es porque Él lo quiso y lo disfruto al máximo». Navas deja en claro su creencia espiritual. Poco le importan los rezos de algunos hinchas por sus rezos. En su camino de fe, el arquero de Levante también colabora con una asociación bautista que ayuda a personas desfavorecidas en Valencia y realiza acciones solidarias. Y cada día, a la hora de la lectura, elige su libro de cabecera. ¿Cuál? La Biblia, con la que disfruta de su pasaje favorito: «¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo».
Mano dura
Otra vez, la hoja de ruta de Luiz Felipe Scolari marcará un cruce contra Chile. Será el cuarto como DT de Brasil, en un camino que lo encuentra con dos triunfos y un empate. Y el cara a cara que abrirá los cuartos de final del Mundial 2014. En sus palabras, admite el riesgo del partido. Dice sobre la Roja: «Desde que llegó Sampaoli, adquirió una nueva dinámica y mejoró su rendimiento. Está muy evolucionada en lo táctico«. Y luego, le baja el volumen a las tensiones: «Si nos eliminan, no podemos tirarnos en un pozo. La vida sigue». Parece, en esas palabras, un técnico de estilo distendido. No lo es. Quienes lo conocen remarcan su carácter volcánico. Las palabras duras y el puño de acero para manejar la vida diaria de los planteles. Y alguna vez, desde ese perfil, dejó en claro su admiración por Augusto Pinochet. Ocurrió en 1998, cuando el dictador chileno fue detenido en Londres por el entonces juez español Baltasar Garzón. «Pinochet también hizo cosas buenas… Arregló muchas cosas. La gente estaba medio desordenada. Hizo más cosas buenas que malas», opinó Scolari, tal como recordó esta semana el diario La Tercera. Y el DT de Brasil fue más allá en su mensaje, al referirse a las torturas y violaciones a los derechos humanos de la dictadura chilena: «Hay determinados momentos en que la gente se ordena o la anarquía se desata”. Lamentable.

Scolari expresó alguna vez su apoyo a Pinochet. Foto de Buda Mendes/Getty Images South America / Vía Zimbio
Con Messi todo es posible
Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)

Messi huele a sangre y es figura en el Mundial. Foto de Quinn Rooney/Getty Images South America /Vía Zimbio
1- El partido dejó dos noticias. Una buena y una mala. La buena es que fue la mejor presentación hasta ahora de la Argentina en el Mundial y Messi huele a sangre. La mala es que será inminente la utilización de la línea de cinco contra rivales de jerarquía. Rojo, Fede Fernández, Garay y Zabaleta no tienen capacidad para cubrir espacios y referenciar al mismo tiempo. Esta vez cedieron tantos espacios y hubo tantos errores en el achique que sólo la omnipresencia de Mascherano evitó daños peores. Quizá no en octavos, pero con seguridad, a partir de cuartos se regresará al formato que tanta bulla hizo en el debut: el escalofriante 5-3-2.
2- Con Messi todo es posible. Es el lema. El estandarte que elevará el equipo de aquí al final de su participación. El 10 tiene unas ganas inmensas de comerse el Mundo. Es tanta la responsabilidad que al salir a los 62 minutos ni se inmutó. Se tomó unos segundos para aplaudir a los extasiados hinchas argentinos que sólo se rendían ante su don. Salió del campo y le estrechó la mano a Sabella. Y también se acabaría el fútbol de la Argentina. Es que sin Messi esto no tendría sentido. La Messidependencia es colectiva. Paradoja pura. Todos juegan para él y él juega para todos. Son equipo. Terribles en defensa. Poderosos en ataque. El vaivén del partido sacó lo mejor y lo peor de ellos. Y mantengo firme mi posición: mientras más complicado sea el rival, mejores serán. Contra Nigeria evolucionaron. Continue Reading
Veinte años de soledad
Su cuerpo rebosaba de satisfacción. Ya no había frustraciones, tampoco daños coletarales de sus noches de excesos. Los ejercicios en triple turno y los pies adheridos sobre la cinta de correr habían encendido su motor. Al fin, resistía golpes, patadas y empujones de los rivales. Soltaba asistencias quirúrgicas a Caniggia, diseñaba paredes de alto vuelo con Redondo, trazaba rabonas y hasta horneaba la pelota en un córner para cocinar el partido contra Nigeria. Era una tarde fantaseada en la vida de Diego Maradona. Fue, al cabo, su caída en celeste y blanco. El doping positivo y la suspensión de 15 meses lo eyectaron por siempre del seleccionado. «Jugué con el alma, con el corazón. Todos saben que para jugar no hace falta la efedrina», sostuvo en su defensa mediática. Aquel sábado 25 de junio de 1994, llegó el punto final de su obra con el seleccionado. Su currículum concluyó en 91 partidos y 34 goles. No hubo más juegos, ni gritos eternos del Diez con la camiseta argentina. Sus brazos quedaron caídos. Su alma, destrozada. Y la pelota, a la intemperie. Desde hace 20 años, como escribió Eduardo Galeano días después en Página 12, todos nos sentimos un poco más solos.
El líder que ejerce en silencio
Pocas veces se lo escucha hablar en alto volumen. Tampoco aparece en un mano a mano verbal con un rival o un compañero. Y menos aún, dispara dardos pirotécnicos contra la dirigencia futbolera. Lionel Messi es un número uno diferente. Ejerce el trono futbolero desde su pulso relajado. Con un ADN lejano, por caso, al que alguna vez demostró Diego Maradona en el tablero verde. ¿Cómo definirlo en el día que cumple 27 años en pleno Mundial de Brasil? Nada mejor que este análisis de su maestra Mónica Dómina, en el libro Messi, el chico que llegaba tarde (y hoy es el primero). Al mirar por el espejo retrovisor de la vida, recordó a Lionel de guardalpolvo, en el aula, y soltó una máxima fantástica: “Era un líder que ejercía en silencio. Por acciones y no por palabras. Veo que ahora sigue igual”.

Messi festeja sus 27 años en pleno Mundial de Brasil. Foto de Ronald Martinez/Getty Images South America Vía Zimbio.
Vivir en la bajeza
Dijo Humberto, irrespetuoso y falto de memoria: «Lo que me preocupa es que los mufas vinieron a ver el partido. Cuando los mufas se van… No vengan más, no quieren que gane la Selección». Remarcó Julio, furioso y desagradecido: «Te lo digo clarito, se fue el mufa y ganamos. Clarito, eh». La familia Grondona volvió a exponer su peor semblante. Con golpes bajos e innecesarios, castigó a Diego Maradona, presente en el Mineirao para ver el choque de la Argentina contra Irán. La acusación resultó inútil, y, sobre todo, injusta. Maradona, se sabe, filmó las películas más taquilleras de la Selección. Le dio una Copa del Mundo, un subcampeonato y varias escenas eternas. Su magia, también, hizo trepar el ascensor de Grondona y su gente hacia puestos de poder en la FIFA. Hoy, el fútbol argentino se desarma y sangra por decisiones de su presidente. Nada tiene que ver el Diez en esa realidad. El directivo podrá a cuestionarle que, hace cuatro años, chocó una Ferrari en Sudáfrica. No debería olvidar, sin embargo, que él le dio las llaves de esa máquina. Y al margen de las mentiras y las traiciones, Maradona dejó una base de nombres que ahora es titular en Brasil. El cartel de mufa nunca brillará en su cuerpo. Sí lo harán sus goles, los recuerdos, los títulos. Más allá de su impunidad, los Grondona -padre e hijo- se quedaron sin luces. Hace tiempo viven en la oscuridad moral.
Alfa y Omega
Por Geoof Hernández (@geoffhernandez)
1- Romero y Messi. Los rescatadores ante la desgracia. Sus talentos bastaron para maquillar una imagen de la Argentina que sigue siendo abstracta para algunos, e inconcebibles para otros. Sin ser más que Irán, salieron vivos de esa telaraña perfectamente orquestada por Queiroz y comandada por el gigantesco Andranik Timotian. Ni Sabella ni nadie puede aplaudir lo que en 180 minutos se ha visto, pero las perspectivas generalizadas siguen siendo crueles y desordenadas. La Argentina es equipo. Lo demostró. Sufrió en compacto. Intentó crear en cohesión y nunca bajó los brazos. Hay una realidad que se demostrará con el pasar de los juegos, y es que mientras más duro sea el rival, mejor responderán. Hasta ahora no hay fútbol, sólo desbordes de ilusión liderados por Messi, y es que Messi está y esa es la diferencia entre lo que es y lo que puede llegar a ser.
2- Después de Costa Rica, Irán es el conjunto que mejor profundiza en sus virtudes y capacidades. Fue un paredón rojizo intachable e imperturbable. Nekounam y Timotian se encargaron de ralentizar todo el juego de Gago, logrando separarlo de Messi y alejarlo de Mascherano. Sadegui Amirhossein revoleó casi cuatrocientos sesenta y seil mil pelotas por arriba –parte del plan de Queiroz – y llenó de confianza a un Haghighi supersónico y lleno de seguridad. Y es que la infertilidad constante en la zona medular de la Argentina obligaba a Masche y a Gago a buscar oxígeno por las bandas, y esa era la peor desgracia para la Argentina. Zabaleta y Rojo no tuvieron ni la intención de tirar un centro bien. El desdoblaje fue tan seguido como la incapacidad de crear peligro. Continue Reading