FÚTBOL CIEGO: EL LIBRO QUE REFLEJA LA HISTORIA DE SUPERACIÓN DE LOS MURCIÉLAGOS

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Por Santiago Tuñez

En tiempos donde la literatura futbolera suele enfocarse en la vida de los personajes exitosos y el detrás de escena de los equipos campeones, el periodista Alejandro Ansaldi prefirió frenar la pelota y darle otro destino a las palabras. Su cambio de frente lo llevó a un espacio inexplorado y con historias de superación. Allí, lejos de los golpes bajos y la épica marketinera, eligió investigar y teclear un libro de lectura recomendada: Fútbol ciego (el arte de volar como Los Murciélagos). Sus páginas hacen justicia con un grupo de personas que, como escribe Eduardo Sacheri en el prólogo, “buscaron el modo para, de todos modos, jugar al fútbol. Jugarlo de verdad. Jugar en serio”.

Hay algo que sorprendió a Ansaldi al descubrir al seleccionado argentino de fútbol para no videntes y darle origen a su libro. “Me llamó la atención su habilidad. No imaginaba que personas que no gozaban de la posibilidad de ver, podían hacer cosas parecidas con la pelota a las que hacen quienes sí pueden ver”, cuenta el subeditor de Deportes del diario La Prensa. “Pese a que muchos de ellos quedaron ciegos (otros nacieron sin poder ver) y debieron atravesar situaciones traumáticas, viven su discapacidad con una naturalidad asombrosa. No es un tema que los tire para abajo. Son felices cuando se juntan para entrenarse y competir”, agrega en diálogo con De Fútbol Somos.

-¿De qué manera definirías la historia de Los Murciélagos?
-Es, sin dudas, una historia ejemplar. Se trata de un grupo de gente que nos interpela a quienes gozamos de todos los sentidos y nos quejamos por pavadas todo el tiempo. Ellos son un espejo en el que hay que mirarse, porque superaron adversidades enormes y llegaron, literalmente, desde el patio de un colegio al mundo para convertirse en una marca registrada haciendo lo que les gusta. Y siempre yendo para adelante desde un país que lo que único que hace es ponerle trabas a todo.

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-¿Y cuáles son las claves para que desde hace 20 años estén en la élite mundial?
-Las ganas y fortaleza que tienen para superar adversidades. No se quedan en la queja, no hay nada que ellos piensen que no se puede hacer. Me han contado historias fascinantes que intento replicar en el libro. Son experiencias que ninguna persona que ve se animaría a superar. Creo que hay que ser ciego, estar loco o ser un Murciélago para hacer las cosas que hacen.

Ese ADN le permitió a Los Murciélagos ser campeones del mundo en 2002 y 2006, y llegar a la final en 1998, 2000, 2014 y 2018. Su currículum incluye también cuatro copas América -la última fue lograda días atrás en Córdoba- una medalla de plata y dos de bronce en los Juegos Paralímpicos. Los títulos llegaron desde el aporte colectivo e individual. En su libro de 176 páginas, Ansaldi retrató los caminos de la vida de ciertos personajes. Uno de ellos es Enrique Nardone…

-A Quique, profesor de educación física, se lo conoce como el padre de la criatura en la Argentina. Fue quien observó, a principios de los ’90, a un grupo de ciegos jugando al fútbol en el instituto Román Rosell. Quedó deslumbrado, pero se dio cuenta que se lastimaban porque jugaban de manera caótica. Investigó cómo mejorarse eso y descubrió que los ciegos ya jugaban en España y otros pocos lugares en el mundo. Se contactó con dos profes fundamentales en el desarrollo del fútbol para no videntes: Carlos Campos López, que era el DT del seleccionado español, y Ramón Pereyra Souza, de Brasil. Y entre los tres, crearon las reglas del deporte tal cual se lo juega hoy en el mundo.

-¿Y Silvio Velo? ¿Cómo llegó a ser el mejor futbolista no vidente de todos los tiempos?
Su historia es increíble, porque nació ciego, en condiciones muy adversas. Tenía diez hermanos y vivía en un rancho de barro, a orillas del río, en San Pedro. Cuando era un nene, Silvio ni siquiera sabía que era ciego. Y como sus padres estaban ocupados llevando adelante a semejante familia, él se las arreglaba en muchos casos solo. Él cuenta que se mezclaba en los picados que jugaban los chicos que sí podían ver, pero ¡sin saberlo! Cada tanto agarraba la pelota y no se la podían sacar… Cuando fue adolescente, los padres descubrieron el Rosell, se instaló allí y conoció a Nardone.

-Eso fue un cambio en su vida…
-Se convirtió en el emblema del equipo nacional que iban a formar con el profe y llegó al mundo para transformarse en Los Murciélagos. En 2002, Argentina fue campeón en el Mundial de Brasil y Velo fue consagrado como el mejor jugador del mundo. Desde entonces reinó por años con esa chapa.

¿Qué otras historias mínimas de superación personal te impactaron a medida que producías y escribías el libro?
-Un montón. Y cada vez que cerraba un capítulo terminaba con una sensación de haber aprendido algo y de incredulidad a la vez, aunque sabiendo que todo lo que me contaban era la absoluta realidad. Hay varias que me impactan aún hoy cuando las repaso: la de David Peralta, que perdió la vista porque su hermano inocentemente hizo explotar una granada luego de la guerra de Malvinas. Con los años, él llegó a ser una de las figuras de Los Murciélagos y ahora es concejal en su pueblo, en el sur del país. O la de Nacho Oviedo, que tuvo cáncer en los ojos cuando era un nene, pero andaba en bicicleta por el barrio siendo ciego y hoy es uno de los mejores delanteros del mundo. Cada una de las historias de vida de los jugadores suele ser apasionante y ejemplar.

-Vos preguntaste, escuchaste y escribiste el libro, pero también jugaste con Los Murciélagos. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Nunca la voy a olvidar en mi vida. De atrevido, le pedí a Martín Demonte, que era el DT el año pasado, que me diera la posibilidad de jugar cinco minutos con ellos, en un entrenamiento, con los ojos tapados. Creía que iba poder hacer algo, porque suelo jugar al fútbol. Hoy me doy cuenta que fui un caradura… Lo hice por la buena onda que ellos siempre me mostraron y para poder contarlo en primera persona en el libro. Fue imposible tocar la pelota pese a que emite un sonido y a que todos trataban de ayudarme. Pero si te tapás los ojos, en dos minutos no sabés dónde estás parado. Y después jugué con los ojos descubiertos un rato. Ahí sí toqué un par de veces la pelota, pero no pude hacer nada significativo. Ellos sabían dónde estaba yo antes de que pudiera tomar la pelota.

-La última, ¿qué les dirías a aquellas personas que todavía no fueron a un partido de fútbol para no videntes?
-Primero, que es muy divertido, más si lo juegan Los Murciélagos, que son la elite. Después, que conmueve ver la capacidad que tienen para hacer lo que hacen. Creo que es una experiencia única verlos en vivo y reflexionar sobre cómo algunos hombres y mujeres, porque también existen Las Murciélagas, por ejemplo, pueden sortear dificultades extremas con holgura. Yo le recomendaría a todo el mundo que vaya, aunque no le guste el fútbol o no lo entienda. Y más aún si tienen en su familia alguien con esa discapacidad, u otra. Porque también van a poder comprender que hay que ayudar al que perdió la vista sin sobreprotegerlo. Esa es la clave para que esa persona se pueda desarrollar en lo social de la mejor manera.

 

 

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