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Por Roberto Fontanarrosa
Valdano dice que Romario es un jugador de dibujitos animados. Y Jorge sabe mucho de esto. Es más, se descuenta que el Pato Lucas será el próximo media puntada de su Real Madrid. Romario corre, se cae, gira, salta, rebota y nada parece afectarlo. Erra un gol imposible y aparece en la escena siguiente intacto, como el Gato Malandrín después de habérsele caído una roca de 7.000 kilos en la cabeza. Continue Reading
Desde el cielo te voy a alentar
Inmortal. Como las letras de sus cuentos y los remates de sus dibujos. Eterno. Como sus observaciones lúcidas y su olfato para percibir lo popular en el contacto con el hombre común. Infinito. Como su sentimiento por Rosario Central. El Negro Fontanarrosa murió allá por el invierno de 2007. Se despidió en cuerpo y alma. No en las historias ingeniosas de sus libros. Tampoco en los recuerdos del inconsciente colectivo. En el diario de hoy se habla de su mito, al cumplirse 70 años de su nacimiento. Y más aún, cuando Central recorre la sala de espera para jugar una final. Será contra Huracán, por la Copa Argentina. Y entre los cuerpos con el corazón azul y amarillo, el aliento del Negro sonará desde el cielo. Habrá pasión en cada uno de sus cantos, de sus movimientos de brazos, de sus gritos. Y el fanatismo se entenderá, sobre todo, por aquella descripción que hizo en un cuento dedicado a su vida junto al Canalla. Va un extracto de Mi historia con Rosario Central. A la memoria de Fontanarrosa y su sentimiento futbolero. Ahora y siempre. Qué lo parió. Continue Reading
Leer el juego (por Juan Villoro)
Se oye ruido de pelota en la cabeza de Juan Villoro. El escritor mexicano es conocido en el planeta por sus novelas y, también, sus crónicas de fútbol. «El juego que no sólo sucede en la cancha, sino también en la mente de los aficionados», según opinó tiempo atrás en una entrevista con el diario El Siglo de Torreón. Su sentimiento por el balón y las letras lo impulsaron a publicar dos obras recomendables: Los once de la tribu (1995) y Dios es redondo (2006). Y entre sus cuentos de alto vuelo, emerge Yo soy Fontanarrosa, el elegido de esta sección en De Fútbol Somos. Un texto en el que la imaginación de Villoro une a Tolstoi, Joyce y Kafka en un equipo de fútbol. El encuentro literario y pelotero, en principio, puede parecer insólito. Al cabo, resulta brillante. Pasen y lean.
Leer el juego (por Roberto Fontanarrosa)
«No crecí queriendo ser como Julio Cortázar. Crecí queriendo ser como Ermindo Onega. Por eso, llegué a la literatura por la puerta de atrás, con los botines embarrados y repitiendo siempre el viejo chiste: ‘Mi fracaso en el fútbol obedece a dos motivos. Primero, mi pierna derecha. Segundo, mi pierna izquierda'». Cortita y al pie, Roberto Fontanarrosa repetía esa frase en distintos ámbitos. Podía hacerlo en programas de televisión, una charla con sus amigos en el bar El Cairo o en un congreso de la lengua. Y de inmediato, sonaban las risas del público. El Negro, tal como le gustaba decir, llegó a la literatura con los botines sucios, aunque pronto se puso la ropa de crack y cada cambio de frente resultó un texto extraordinario. Fue el capitán de un equipo con nombres de alto vuelo, como Soriano, Sacheri y Sasturain. Y con su visión genial de este juego, dejó cuentos célebres. Como Escenas de la Vida Deportiva, el elegido para cerrar una semana en la que se cumplieron cinco años de su muerte. Un relato ideal para recordar a Fontanarrosa desde este espacio. Ahora. Y siempre.
No te fuiste, campeón
Ahí, en plena Feria del Libro de Guadalajara, Roberto Fontanarrosa pidió el micrófono e hizo un cambio de frente magistral. «El fútbol es el ADN de la vida», reflexionó el Negro, rodeado de aplausos. Entonces, había perdido buena parte de su movilidad. No su genio. Y en esa frase, célebre y extraordinaria, encontró su resumen íntimo. Personal. Eterno. Porque Fontanarrosa, de cuya muerte se cumplen cuatro años, vive en el recuerdo futbolero. También, en los equipos y jugadores sobre los que escribió en distintos libros. Y sobre todo, en estas cinco sentencias inolvidables. No te fuiste, campeón.
Algunos intelectuales serios habrán ocupado sus horas leyendo a Tolstoi, mientras yo leía El Gráfico”. Continue Reading