SANTA MARADONA: EL HOMENAJE A DIEGO EN LOS BARRIOS POPULARES DEL PAÍS

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Dice Jorge Valdano que si Diego Maradona hubiera vuelto a la Argentina montado en un caballo blanco después del Mundial ’86, lo habrían confundido con el general San Martín. “Esa era su estructura para millones de personas”, dimensiona el ex futbolista. En cambio, Verónica Sánchez Viamonte, hija de desaparecidos y adolescente de 12 años en ese momento, recuerda una imagen más terrenal del Diez. O mejor dicho, cercana en lo familiar. “Hice una transferencia y lo veía como si fuese mi papá Gonzalo, que jugaba en La Plata Rugby Club y era un crack. Ahí empecé una conexión personal con Diego”, cuenta en diálogo con De Fútbol Somos.

De aquellos días gloriosos de la Selección en México, hay otra escena maradoniana que todavía permanece en el inconsciente de esta arquitecta y artista plástica. “Mi abuelo materno había hecho un altar con una foto del diario y le daba de comer. Por ejemplo, si mi abuela cocinaba empanadas, él le ponía un pedacito. Todo para que Diego estuviera bien alimentado y ganara la Copa del Mundo”, comenta desde La Plata. Se entiende, entonces, la iniciativa que hoy encabeza: Santa Maradona, el homenaje con el que busca recordarlo, a través de altares públicos, en cada barrio del país. “Una forma, también, de militar su persona y lo que nos dejó”, según define Verónica en la entrevista.

-¿Cuándo surgió esta idea y qué te llevó a concretarla?
-El día que murió Diego me angustié un montón y el papá de mis hijos me dijo por qué no hacía un altar como los del Gauchito Gil y lo ponía enfrente de mi casa. Se dio esa cosa de transformar el dolor en algo artístico. Entonces, me puse a diseñar uno con los recursos que tenía disponibles y, de repente, dije: “No voy a hacer uno, sino diez”. Le pedí ayuda a unos amigos y, al final, hicimos esa cantidad de altares dedicados a Maradona.
-¿Cómo son los altares y dónde llevaste el primero?
-Son una caja de madera de terciado fenólico y tienen una imagen de Diego, junto con la bandera de la Argentina y una inscripción que dice ‘patrono del fútbol’, o ‘patrono de la alegría’… En total, hice 19 patronos. Y cuando terminé el primer altar, en vez de ponerlo enfrente de mi casa, lo llevé al Hogar del Padre Cajade en La Plata. Me pareció ideal que estuviese en un lugar donde la pelean todos los días para que los chicos puedan salir de la calle y tengan una vida mejor. Era como devolver a Diego a sus lugares de lucha.

-A más de un año de la muerte de Maradona, ¿cuántos altares llevás instalados y dónde pueden verse?
Hasta ahora, llevo instalados 178 y están en todo el país. Por ejemplo, La Matanza, Villa 31, los alrededores del estadio de Argentinos Juniors, Nueva Chicago, Atlanta, Merlo, Morón, La Plata, Berisso. En un momento, el Movimiento Evita organizó una jornada que se llamó ‘Sin potreros no hay 10’. Ahí se contactaron conmigo, porque querían llevar un altar a cada una de las sedes del país donde se realizaba el torneo. Me encargaron 110 y me ayudaron con el costo y los materiales. Así que también hay altares de Diego en Jujuy, Ushuaia, Córdoba, Misiones, Tigre…
-¿Y con qué reacciones te encontraste cuando lo instalan?
-La mayoría se pone a llorar, porque la figura de Maradona es muy fuerte. A través de este proyecto conocí un montón de gente increíble. Es una apertura en la que todos nos sentimos un poco hermanados por Diego, compartimos un montón de cosas desde la base.

“Hay un montón de cosas que resalto de Diego, como no perder la lealtad a su pueblo y su gente. Él puso demasiado de sí por otros. Los altares son un reconocimiento a su persona y una manera de agradecerle”, asegura Verónica Sánchez Viamonte, impulsora de Santa Maradona.

-¿Desde algún lugar donde colocaron un altar te llamaron para decirte que alguien lo había roto? ¿O están intactos los 178?
-Sólo hubo problemas con uno que instalamos en Parque Chacabuco. Me llamaron de una agrupación kirchnerista y me pidieron un altar para ponerlo junto a los vecinos. Y había un chico que siempre iba a tomar una cerveza o fumar en el altar de Diego y me mandaba la foto o un video a través de las redes sociales. Y un día me dijo: “Vero, el altar no está más; se lo robaron”. Nadie sabe qué sucedió, son cosas que pasan.
-¿Y te sorprende que, salvo esa situación que contás, el resto de los altares esté intacto?
-No, era lo que esperaba. Mirá que son varios y siempre me dijeron “Los van a romper, los van a vandalizar”, y por suerte no pasó. También puse uno enfrente de mi casa, lo veo por la ventana y es sorprendente mirar cómo la gente pasa y lo toca. Hay un pibe que viene siempre y se toma unos mates con Diego. Una vez pasó un cartonero, se sacó la zapatilla y se la dejó a Maradona. Y siguió caminando con un pie sin zapatilla.

Verónica Sánchez Viamonte (derecha), junto a Ana Tello, la carpintera que forma parte del proyecto Santa Maradona. Detrás, algunos de los altares diseñados en homenaje al Diez eterno.

-Al principio de la entrevista me decías que este proyecto no es sólo una manera de recordar su figura, sino también de militarla…
-Sí, porque además de quererlo y admirarlo, soy una militante de su persona y lo que nos dejó. Creo que fue un ejemplo de lo que hay que hacer, y también de lo que no hay que hacer. Un ejemplo de que todos nos podemos equivocar. Más allá de eso, fue un tipo que estuvo en la cima y nunca se la creyó. Siempre dio la cara para pelearse con los dirigentes de la FIFA, pero no sólo por él, sino también por otros. Y ese fue un acto de generosidad enorme, porque nunca pensó primero en él. En mi caso, jugué al vóley y el deporte me salvó de la tristeza de no tener a mis viejos, que fueron secuestrados y desaparecidos en 1977, cuando tenía tres años. Y mucho de eso se lo debo a Diego. Entonces, si el amor al otro no es la militancia, yo no sé lo que es la militancia.
-¿Te imaginás en el futuro ir por una ruta y, como en el caso del Gauchito Gil, encontrarte con un altar de Maradona al lado del camino?
-Sí, me lo imagino, aunque eso lo vamos a ver dentro de unos 50 años, porque Diego es muy reciente para todo eso. Igual, hay mucha gente que lo quiere con devoción. Y tengamos en cuenta que los santos populares nacen así. Tenemos que empezar a creer un poco más en estos santos o ídolos populares, como la Difunta Correa, el Gauchito Gil, Gilda, Diego, en el sentido de que son más parecidos e nosotros. Hay que creer un poco más en las personas y no tanto en lo que no existe. Todo lo tenemos al alcance nuestro, hay gente que lo hizo posible.

 

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