RESCATANDO AL HEART OF MIDLOTHIAN, EL EQUIPO QUE COMBATIÓ EN UNA GUERRA

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Por Enrique Gariglio (@enriquegariglio)

Por un instante, el silencio volvió a la Soledad. Y ahora lo que lastima es el viento polar, la lejanía, el dolor por los amigos perdidos. No las balas que hace apenas un par de horas se llevaron la vida del teniente Roberto Estévez, que con 25 años se convirtió en leyenda al recibir la distinción militar más alta que otorga la Argentina: la Cruz al Heroico Valor en Combate.

Antes de sufrir un tercer disparo mortal, Estévez pasó impartiendo órdenes por la trinchera de Ganso Verde, donde Mario Kempes, Daniel Passarella, Pato Fillol y Mostaza Merlo intentan recuperar ahora algo de calor en sus uniformes húmedos. Los ídolos del Millonario comparten una rancheada de mate cocido y galletas marineras duras con algunos hinchas que hasta hace pocas semanas los alentaban desde la popular Sívori.

Todos están serios. Ninguno, nunca, pensó en cambiar el rugido dominguero del Monumental por el estampido bestial de las bombas que los artilleros del 2º Batallón de Paracaidistas de la Task Force inglesa, enviado por Margaret Tatcher hasta las Islas Malvinas para volver a usurparlas, descargaron sobre esas posiciones argentinas.

A pocos kilómetros, los de Boca también vienen soportando noches muy difíciles. Pero un grupo de hinchas xeneizes pudieron evacuarse junto con Diego Maradona, Miguel Brindisi, Loco Gatti y Roberto Mouzo. A duras penas, dejaron sus trincheras agachados bajo una lluvia de balas de los fusiles L1A1 con que les dispararon durante horas los integrantes de la compañía Yankee del 45º Batallón de Comandos de los Marinos Reales.

Integrantes del Regimiento de Infantería 6 apostado en el Cerro dos Hermanas, los jugadores e hinchas de Boca pudieron ponerse a salvo gracias a la actitud heroica del conscripto Oscar Ismael Poltronieri, que se ofreció para cubrir la retirada de sus compañeros y él solo, con su ametralladora, resistió el ataque inglés. Por esta acción, también recibiría la Cruz al Heroico Valor en Combate con la diferencia de ser el único solado conscripto en haberla obtenido en la historia de nuestro país.

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Las acciones de combate descriptas, las divisiones que las protagonizaron y el nombre de los héroes argentinos que se destacaron en ellas, son verdaderos. Los futbolistas mencionados son de integrantes de los planteles de River y Boca en 1982. Y como las escenas en las que se los nombran son ficticias, podrían ser reemplazados por jugadores de San Lorenzo, Racing, Independiente o cualquier otro equipo del fútbol argentino de aquella temporada y estar acompañados por hinchas de cada uno de los clubes elegidos en esas terribles circunstancias.

Se trata de un ejercicio de ficción hecho apenas para tratar de introducir al lector en situación, en sentimiento, de un episodio que en tiempos modernos sonaría increíble, pero que realmente sucedió: la marcha de un equipo de fútbol completo, junto con sus hinchas, a un frente de combate. Fueron 16 jugadores del Heart of Midlothian, un club de Edimburgo, la capital de Escocia, que el 25 de noviembre de 1914 dejaron de lado un torneo en el que llevaban ocho victorias al hilo en la Primera División para alistarse como voluntarios e ir a pelear en la Primera Guerra Mundial.

No termina ahí este hecho que mezcla fútbol, pasión, guerra y tragedia. Para mostrar hasta qué punto llegaba el aguante de los hinchas al club de sus colores, más de 500 de ellos siguieron al equipo hacia el frente de batalla.

Pero los Midlothians y sus fanáticos marcaron un camino para otros clubes y parcialidades, tal el caso de unos 150 seguidores del Hibernian (rival tradicional del Midlothian) y varios futbolistas profesionales de otros cuadros de la liga escocesa, como el Raith Rovers, Falkirk y Dunfermline. Todos se alistaron en masa en el batallón voluntario de Sir George McCrae, un empresario y político escocés que ocupó altos cargos en el gobierno de ese país y fue miembro de la Cámara de los Comunes británica. Pero quedaría en la historia, justamente, por conformar el 16º Regimiento Real Escocés, más conocido como…. El Batallón de los Futbolistas.

La Gran Guerra –como se la llamó hasta el desarrollo de la Segunda- había comenzado apenas cuatro meses antes de la decisión de los jugadores y de la creación del Batallón de McCrae. El conflicto que mezclaría los efectos brutales de la guerra tecnificada con las antiguas tácticas de batalla de cargas de infantería y caballería, dejaría entre 10 y 30 millones de muertos entre militares y civiles. Y otros varios millones con secuelas en los países intervinientes que, a grandes rasgos, fueron el Imperio Británico y Francia, más Estados Unidos y el Imperio Ruso, contra el Imperio Alemán, el Austrohúngaro y el Imperio Otomano.

Los escoceses, claro, se sumaron a las fuerzas británicas. Pero los Hearts podrían haberlo evitado. Sucedió que, por entonces, los futbolistas profesionales estaban eximidos del reclutamiento. Al estar contratados por sus clubes, el Estado no podía avanzar sobre una relación entre privados y hacerlos vulnerar ese compromiso. En la mayoría de los países la discusión se saldó rápido y todos marcharon al frente sin importar si eran los Messi o los Cristiano Ronaldo de su tiempo.

El aparente privilegio de los futbolistas desató un feroz debate en la sociedad del Reino Unido, con posiciones a favor y en contra. Frederick Charrington fue el más fervoroso activista a favor del envío de los futbolistas a la Primera Guerra Mundial. “Jugar al fútbol mientras nuestros hombres están luchando es repugnante”, afirmaba, entre sus argumentos más suaves. Otros referían a la supuesta “falta de hombría o virilidad” de los jugadores a los que intimidaba públicamente y también en sus vidas privadas.

Charrington venía ya con una carga emocional fuerte: era hijo de millonarios propietarios de una célebre cervecería londinense. Cuando en una caminata por los barrios bajos de la capital inglesa se encontró con cientos de personas estragadas por el alcohol producido en la maltería familiar, renunció a su fortuna y se convirtió en un fervoroso moralista anti alcohol.

La Primera Guerra Mundial le dio a Charrington otra causa para canalizar aquella culpa y la emprendió contra el fútbol. La prensa amarillista –cuándo no- encontró fermento ideal para incrementar su tirada estigmatizando a los jugadores que no se alistaban. Pero la Asociación de Fútbol Inglesa continuó con la temporada 1914-15 y respondió a sus críticos señalando que había puesto a disposición las instalaciones de los clubes asociados para el reclutamiento y hecho una fuerte contribución financiera al esfuerzo de guerra. Charrington no escuchaba ningún argumento.

Otro que se sumó a la cruzada antifutbol de guerra fue William Joynson-Hicks, un político conservador que tendría entre sus grandes logros haberle ganado en 1908 una elección distrital en un suburbio de Manchester a un tal Winston Churchill. Joyson-Hicks se hizo fama de autoritario, furioso anticomunista e implacable moralista contrario a cualquier expresión de diversión nocturna. Con estos antecedentes era casi previsible que censurara al fútbol en tiempos de guerra y él también formaría su batallón de futbolistas en Inglaterra semanas después que el de MCCrae para ejemplificar a una sociedad que en buena parte consideraba al juego de los 11 contra 11 como un modo de entretener y levantar la moral de la población civil en los difíciles tiempos de guerra.

Después de tomar en grupo su decisión, los Hearts (nombre corto del club que nos ocupa) trataron de continuar en aquel controvertido campeonato y mantuvieron su racha de victorias varias fechas más. Sin embargo, el duro entrenamiento militar –que incluía extenuantes caminatas nocturnas de diez horas en el implacable invierno boreal- empezó a afectar el desempeño de varios jugadores. Podrían haber evitado esa decisión, porque tanto la asociación escocesa como la inglesa resistieron casi hasta el final la partida de sus jugadores.

El batallón de George McCrae (de bigotes, en el centro de la imagen) fue conocido como el Batallón de los Futbolistas.

Pero los 16 de Hearts estaban imbuidos de un genuino espíritu patriótico. El de sus 500 seguidores, ¿quién puede afirmarlo? Simplemente hicieron carne aquel “yo te sigo a todas partes” de toda hinchada que se precie de tal. Y fue gracias a un artilugio militar inglés que pudieron hacerlo: los “Pals Battallions” o “Batallones de amigos” que permitían sumarse a grupos enteros de muchachos con alguna afinidad en sus barrios, pueblos…. Clubes, para ir a luchar por su país.

Así que los 1.350 integrantes del Batallón del Fútbol escocés de McCrae se sumaron al 17 ° Batallón del Regimiento Middlesex que, con el mismo formato, había formado en Inglaterra Joynson-Hicks y logrado armar un seleccionado nada desdeñable. Entre sus reclutados tenía a Franklin Charles Buckley, que ya había jugado en Aston Villa, Manchester United y Manchester City.

También sumó al delantero Walter Daniel John Tull, que había jugado en Tottenham y llegó en gira a la Argentina y Uruguay en 1909 con ese club. De origen afrocaribeño, se convirtió en el primer oficial de raza negra del ejército británico también por participar de aquel batallón de futbolistas.

Para enero de 1916, futbolistas, hinchas y hasta algunos árbitros habían completado su entrenamiento y eran embarcados rumbo al norte de Francia, al Frente Occidental, donde se desarrollaba esa carnicería estremecedora conocida como la “guerra de trincheras”. Su destino, más específicamente, fue el frente del río Somme.

La batalla del Somme fue una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial. Entre ambos bandos, sumaron más de un millón de bajas. Sólo el primer día, el 1 de julio de 1916, los británicos contabilizaron 57.740 bajas, de las cuales 19.240 fueron mortales…

De visita a Edimburgo, este cronista se topó con un monumento. Podría haber sido uno más en un continente con más de 2.000 años de historia, donde abundan las referencias a hechos memorables. Pero éste, en la remozada zona de Haymarket, no muy lejos del centro de la capital escocesa, era especialmente llamativo. Una torre reloj que se impone en una esquina de tránsito urbano.

Una placa oscurecida por el tiempo reza: “Erigido por el Heart of Midlothian Fútbol Club en memoria de sus jugadores y miembros que cayeron en la Gran Guerra 1914/1919 (SIC: la Primera Guerra Mundial terminó en 1918)”. Detrás, hay otra placa en memoria de los caídos del club en la Segunda Guerra Mundial, pero esa es otra historia…. Y en cada bloque de la columna figuran los lugares donde entraron en combate. No dice más.

La torre reloj que homenajea a los jugadores e integrantes del Heart of Midlothian que murieron en la Primera Guerra Mundial.

El libro El Batallón de McCrae: la historia del 16° Regimiento Real Escocés, que el autor Jay Alexander publicó en 2004, resume quiénes fueron aquellos Hearts que “cayeron”: futbolistas, fueron siete de los 16 enlistados; hinchas, quizá nunca se sepa la cifra.

Tres de las bajas se produjeron aquel fatídico 1° de julio de 1916 del inicio de la batalla del Somme. Murieron bajo balas y artillería alemanas Duncan Currie, Ernest Ellis y Henry Wattie (su cuerpo nunca fue hallado). Tenían poco más de 20 años. Otros cuatro jugadores, Alfred Briggs, Paddy Crossan, James Hazeldean y Edward Maguire resultaron gravemente heridos ese mismo día, en el que casi 700 miembros del batallón McCrae (más de la mitad) murieron o fueron heridos.

James Boyd, el arquero, murió un mes después, el 3 de agosto, cuando el hospital de campaña en el que se recuperaba de heridas sufridas en combate fue bombardeado. John Allan, Tom Gracie, y James Speedie completarían en los meses siguientes el número de bajas fatales en el Hearts.

Las cuatro muertes que completan a los 11 del equipo se dieron una vez finalizado el conflicto. Bob Mercer, capitán del Hearts, sobrevivió a la terrible Gran Guerra. Había sido rechazado al momento del reclutamiento de McCrae, porque tenía una lesión en la rodilla. Pero insistió y fue incorporado en 1916 y enviado al combate. Un año después sufrió graves lesiones pulmonares por inhalación del temible “gas mostaza”, pero sobrevivió. En 1924, ya retirado, lo convencieron para que participara en un partido de despedida ante el Selkirk. A los diez minutos de partido, Mercer se desplomó en el suelo. Con apenas 34 años, había sufrido un fulminante ataque al corazón, seguramente vinculado a aquella deficiencia respiratoria que le dejó la guerra.

El Hearts of Midlothians cuenta hoy con cuatro Copas de Escocia, considerado el torneo de fútbol más viejo del mundo. De hecho, este club está entre los que fueron formando al fútbol tal cual lo conocemos hoy. Terminó sexto el año pasado en la Liga de Escocia (no la gana desde 1960) y tiene una camiseta color granate, similar a la de Lanús. El propio club inauguró el memorial en Edimburgo en 1922: las crónicas cuentan que asistieron unas 65.000 personas.

Hay otro Memorial a los futbolistas caídos en la Gran Guerra, pero este específicamente dedicado a todo el Batallón de McCrae. Está en la localidad francesa de Contalmaison, adonde cada año se hace una peregrinación de aficionados de fútbol que recuerdan la valentía de los jugadores/voluntarios como el moreno Tull, que moriría en acción apenas seis meses antes del fin de La Gran Guerra.

 

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