PABLO ROJAS PAZ: LA HISTORIA DEL ESCRITOR QUE MARCÓ UN ESTILO CON SUS CRÓNICAS FUTBOLERAS

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Por Santiago Tuñez

Algo despertó su interés. Quería conocer la obra del personaje que firmaba sus notas con ese seudónimo llamativo. Y una beca de la Biblioteca Nacional le permitió lanzarse a las aguas del archivo. Allí, Germán Ferrari navegó ratos largos, exploró los diarios Crítica y Jornada, y halló un tesoro cultural. Al cabo, su estudio y compilación tomó forma en el libro Pablo Rojas va a la cancha – Las crónicas futbolísticas de El Negro de la Tribuna. “Me parecía importante abordar sus notas, porque iniciaron otro tipo de escritura sobre el fútbol”, dice el historiador. Y luego profundiza su mirada: “Son textos muy ricos en cuanto al vocabulario, el estilo y su intervención en primera persona”.

Existía una razón por la que Rojas Paz impuso sus trazos literarios en las páginas periodísticas. Era un cuentista horneado en el mundo de las letras. Integrante de la Generación del ’22 en la línea del Grupo Florida, el tucumano participó en la fundación de la revista Proa, junto Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes y Alfredo Brandán Caraffa. “Sus amigos y colegas provenían de la literatura. Cuando descubrieron que era El Negro de la Tribuna, algunos lo dejaron un poco de lado. Claro, que a un escritor le gustara el fútbol en ese momento era rarísimo. Y si le gustaba, trataba de no decirlo. Él se autodefinía como el antiacadémico Rojas Paz”, señala Ferrari a De Fútbol Somos.

-¿Cómo llegó a escribir crónicas deportivas en el diario Crítica? ¿Y por qué eligió ese apodo?
-Él contaba que un día fue a ver un amistoso y se armó una desbandada en la tribuna. Por casualidad, se encontró con un directivo de Crítica, al que le dijo que le gustaba el fútbol. Y Natalio Botana, que era el dueño del diario, le dio el visto bueno para que comenzara a escribir sobre fútbol, sin dejar de hacerlo acerca de temas literarios. Pero no podía firmar como Rojas Paz, por lo que le dieron a elegir un seudónimo. Y se le ocurrió combinar las palabras Negro, por su tez morena, y Tribuna, porque le gustaba mirar los partidos desde ahí; no iba al sector desde donde lo veían los periodistas.

En 1940, Pablo Rojas Paz ganó el Premio Nacional de Literatura por su libro El Patio de la Noche.

-Decías que los textos de Rojas Paz eran muy ricos en cuanto a su vocabulario y el estilo. ¿Qué otros elementos incorporó en sus crónicas?
-En las notas que analicé, que son de comienzos de la década del ’30, se ve una confluencia de dos mundos. Por un lado, un escritor con manejo de autores y de lecturas muy vasto. Y por el otro, un acercamiento estrecho hacia el idioma de la calle, del pueblo y de las personas que iban a la cancha. Con el choque de estos mundos producía textos maravillosos. Rojas Paz incorporó términos en lunfardo y expresiones coloquiales, y estaba atento no sólo a lo que pasaba en el campo de juego, sino también en las tribunas. Es más, en la mayoría de sus crónicas también había una necesidad de contar cómo era el antes y el después del partido.

-¿Y de qué manera intervenía en sus notas?
-Él estaba presente, pero no aparecía como el protagonista del texto. Pocas veces su yo era fuerte. Eso lo encontramos 90 años después en varias crónicas del periodismo narrativo y, en algunos casos, con una prevalencia del yo que causa rechazo. Parecen textos escritos desde una soberbia donde el periodista es el protagonista principal. Y en ese punto, Rojas Paz era muy cuidadoso. No se alejaba de la crónica, pero tampoco tenía una presencia para decir: «El personaje soy yo». Ya con la firma de El Negro de la Tribuna, el lector sabía de quién se trataba.

-Su apodo iba en línea con los diarios donde escribía, porque tanto Crítica como Jornada tenían un perfil popular…
-Sí, claro. Crítica era el diario más vendido del país en aquel momento, con un despliegue importante sobre los deportes en general, y al fútbol en particular, porque también marcó ese ascenso del fútbol amateur al profesional. En Crítica, la sección Deportes era una sección muy trabajada, con dibujos, fotografías y suplementos especiales. Hay que sacarse el prejuicio de que estaba mal escrito porque era un diario popular o sensacionalista. Todo lo contrario. Esa hipótesis se cae al repasar algunos nombres que desfilaron por su redacción. Ahí aparecen Borges, Roberto Arlt, Leopoldo Marechal y los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón, entre otros.

-Justo lo nombraste a Roberto Arlt, ¿puede decirse que las crónicas futboleras de Rojas Paz eran algo así como las Aguafuertes porteñas?
-En algún aspecto son Aguafuertes porteñas, centradas en los partidos. Una de las secciones en las que firmaba Rojas Paz se llamaba El Partido de Ayer. Allí no hacía un relato sobre el partido, desde el minuto cero hasta el final, sino que mostraba el estilo que comentaba antes y tenía relación con las Aguafuertes porteñas. Se enfocaba en equipos, personaje, situaciones… Estaba atento al lenguaje, las expresiones populares, cómo hablaba la gente. Esto lo emparentaba mucho con Roberto Arlt.

-En sus crónicas retrata el fin del amateurismo y el inicio del fútbol profesional en la Argentina…
-Exacto, yo tomo ese período en el libro, pero Rojas Paz siguió escribiendo hasta su muerte, ocurrida el 1° de octubre de 1956, y firmaba como El Negro de la Tribuna. En sus textos se va viendo la transición del mundo amateur al profesional. De hecho, él jugó en Atlético Tucumán y tenía un recuerdo agradable de esa época. Cuando vino a Buenos Aires dejó de jugar, pero no de ir a la cancha.

-¿Qué hay de cierto con que Rojas Paz bautizó a los hinchas de Boca como el Jugador Número 12?
-¡Es verdad! Él aplicó ese apodo a la hinchada en general de Boca. En el libro cito las teorías que hay en ese sentido, porque el apodo del Jugador Número 12 estaba dado para Toto Caffarena, que en 1925 acompañó a la delegación de Boca durante la gira por Europa. Pero la primera persona que usó esa denominación para hablar de la hinchada de Boca fue Rojas Paz. Y él lo sentía como un orgullo en su ámbito profesional. De hecho, lo dijo en alguna nota autobiográfica en sus últimos años de vida.

-¿En el periodismo deportivo de hoy, sobre todo en la gráfica, encontrás un estilo parecido al de sus textos?
-Si dijera que en 2020 se escribe igual que en 1930, estaríamos en problemas. Pero creo que las crónicas y los textos de los buenos periodistas resisten en el tiempo. Y pienso que las notas de Rojas Paz, leídas en la actualidad, son amenas, profundas y graciosas, porque el humor y la ironía siempre están presentes. Hoy podemos leerlas, como también lo hacemos con las Aguafuertes porteñas, de Arlt. El mundo, el periodismo y la sociedad han cambiado, pero sí hay elementos que pueden perdurar en la forma del detalle: prestar atención a cómo habla la gente, cuáles son sus expresiones, pintar escenas muy claras sobre lo ocurrido dentro y fuera de la cancha. Y eso es válido hoy para el periodismo en general, como para el periodismo narrativo.

 

 

 

 

 

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