UN GRITO DE GOL LEJOS DEL TORTURADOR

A un toque

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Por Gabriel Tuñez (@gabtunez)

Un galpón de unos 25 metros cuadrados, con techos altos y vigas a la vista, funcionaba como sala de torturas. De las vigas, justamente, se colgaban a los detenidos. Debajo de ellos, el piso estaba mojado y electrificado para que no pudieran apoyar los pies sin recibir una descarga. En el primer piso había dos habitaciones: una era la de Aníbal Gordon, considerado el jefe de máximo del lugar. La otra era utilizada por los uruguayos José Nino Gavazzo y Manuel Cordero Piacentini para torturar a sus víctimas, sobre todo las que eran sus compatriotas.

“Automotores Orletti” fue uno de los centros clandestinos de detención que funcionó en la ciudad de Buenos Aires durante la última dictadura militar. Se trataba de un antiguo taller mecánico de vehículos situado en la calle Venancio Flores 3519, en el barrio de Floresta, frente a las vías del tren Sarmiento. Entre mayo y noviembre de 1976 pasaron por Orletti entre 200 y 300 prisioneros ilegales: argentinos, uruguayos, bolivianos y chilenos.

Los dueños de la vida y la muerte allí eran, principalmente, miembros de la Triple A, agentes de la ex Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), aunque manejaban el lugar en coordinación con jefes de la Policía Federal y represores uruguayos y de otros países de la región. Por eso fue considerado parte de la infraestructura criminal en Buenos Aires del Plan Cóndor, la alianza estratégica de alcance regional organizada por las dictaduras sudamericanas que gobernaron entre 1970 y 1980.

El centro clandestino de detención «Automotores Orletti» funcionó en Floresta durante la última dictadura militar.

Antes de que dejara de funcionar como un centro clandestino de detención, torturas y desapariciones, un contingente de entre 20 y 40 secuestrados uruguayos en Orletti fueron embarcados en un vuelo que unió Buenos Aires con Montevideo y en el que, además, viajaron Cordero Piacentini y Gavazzo. Más allá de trasladar a los rehenes raptados en la capital argentina, los militares uruguayos llevaron en la bodega del avión las pertenencias robadas, grandes cantidades de dinero y hasta autos desarmados. En Montevideo se la llamó “Operación Shangri-la” y tuvo como objetivo mostrar que los prisioneros, en su mayoría militantes de partidos y organizaciones de izquierda en el vecino país, habían sido recapturados.

No todos los uruguayos que estuvieron secuestrados en Orletti fueron trasladados a Montevideo, donde pasarían varios años más detenidos hasta la vuelta de la democracia en 1985.

Según testimonios aportados en la Justicia de ambos países, en el centro clandestino de Floresta asesinaron a Alberto Cecilio Mechoso Méndez. Sus restos fueron encontrados años después dentro de un barril de combustible con cemento en el canal San Fernando, en el Delta del Paraná, junto a otros cuerpos en similares condiciones, entre ellos el de Marcelo Gelman, hijo del poeta Juan Gelman.

Alberto Cecilio Mechoso Méndez fue asesinado en «Automotores Orletti». Foto de @img_delsilencio.

Los restos de Mechoso Méndez fueron identificados en mayo de 2012 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Mechoso Méndez había nacido el 1° de noviembre de 1936 en el departamento uruguayo de Flores y era militante de la Federación Anarquista Uruguaya, de la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales y, en Argentina, del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). También fue referente gremial en la Federación de Obreros de la Industria de la Carne y de la Convención Nacional de los Trabajadores.

El 28 de diciembre de 2012 el gobierno uruguayo, tras haberlos recibidos de su par argentino, entregó los restos de Mechoso Méndez a sus familiares. El entonces presidente, José Pepe Mujica, participó del acto. La urna con los restos de Mechoso Méndez fue recibida por la esposa, Beatriz Castellonese, y sus hijos, Alberto y Beatriz Mechoso Castellonese.

La familia vivía en Buenos Aires cuando Mechoso fue secuestrado y llevado a Orletti. Según el libro Gavazzo. Sin piedad, del periodista uruguayo Leonardo Haberkorn, días después de su detención el dirigente sindical fue llevado por los represores uruguayos a su casa, donde había escondido dinero del PVP que los captores se llevaron como botín. “Mi padre estaba descalzo, con ropa grande que no era de él y todo golpeado”, recordó en su momento Alberto, hijo del matrimonio Mechoso Castellonese, que tenía siete años cuando vio por última vez con vida a su padre.

-Cuidá a tu madre y a tu hermana porque papá no viene más.

Antes de ser llevado del hogar, Mechoso alcanzó a decirle a su esposa que si tenía chances denunciara que su secuestrador era Gavazzo.

Gavazzo fue condenado por los crímenes de opositores políticos uruguayos refugiados en Buenos Aires.

Fue el propio Gavazzo quien le aseguró a Castellonese que haría lo posible por liberar a su esposo. A los pocos días, la familia viajó en un vuelo de la empresa aérea uruguaya Pluna desde Buenos Aires a Montevideo. Lo hizo acompañada y secuestrada por Gavazzo, que con documentos falsos se hizo pasar como el esposo y el padre de la familia Mechoso Castellonese. ”Según recuerda Alberto, una vez a bordo del avión Gavazzo les pidió que se comportaran, que no hablaran con nadie y que lo llamaran papá. Si no lo hacían, los mataría ahí mismo”, escribió Haberkorn.

Tras recibir sus restos, la familia Mechoso Castellonese decidió hacer un velatorio público y una caravana acompañó a la urna hasta su entierro en el Cementerio del Cerro, en la periferia de Montevideo.

Por el caso Mechoso y otros 27 uruguayos detenidos desaparecidos en Argentina fueron condenados en Uruguay seis militares y dos policías a penas de entre 20 y 25 años de prisión. Fueron los primeros procesamientos a uniformados desde el fin de la dictadura, pese a la ley de amnistía aún vigente. Uno de los condenados fue Gavazzo por el delito de «homicidio muy especialmente agravado» de opositores políticos refugiados en Buenos Aires.

Cordero Piacentini, alias Manolo, también fue identificado como uno de los torturadores de uruguayos en Orletti, y así lo comprobó la Justicia argentina en un juicio que estableció su responsabilidad en el Plan Cóndor cuando en 2016 lo condenó a 25 años de cárcel. Entre las víctimas de Cordero Piacentini estuvieron Mechoso y María Claudia García Irureta Goyena de Gelman, nuera del poeta y esposa de Marcelo.

En Buenos Aires, el represor uruguayo también participó en la ejecución de muchos de los operativos en los que sus compatriotas fueron secuestrados en 1976. Si bien los operativos de secuestros los lideraban las fuerzas argentinas, “cuando era posible resultaba esencial la integración de los grupos con agentes uruguayos. Esa integración ha sido acreditada a través de muchos de los testigos (…) Algunos dieron cuenta, específicamente, de la presencia de Cordero Piacentini durante esos operativos. Así, por ejemplo, Jorge Washington Pérez, quien dio cuenta que, el 17 de julio de 1976, Gavazzo y Cordero fueron a su casa y lo llevaron a Orletti”, destacó el fallo judicial.

Cordero Piacentini recibió una pena de 25 años de cárcel en la Argentina. Foto de La Diaria.

Y agregó: “Cordero, como parte del grupo de agentes que se ocupó de perseguir a ciudadanos uruguayos radicados en Argentina durante el año 1976, consistió en participar en los operativos de secuestros y de las sesiones de torturas para buscar información”, especialmente, para desmantelar al PVP como organización.

El rol represivo de Cordero Piacentini, como el de Gavazzo, continuó en los centros clandestinos de detención que funcionaron en Uruguay a cargo del Ejército local. Uno de ellos fue “300 Carlos” -también conocido como “Infierno Grande”-, donde los detenidos ilegales, como en Orletti, eran colgados esposados de una baranda y con los pies apenas tocando el suelo. “Eso se podía combinar con picana eléctrica, que era sistemática”, recordó un sobreviviente.

El destino de Gavazzo y Cordero Piacentini permanece unido hasta hoy. No sólo por su actividad represiva y criminal durante los años 70 en ambos lados del Río de la Plata, sino porque en las últimas semanas un grupo de socios de Peñarol de Montevideo decidió impulsar una campaña para expulsarlos como socios honorarios del club.

La iniciativa se llama Gol contra la impunidad. No quiero gritar un gol junto a un torturador, y tiene el respaldo de varias agrupaciones de hinchas del Carbonero reunidas en el colectivo Hinchada con memoria para lograr la “expulsión de represores condenados por crímenes de lesa humanidad» del padrón de socios de Peñarol, aunque también invita a hacer lo mismo en otros clubes de Uruguay.

«El fútbol representa para nuestra sociedad un punto de referencia ineludible que trasciende lo meramente deportivo. Forma parte de la construcción de una memoria histórica y una memoria colectiva. Consideramos que los clubes deportivos, que trasmiten valores fundamentales, cómo el esfuerzo para la superación, el compañerismo, el juego limpio y la integración social más allá de credo, raza o filiación política, no deberían otorgar el honor de formar parte de su padrón de socios a elementos que simbolizan para miles de uruguayos todo lo contrario a los valores que se busca promocionar», afirmaron desde Gol contra la impunidad.

En octubre de 2018 se incorporó a Peñarol como futbolista el volante ofensivo Ezequiel Mechoso Reyes, que firmó un contrato por tres años con el club. Recién el 26 de marzo último, a los 21 años, jugó sus primeros minutos en el Mirasol montevideano.

Ezequiel es nieto de Alberto Cecilio Mechoso Méndez. Dos de los secuestradores y torturadores de su abuelo, a quien el joven no llegó a conocer, son aún socios honorarios del club donde juega.

 

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