Multiplicar es la tarea (Parte II)

Al ángulo

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Por Santiago Tuñez

«Multiplicar es la tarea», fue el título de un post publicado hace un año, después de la final de Brasil 2014. Entonces, había dolor por la derrota de la Selección contra Alemania y las ilusiones astilladas. Claro que, detrás de la tristeza por el segundo puestos, se destacaban nombres y un proyecto consolidado por Sabella. Ahora, luego de la caída de la Argentina contra Chile, en la definición de la Copa América, es tiempo de multiplicar la idea diseñada por Tata Martino. Más allá del despiste en el último kilómetro, hay que insistir por la misma ruta. Sólo así se llegará a destino.

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El desconsuelo de Messi y compañía, después de la derrota contra Chile por penales. Foto de José Brusco / Agencia NA.

En una década, la Selección jugó tres finales de Copa América y una de Mundial. Todas ellas, con técnicos distintos: Bielsa (Perú 2004), Coco Basile (Venezuela 2007), Brasil 2014 (Sabella) y Chile 2015 (Martino). De ahí, también, la necesidad de darle continuidad a una señal de juego. Ya lo dijo Javier Mascherano, líder en cuerpo y alma del equipo, y vale la pena prestarle atención. Son palabras pronunciadas con lucidez, en medio del vértigo futbolero y el resultadismo extremo.

«Lo que pasó en la Argentina es que en los últimos años nos costó mantener una línea. Estuvo Bielsa, que impuso una línea de juego, y luego Pekerman la mantuvo, pero con sus matices; después comenzamos a probar cosas muy diferentes. Hasta que Alejandro le encontró un poco la vuelta. Pero lo que te digo de antes de Sabella no pasó en 50 años, fueron cambios en menos de diez. Por eso, más allá de lo que pase en la Copa América, es importante que se le permita al DT seguir con la idea y desarrollarla», sostuvo Mascherano en una entrevista con La Nación. Difícil encontrar tanta claridad en un discurso.

De 2004 a esta parte, la Selección llegó a cuatro finales, con cuatro entrenadores distintos. Llegó el momento de mandar un mensaje de coherencia y mantener una idea de juego. Como pidió Mascherano hace unos días, hay que apostar y desarrollar un estilo.

Durante el torneo, se vieron buenas intenciones de la Selección. Basó su juego en la tenencia de la pelota y sumó jugadores en los últimos metros. Fue un acierto de Martino la apuesta por Pastore, el segundo guitarrista que tocó muy buenos acordes con Messi. Había faltado poder de juego en la fase de grupos y los cuartos de final contra Colomba, aunque lo halló en las semis y aplastó a Paraguay con una producción para el recuerdo. Y nada de ese cóctel de virtudes apareció a la hora de lograr el título. La Argentina no pudo cristalizar las palabras de Martino en la sala de espera para la final: «Lo que más nos va a acercar al triunfo es parecernos a lo que habitualmente hacemos».

Ahí estuvo, en definitiva, el principal pecado del seleccionado. No fue fiel a su propuesta, algo que sí había hecho el equipo de Sabella contra Alemania. Ya son 22 años sin títulos. Duele… y mucho. La frustración, de todos modos, no debe derivar en movimientos equivocados y autodestrucciones. Es el momento de mandar un mensaje coherente. De hacer los retoques necesarios luego del final desaprobado y continuar con la misma línea. Multiplicar es la tarea. Otra vez.

 

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