LA ÚLTIMA OBRA

No te olvidés

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Por Santiago Tuñez

Una tarjeta amarilla significó el punto final de su obra en celeste y blanco. El paraguayo Carlos Torres consideró que había demorado el juego y cortó el párrafo con la amonestación. Era su partido número 51 con la Argentina. Fue, sin saberlo, su despedida. Por ese castigo y la fecha de suspensión en las Eliminatorias, ya no hubo viaje a Chile, donde la derrota 1 a 0 eyectó a Coco Basile como DT. Y tampoco, manejo de los hilos en el ciclo turbulento de Maradona. Todo terminó hace diez años. La tarde del 11 de octubre de 2008 cerró el libro de Juan Román Riquelme en la Selección. Su tapa cayó sobre las hojas y nunca más se abrió.

El capítulo del adiós fue el triunfo contra Uruguay 2 a 1 por las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica. Riquelme escribió sus últimas palabras con un centro a la cabeza de Messi, que abrió la victoria en un partido de suelas ásperas. La Batalla del Río de la Plata. Lo reemplazó el Lobo Ledesma, cuando la Celeste presionaba sobre el cierre, por lo que la imagen del final vio a JR en el banco del Monumental. El estadio donde, 11 años antes, había tomado el bolígrafo de Maradona y comenzado a escribir su volumen exitoso en Boca.

El Monumental, como se dijo, le indicó la última página en la Selección. La Bombonera, en cambio, había sido la primera. El desequilibrio de sus firuletes, pausas y goles había impulsado los éxitos del Sub 20 en 1997. Así llegaron las vueltas olímpicas en el Sudamericano de Chile y el Mundial de Malasia. Los elogios de la crítica deportiva. Y ese mismo año, Passarella lo convocó al equipo argentino. El empate ante Colombia 1 a 1 estaba cerca de la impresión y, entonces, JR salió a la cancha. Entró por el Muñeco Gallardo y disfrutó de diez minutos en acción, musicalizados por la ovación de los hinchas. De a poco, se escuchaba el grito de “Riqueeeelme, Riqueeeelme”.

Esas palabras, de todos modos, sonaron pocas veces en el ciclo de Marcelo Bielsa. Aquella etapa lo vio sólo 12 partidos con la camiseta del seleccionado. Y casi que debió esperar seis años para volver a estar en un choque de Eliminatorias, luego de aquel estreno ante Colombia en la Bombonera. El regreso ocurrió una noche de marzo de 2004, cuando la Argentina le ganó a Ecuador 1 a 0 y el DT rosarino le dio pista a Riquelme, en lugar de su amigo Pablo Aimar.

Lejos del juego vertiginoso de Bielsa, JR tuvo sus mejores redacciones con Pekerman y Basile. Desde los juveniles, José ya había puesto el destino del juego en los pies de Riquelme. Lo mismo hizo al reemplazar al Loco. Y a partir de su debut en la goleada contra Uruguay 4 a 2, el número 10 quedó adherido a su espalda. Brilló en el festejo contra Brasil por las Eliminatorias, gracias a una perla de zurda desde fuera del área. Y se dio el gusto de jugar su único Mundial en 2006. Del recorrido futbolero por Alemania se destacaron el pase quirúrgico a Saviola ante Costa de Marfil y la asistencia que no fue a Crespo frente a los alemanes, cuando había aroma de 2 a 0 en Berlín. Los penales, al cabo, lo tuvieron en el banco al ser reemplazado por Cuchu Cambiasso.

 

«Pekerman armó la Selección de aquel Mundial en la manera de pensar el juego y el terreno que tenía Riquelme. Ese equipo mereció mejor suerte, no sólo porque jugó mejor que Alemania en el partido en el que quedó eliminado, sino también porque combinaba un juego muy elaborado (por ejemplo, en la goleada contra Serbia y Montenegro 6 a 0) con momentos de necesaria intensidad (Costa de Marfil y México)», opina Diego Tomasi, autor de El caño más bello del mundo, un libro dedicado al pensamiento futbolero de Riquelme.

Y luego agrega el escritor: «En el partido contra Alemania, Román no tuvo su mejor versión, pero aún así fue quién decidió a qué ritmo debía ir ese juego. Él controló los tiempos y, con su presencia, hizo que Frings no jugara. Cuando Pekerman lo cambió a los 26 minutos del segundo tiempo, y con el partido 1 a 0 a favor de la Argentina, cometió un doble error: quitó de la cancha a su máximo pensador y, además, comunicó al rival un cierto temor. Después, fue 1 a 1 y la Selección quedó eliminada en los penales. Pekerman debe seguir pensando en ese cambio. Debe pensar que, aunque faltaba mucho, sin ese cambio tal vez hoy sería un entrenador campeón del mundo».

 

Coco Basile, por su parte, rescató a Riquelme de su salida de la Selección post Mundial 2006 y de los días sin rodaje en Villarreal. JR pagó esa confianza con cinco goles en la Copa América de Perú 2007 y otros cuatro en las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica. Dos de ellos, con tiros libres para el recuerdo contra Chile y Bolivia. “Para mí, Basile es un amigo. La pasamos muy bien la Selección”, dijo Riquelme alguna vez. Todo lo contrario ocurrió con Maradona, con quien se lanzó ganchos al hígado mediáticos. “Si no puede sacarse un hombre de encima, no le sirve al equipo”, lanzó el Diez poco después de ponerse la ropa de técnico en el seleccionado. “Maradona y yo no tenemos los mismos códigos. Tengo claro que no podemos trabajar juntos. Por eso, me voy de la Selección”, devolvió el enganche. Y cumplió esas palabras.

Durante 11 años, Riquelme escuchó los conceptos de Passarella, Bielsa, Pekerman y Basile. Y convivió, también, con varias generaciones. Estuvo con la Vieja Guardia de Batistuta y Cholo Simeone. Siguió con el grupo liderado por la Brujita Verón, Crespo y Ortega. Tiró paredes con Pablo Aimar y Cambiasso, sus compañeros desde los días de juveniles. Y se despidió con Agüero, Tevez y Messi. Suele hablarse de su conflicto de egos con la Pulga en la Selección. Las cifras, sin embargo, muestran otra realidad. De sus 24 partidos juntos en celeste y blanca, JR convirtió 11 goles y la Pulga, siete. Se potenciaron juntos. Y más aún en los Juegos de Beijing 2008, donde lograron la medalla dorada. «En la Copa América de Venezuela y en esos Juegos Olímpicos, Riquelme brilló e hizo que Messi brillara con él. En los dos torneos fue el líder futbolístico. En ambos la rompió toda en partidos importantes», sostiene Tomasi en diálogo con De Fútbol Somos.

Hay un dato difícil de explicar. O mejor dicho, de entender. Riquelme jugó sólo un Mundial en su vida futbolera. ¿Por qué? «Su ciclo en la Selección, en ese sentido, fue escaso e injusto. En 1998 y 2002, los entrenadores no pensaban el juego de una manera que incluyera a Riquelme. En 2010, él decidió alejarse, pero Maradona ya había renunciado a darle el rol que sus características pedían. Y en 2014, aunque Román seguía jugando en un alto nivel en sus últimos tiempos en Boca, ya tal vez era demasiado tarde», considera Tomasi sobre el 10 y su lazo con la Copa del Mundo.

Nadie pronosticaba un final inesperado en el libro de Riquelme. Ni él mismo. El cierre, sin embargo, llegó menos de dos meses después de los Juegos en Beijing. Fue el punto definitivo en una pluma de carácter indócil. Y el mejor resumen de esas páginas, acaso, sean estas palabras de Tomasi: «En la Selección se notó más que en cualquier otro ámbito su condición de rebelde. El equipo nacional, con las urgencias que encierra, con la influencia de un periodismo cada vez más dañino, convirtió a Román en un extranjero; un tipo que tuvo que jugar menos de lo que merecía porque su manera de pensar el mundo no coincidía con el estado de cosas de la época».

 

 

 

 

 

 

 

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