La leyenda continúa

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Tenía 18 años y el cuerpo envuelto en una camiseta. El asombro en los ojos que contemplaban el movimiento de los hinchas. Y la emoción en cada palabra expresada al periodista Fernando Pacini, después del triunfo contra Unión 2 a 0. «Esto es impresionante, no se puede creer. Es un sueño», confesaba Juan Román Riquelme. Era el broche de su estreno en Primera. Su salida a escena en la Bombonera. Y de fondo, sonaba la letra de un grito que, tiempo después, se transformó en un hit futbolero. Hoy volverá a escucharse en el estadio xeneize y musicalizará un momento inolvidable de su vida en azul y amarillo. Otro hito. Su partido número 200 en la Bombonera.

 

Ese domingo 10 de noviembre de 1996, Riquelme cristalizó su fantasía. Dejó su lugar en la tribuna y bajó al tablero verde. Ya no veía a Navarro Montoya y Latorre, entre otros nombres de aquel equipo, desde la segunda bandeja de Casa Amarilla. Ahora recibía sus pases y soltaba una asistencia deliciosa en el segundo gol del Negro Cáceres. La ovación indicó su camino al vestuario y la ruta que, de ahí en más, recorrió en la Bombonera. De aquel adolescente de Don Torcuato al futbolista de 35 años que se hizo un nombre y esta noche intentará darle protección a su DT preferido.

«La Bombonera es el patio de mi casa», dijo Riquelme alguna vez. Y en ese jardín, entre tribunas, plateas y palcos, vivió e hizo vivir momentos para el recuerdo. Una noche de mayo de 2000, hizo «arte premoderno» y diseñó «el caño más coreado de la historia», tal como escribió Martín Caparrós. También gozó la vuelta olímpica de tres torneos locales (Apertura 1998, 2000 y 2011) y la Copa Libertadores 2001. Y además, le sacó brillo a su botín con tiros libres antológicos, como los que convirtió ante Cúcuta y Gremio. Hoy habrá espacio para una nueva imagen. Una escena eterna de su DVD personal.

 

 

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