EL HÉROE ABSURDO

Al ángulo

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Por Alejo Román París (@arparis)

Hace un tiempo que observo con ojos de linces a Lionel Messi, intentando ver más allá. Más allá del discurso pseudopatriótico y barrabravista, y de la crítica ciega. Hace un tiempo ya, que miro a Lionel con el manto sagrado, haciendo el increíble esfuerzo de no juzgarlo. Es increíble, porque literalmente es difícil de creer que un argentino pueda observarlo con la camiseta de la Selección sin establecer juicios de valor. Claro que fracasé en mi intento. Hoy, antes de echarme a la aventura de escribir estas líneas, volví a juzgar a Messi. Messi es Sísifo, un héroe absurdo.

El crack rosarino supo posicionarse como uno de los mejores de todos los tiempos, y no logro disfrutarlo en su esplendor, irónicamente, por ser contemporáneo. Es como un acto de cobardía de necesitar la certeza del diario del lunes para valorar semejante talento en su inmensidad, dando lugar a frases hechas: “Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Igual, los contemporáneos sabemos que verlo jugar, y coincidir en su tiempo, es casi una gracia divina.

Pero cada vez que Messi se pone la camiseta de la Selección se somete a una batalla que va mucho más allá del rival de turno, incluso más allá de sus propias capacidades. Se enfrenta al fantasma de Maradona, en una batalla que va mucho más allá de sus voluntades individuales. Cuando Messi juega para la Argentina parece un camello en el desierto. No tiene un rumbo claro, y así como Maradona cargó con el peso de su propio personaje, Lionel carga con el suyo y con el de Diego.

¿Cuántos goles de Messi hubiera recibido aquel aquero de zapatos que defendía la puerta de la universidad de Argel? El pensamiento de Albert Camus me ayudó a entender, hace un rato, que Messi es Sísifo. Está condenado a cargar con la roca hasta la cima de la montaña, para luego dejarla caer y así volver a cargarla hasta la cima, para luego volver a dejarla caer, y repetir ese absurdo ritual por toda la eternidad. En cada partido de la Selección, Lionel está condenado llevar la pelota en sus pies y rendir el examen maradoniano. No importa lo que Lio haga, la condena maradoniana seguirá rigiendo por toda la eternidad.

¿Es absurdo entonces que Messi siga jugando para la Argentina? Seguramente para el sistema de valores y pasiones del propio Messi la respuesta sea “no”. Es una pregunta que le concierne más a quienes lo juzgan con el código “Maradona”. Para ellos sí es absurdo que Messi siga jugando en la Selección. Porque si no es el Mundial, le pedirán el tobillo de Italia 90. Y si no es el tobillo, le van a exigir que se meta cocaína. Y si no alcanza con eso, le van a pedir que viaje en el tiempo para cambiar sus orígenes a Villa Fiorito.

El absurdo, que como decía Camus no existe por sí mismo, parte de la existencia de pedirle a Messi algo que no puede dar. Simplemente, porque no está en su génesis, en la formación de su idiosincrasia desde sus orígenes. Messi es un rebelde, sabe que no logrará lo que le piden que sea, pero no por eso dejará de empujar la pelota. Se aferra a su sistema de valores, y así transforma en bendición lo que para Sísifo era una condena. Messi consigue la bendición de vivir del fútbol, aferrándose a su pasión. Sísifo era un héroe absurdo por su pasión de vivir, aun cuando esa vida estuviera condenada por toda la eternidad. Como Sísifo, Messi sigue enfundándose en la albiceleste y trasladando la pelota por pura pasión.

Para quienes juzgan a Messi con el código “Maradona”, Lio es su razón de ser. Ellos parecen encontrar en el juicio eterno a Messi su sentido de vida. Messi es funcional a su cobardía, porque quienes le exigen ser como Diego –a sabiendas de su absurdo pedido- no tienen el coraje de pedir que no juegue más, y Messi no dejará de jugar porque jugar lo apasiona. Messi no juega para conformar a nadie, juega porque le gusta. La rebeldía ante sus jueces, motivada por su pasión por la pelota, convierte a Messi en un héroe absurdo.

Albert Camus parece haber viajado al futuro: “Lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.

* El autor es docente de Literatura y estudiante de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación.

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