Coronado de gloria

A un toque

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Fue la lucha, su vida y su mejor momento. Ahí, en el cuadrilátero verde del Azteca, Diego Maradona se hizo leyenda. Ocurrió hace 27 años, en un mediodía hirviente de México. El hijo de Don Diego y Doña Tota ya había entendido el fútbol más allá del sudor. Más allá del arte. Y ese día eterno en el inconsciente argentino, su cuerpo se vio envuelto de gloria. Miró de costado al árbitro Arppi Filho y el sonido final fue música para sus oídos. El título más valorado de su historia futbolera. La hora sagrada. El instante, como contó en su autobiografía, más sublime de sus tiempos en pantalones cortos y botines.

MaradonaMexico

«Cuando terminó el partido y en el estadio lo único que se escuchaba era los gritos de los argentinos que estaban ahí, porque los mexicanos se habían quedado mudos, entonces me largué a llorar. ¿¡Cómo no me iba a largar a llorar si siempre me había pasado lo mismo en los grandes momentos de mi carrera¡?. Y este era el máximo», recordó Maradona en Yo soy el Diego. Y el monólogo llegó a su fin con una definición impecable. Emotiva. «Campeón del mundo, campeón del mundo… El sueño cumplido. Yo digo, hoy, que en aquellos increíbles días de México 86, Dios estuvo conmigo».

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