El menú que merecía

A un toque

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Hay momentos que no necesitan una explicación futbolística, porque las circunstancias minimizan cualquier análisis. Debe recurrirse a lo simbólico para etenderlos. Como la fotografía que retrata este post. Allí se lo ve a Javier Mascherano con los puños cerrados, la mirada incrustada en el cielo y su grito potente de desahogo. Entonces, se comprende el valor del viaje a semifinales para la Selección y, sobre todo, su capitán sin cinta. El triunfo contra Bélgica sentenció más de diez de años de frustraciones con la camiseta argentina para el volante. Desde su estreno en celeste y blanco, el 16 de julio de 2003, soportó las derrotas contra Brasil en las finales de la Copa América 2004 y 2007. También, el rápido adiós en la edición de 2011. Y en los mundiales de Alemania y Sudáfrica, su ilusión se había astillado en cuartos. De ahí, su arenga movilizante antes del cruce contra ante Bélgica: «Ya estoy cansado de comer mierda. Es por mí, por los ex jugadores y por nosotros que tenemos que pasar estar barrera». Al cabo, el gol de Higuaín permitió cruzar las vías y llegar a las semis. Y Mascherano, el secuestrador del círculo central, degusto un menú sabroso, exquisito… merecido.

El desahogo de Mascherano, después de lograr el pase a semis. Foto de Jamie Squire/Getty Images South America / Vía Zimbio

El desahogo de Mascherano, después de lograr el pase a semis.
Foto de Jamie Squire/Getty Images South America / Vía Zimbio

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